La encrucijada de Juanma Lillo
JAVIER GÓMEZ MATALLANAS. Juanma Lillo está que se sale. El buen hacer del entrenador guipuzcoano al frente de la Real Sociedad (ascienda o no ascienda) está acallando muchas de las críticas sistemáticas y maniqueas que se realizan contra él. No era sencillo embarcarse en un histórico con urgencias de ascenso. Lillo asumió el reto de intentar ser profeta en su tierra y va saliendo adelante. La Segunda división es una categoría muy complicada y llegar a ella, a falta de once jornadas para el final de la Liga, con la obligación de conseguir el ascenso es un reto.
Siete jornadas después, Lillo puede presumir de cuatro victorias y tres empates, argumento que esgrimirían los resultaditas para valorar el trabajo del entrenador que firme estos números. El objetivo del ascenso lo tiene a tiro. Sólo el ‘canteo’ que se está pegando Badiola, el mandamás de la Real, tocando a terceros para favorecer al equipo donostiarra podría impedir que finalmente Lillo consiguiera llevar de nuevo a la Real Sociedad a la máxima categoría.
La dialéctica de Lillo ha sido un arma arrojadiza contra un técnico muy significado en la escuela futbolística que representan Menotti, Valdano o Cappa. Su afinidad por lo argentino llegó a provocar que los más cercanos a Lillo llegaran a preguntarle hace unos años: “¿Por qué hablas en argentino Juanma? ¡Si eres de Tolosa!” Y es cierto que en esas tertulias futboleras interminables, y deliciosas, Lillo se expresaba en un acento muy próximo al que hablan los porteños. Por este acento le criticaron igual que por sus ideas futbolísticas.
Entre los futbolistas a los que ha entrenado apenas encuentras un crítico. Todos alaban su método, el trato que les dispensa y su sinceridad. Iñaki Bea, central del Valladolid, reconoce que cuando le tuvo en el Ciudad de Murcia desde el primer momento fue de frente y le dijo que no contaba con él para nada, pero le respetó como uno mes en las sesiones de trabajo.
Los periodistas que cubren la información de la Real se encuentran encantados con Lillo. Van a Zubieta a cubrir los entrenamientos con otros alicientes desde que el de Tolosa se hizo cargo del equipo. Muchos no daban un euro por él, envueltos en prejuicios, y le reconocen una metodología de trabajo y un buen hacer.
Lillo, aunque a veces sea demasiado rebuscado en sus afirmaciones, y su discurso chirríe en un mundo tan primario y simple (pero grandioso) como el del fútbol, aspira a ser un buen entrenador de fútbol. Ahora está en la encrucijada. Debe decidir si sigue en al Real Sociedad o se marcha al Barça a la sombra de Guardiola. Si consigue el ascenso debería continuar en la Real Sociedad. Incluso si no lo consigue. Porque si se marcha al Barcelona, con Pep Guardiola al frente quedaría en un segundo plano. Y Juanma Lillo merece tener su protagonismo. Es necesario para el fútbol. Incluso para sus más fervientes enemigos.
Escrito por Matallanas | 1:04 a. m. | Enlace permanente