El Depor o como hacer la goma y caer (Por Antonio Sanz)
el rincón de judas. artículo publicado en público
Por Antonio Sanz
Cuando uno o varios ciclistas van a cola de grupo sufriendo para mantenerse en él, en los tramos más duros, el ritmo se desvanece y quedan ligeramente descolgados. Pero inmediatamente recuperan posiciones a golpe de pedal. Ese movimiento de vaivén es lo que se llama en Ciclismo ‘hacer la goma’. Esto es lo que sucede con el Deportivo de Lotina: que tan pronto habita en la escapada buena como desfallece en el furgón trasero. Y así llegamos a enero de 2008 cuando con la gorra sobre la calva se sinceró ante el grupo pidiendo árnica: “Llega un nuevo entrenador. Pasamos a jugar con cinco atrás, cuatro en el medio -dos ofensivos- y un punta”, dibujó sobre el césped quien, tras perder en Almería, hacía las maletas. No era tal. Ni había dinero ni ganas de despido. Lendoiro presume de no haber cesado más que a un técnico -Carlos Alberto Silva-. Un superviviente, este gallego, con más de veinte años al frente de la popular. Quizá por eso la goma alcanzó la Intertoto y luego la Uefa. Pero ha dado igual. Esta temporada repetimos: cinco jornadas y a tres puntos del descenso. Cinco semanas más y se hacen fuertes en la zona euro. Los números no cuadran: nueve goles a favor y lo mismo en contra para posicionarse en Europa. Nadie busca explicaciones mientras la minoría aplauda la paciencia de Augusto. La mayoría lamenta, en silencio, la falta de ambición de un técnico que arrincona a la estrella lastimada y asume privadamente los errores tras alzar su garganta, en tono acusador, en las ruedas de Prensa.
Y es que Lotina es un entrenador timorato. El grupo lo asumió tras la pelea de gallos que dejó el boxeo al más alto rango. Aouate, señalado por el técnico por su proximidad a la Plaza de Pontevedra, y Munúa se lanzaron puños ante la permisividad del cargo. Por eso, ya nadie se asusta si Ribera levanta la voz sobre ‘Loti’ o si quien alinea critica al vestuario ante los periodistas para más tarde reconocer su equivocación en el rondo de Abegondo, tras caer lastimosamente en Mestalla. Pero él sigue leyendo matinalmente los periódicos locales y nacionales. Sigue mirando de reojo a Manuel Pablo, Valerón, Sergio o Lopo. El núcleo duro le fija de cerca. Pero él se resiste a vencerse. Cuenta con el respeto presidencial, pese a los coqueteos con Mané o Paco Flores, las tímidas alternativas que se plantea el jefe. Entre tanto, la grada añora la manada de lujo con la que disfrutó y que hoy recuerda con la dignidad altiva de la victoria. Djalminha, Rivaldo, Bebeto o Mauro son quimeras para una caja con telarañas que no consigue limpiarlas ni el más alto ejecutivo. El mismo que no es capaz de lograr publicidad para la camiseta. Ni por aquí suma el gobierno autonómico. Así, las alternativas al fútbol están listas: algunos se mudarán al Liceo buscando los patines que prestó el mítico Cortés… cuando otros se entristecen con tanto cemento en Riazor. Son los mismos que saben que el agua sobre la arena provoca la fuerza en los cimientos del progreso. Una Liga, dos Copas y tres Supercopas dan suficiente crédito al cerebro del logro. Son deliciosas sus madrugadas, como apasionante es su gestión vespertina. Todavía muchos preguntan los motivos que conducen a un presidente de Primera división a vivir sin teléfono móvil. Esa es su libertad. Ese es su destino. Queda lejos aquel 24 de mayo de 1988 que le proclamó presidente. Augusto y César, tan romano en el imperialismo, como apagado queda el fuego de Roma en Galicia. Es Lendoiro. Es el Depor.
Escrito por Matallanas | 3:20 p. m. | Enlace permanente