Del despelote a tapar bocas (Por Alfredo Duro)
¿os suena?
Por Alfredo Duro
La vuelta de Joaquín a la selección es un acto de justicia al extraordinario momento de forma que está viviendo el de El Puerto de Santa María. Desde hace meses, Joaquín ha vuelto a ser el jugador diferente y desequilibrante capaz de romper los partidos, que convierte la banda derecha en una autopista de internadas y centros al área para dinamitar los más rígidos sistemas defensivos. Extremo de verdad. De los de antes y de los de siempre. Con las lagunas propias de quien se vé obligado a poner parte de su talento al servicio del esfuerzo colectivo que exigen estos tiempos de pizarra y despliegue físico, pero con un amague y un quiebro guardados siempre en algún lugar cercano a la raya de banda.
La salida de Joaquín de la selección, al igual que la de algún otro damnificado, respondió a razones que tenían que ver mucho más con lo personal que con lo futbolístico. Pocas veces ha dedicado Luis Aragonés a algún otro los durísimos reproches que de su boca han salido para Joaquín. Su comportamiento, como ocurre con todos los jugadores de su especie, acaba siendo más escandaloso cuando su fútbol y su cabeza se acuestan en la desidia y cierta holgazanería. Entonces son señalados con saña y crueldad, sufriendo más que nadie las consecuencias de su anarquía.
Joaquín ha resucitado en el Valencia sus mejores señas de identidad. Lo que otorga más valor a su recuperación es que lo ha hecho, además, en un ambiente de máxima exigencia y ante la fría e impenetrable observación a la que le ha sometido Quique Sánchez Flores. Tan calculadora y severa como la insistencia en conseguir su fichaje, envuelto en una cantidad de millones que condiciona su rendimiento en proporción al esfuerzo económico de su club. Por eso hay que alegrarse de la vuelta de Joaquín a la selección, y por eso hay que lamentar que el “otro despelote” nos dejara a todos huérfanos de una alternativa futbolística que habríamos necesitado en aquel sufrido partido contra los daneses, en un momento en el que ya Joaquín demostraba que nadie mejor que él para encontrar en la banda una solución a los problemas de fútbol alimentados por Luis.
Joaquín tenía razón cuando calificó lo que ocurría en la selección como un despelote. Es un despelote que un seleccionador presuma de íntegro y dimisionario cuando maneja su futuro en el cargo con el contrato en el bolsillo de la chaqueta, y es un despelote que en pleno despelote se brinde la cabeza de Raúl como solución al… despelote. El mismo Raúl que, lesionado Torres, se traga con ejemplar cortesía la llegada de Luis García para demostrar que la “guardia personal” del seleccionador mantiene el rencor por bandera. Lo que no podrán evitar es el deprimente silencio de su mensaje. Nadie les oye. Aunque no lo reconocen, Raúl les ha tapado la boca.
Duro ¿os suena?
Escrito por Matallanas | 6:09 p. m. | Enlace permanente