Leño y los sueños cumplidos
emotiva reseña del regreso del mejor grupo de rock de mi vida
He dejado pasar dos días para contaros las sensaciones (preciosas, intensas, impresionantes) que experimenté el pasado miércoles en la sala Caracol al ver cumplido uno de mis sueños. Cuando Leño se separó yo tenía 11 años, para cumplir 12. Nunca los vi en directo. El primer disco de vinilo, el primer disco, vaya, que ahora hay que especificarlo, que me compró mi madre, más allá de los Chiripitiflauticos, Cocoguagua, Parchis, Orzowei y esas cositas de niños, fue el Más Madera de Leño. Me acuerdo de aquella tarde invernal como si fuera hoy. Como salía de ilusionado del Simago de Campamento (no sé por qué fuimos ahí a comprar porque no íbamos mucho). Leño me gustaba porque Mari Pili, la chica que trabajaba en casa, era una amante del rock urbano y era uno de los grupos que nos ponía siempre a mi hermano David y a mi (además de Topo, Asfalto, Jethero Tull, Mike Olfield, Pink Floyd y tantos otros). Cuando llegué a casa, antes de poner el disco, me pasé mucho rato mirando los créditos, la foto de Rosendo, Ramiro y Toni vestidos hippies con un chucho y la de los tres vestidos de smoking blanco con un gran danés, por el otro lado. Me leí las letras y empecé a memorizarlas antes de escucharlo. Desde "Recibí la triste noticia", hasta "... y te cuento lo que vivo busco comunicación". Del Más Madera, llegó el Leño en Directo y luego el Corre, Corre y el último fue el primero, Leño.
Llegó Rosendo en solitario con su Loco por incordiar y me siguió cautivando, desde el primer concierto que le vi en las fiestas de San Isidro, en el Rockodromo con Barricada de teloneros, en mayo de 1986, ya con 15 años. Y siempre tocaba alguna de Leño y la mayoría de los que le iban a ver, muchos siempre, gritaban eso de Leño, Leño. Y Rosen contestaba aquello de “Leño pa siempre o Es otra historia, Leño se acabó”.
Durante muchos años, cuando fue intimando con Rosendo, tuve la escasísima originalidad de tantos y tantos de preguntarle, cansinamente, aquello de ¿cuándo se van a juntar los Leño? Se lo pregunté a Ramiro dos veces que coincidí. Y machaqué a Rosendo ‘sienes y sienes’ de veces, ayudado en alguna ocasión con la mirada cómplice y traviesa y el silencio implorador de Rafa J. Vegas, bajista de Rosendo. En muchas de aquellas noches estaba conmigo Adolfo, mi amigo de la vida. Y Nini, claro. Recuerdo especialmente la brasa que le dimos tras el concierto de la cárcel de Carabanchel, mejor dicho, la barrila que le di, animado por Adol, claro. Aquel día se enfadó un pelín Rosendo, aunque no nos lo tomó en cuenta porque en el gimnasio de la cárcel, donde colocaron los camerinos y se hizo el ‘after show’, Adol y yo quedamos campeones de levantamiento de vidrio. Y aquella noche, como tantas y tantas y tantas noches de rock&rol, estuvo conmigo Nini.
El pasado miércoles allí nos presentamos Adolfo, Nini y yo. Me había avisado mi hermano Carlos el martes de que había una rueda de prensa y un concierto por la tarde de presentación y actuaciones de los grupos que han hecho, dirigidos por Leño, Bajo la corteza (ver), el disco tributo a la mejor banda de rock de la historia de España (talmente subjetivo, por supuesto). Hablé con Rosendo y me dio la vía para conseguir los pases. Tenía tal agobio que apenas devolvía llamadas porque todos, todos sus colegas querían estar ante el run, run de un rumor que cada vez cobraba más fuerza.
“¡Se juntan los Leño, Nini!” Hablaba con mi mujer entusiasmado por teléfono desde el periódico. Y Nini me rebajaba la ilusión protegiéndome como protege a nuestro Mario de cualquier conato de desencanto. Hasta que llegamos a la sala Caracol el miércoles. Al mediodía habíamos estado, y nos habiamos retratado, y nos habíamos echado unas risas, con los fenómenos en el Hard Rock Café tras la rueda de prensa de presentación del disco. Habíamos conseguido otra entradita para el Adolfo y allí estábamos los tres en la sala Caracol. Nos conocíamos mucho de los presentes. “El Clemente se ha encontrado con el Juan y al Alberto lo tuvimos que llamar”. Allí estaban los tres íntimos de Rosendo que protagonizan con él mítico ‘Borrachuzos’. Y el hermano de Rosendo, y su mujer, Esther, y su hijo, Rodrigo, que también canta un Este Madrid genial, y Rafa J.Vegas, y Nito, su batería, y Juan Pablo Orduñez, el Pirata, y Domingo J. Casas (que me ha pasado las fotos que ilustran este post, ¡que gran fotero y que gran tipo el Domin), y mi hermano Carlos, y Tonino Carotone, y el guitarra de Los Enemigos, y tantos y tantos conocidos que había visto en tantos y tantos conciertos de Rosendo. Todos con la cara iluminada de ilusión.
Después del concierto inicial (bastantes buenas las versiones por cierto, no dejéis de comprar el disco, ¡es buenísimo!), llegó el momento. Ahí estaban los tres, Rosendo, Ramiro y Toni. Veintisiete años después se volvían a subir a un escenario. Y La Fina sonó como nunca la había escuchado. Y ¡Que desilusión! sonó como un canto al optimismo. Y Maneras de Vivir sonó a Maneras de Vivir con Miguel Ríos aportando su sexagenaria energía. Y El Tren sonó como el AVE. Y Sorprendente, sonó sorprendente e ilusionada y sonriente, como los rostros eufóricos y satisfechos de Rosendo, Ramiro y Toni y de los que les veíamos con los ojos encharcados de emoción, ilusión, satisfacción y deseos cumplidos. Como los rostros de Mata, Nini y Adol… ¡Que si, que si, que no fue un sueño! ¡Que eran los Leño! ¡Leño pa siempre!
FOTOS: DOMINGO J. CASAS
Escrito por Matallanas | 11:26 p. m. | Enlace permanente