La eterna promesa (Por Alfredo Duro)
¿os suena?
Por Alfredo Duro
De todas las indiscretas confesiones que Ramón Calderón hizo públicas en la famosa conferencia con los alumnos del Centro Universitario Villanueva, fue la dedicada a Guti la que colocó en una posición más incómoda al presidente del Real Madrid. En primer lugar porque obligó al propio Guti a reprocharle en presencia de toda la plantilla los efectos que tal tipo de consideraciones provocan en el ámbito futbolístico cuando se hacen públicas. Además del embrollo compartido con sus compañeros de equipo provocado por Calderón, Guti fue señalado con cierto aire de sospecha, y eso, viniendo del presidente, es justamente lo que más puede irritar a cualquier jugador.
Dicho esto, el paso del tiempo no ha hecho sino acentuar el veleidoso e irregular rendimiento de Guti, cuya titularidad se ha visto agredida últimamente con la misma naturalidad que en temporadas anteriores. Lo bueno del caso es que nada ni nadie es capaz de alterar los impagables destellos de talento que Guti regala cuando nadie lo espera. Los más desprevenidos en esta ocasión han sido los jugadores del Sevilla, que ya conocen la sensación de no poder contrarrestar aquello que ningún entrenamiento ni médico te puede dar, la clase.
Entre todos los patrimonios actuales del madridismo, Guti representa el más visceral y arraigado. La grada del Santiago Bernabeú ha sido testigo, como anteriormente lo fue con Velázquez, Juanito ó Michel, de la relación amor-odio que alimenta esa sensación de indolencia y desdén que desprende el fútbol de Guti. Lo mejor de este peculiar romance sigue siendo la resistencia de las partes a renunciar a su filosofía del juego. Acaba siendo ejemplar y enternecedor al mismo tiempo el modo en que el público exige a Guti mayor entrega y esfuerzo, pero no es menos conmovedora la forma en la que Guti es capaz de envolver los reproches en papel de regalo y ponerles un lazo de pases imposibles para que ambos, jugador y público, se den cuenta de lo mucho que se necesitan el uno al otro.
No hace demasiado tiempo, Guti desafió las más elementales leyes de la obediencia hacia la entidad al “dedicar” personalmente el triunfo en un partido de liga contra el Betis a Alfredo Di Stéfano y Arrigo Sacchi. Presidente de honor y director deportivo habían puesto en duda la actitud y el compromiso de una plantilla que, con Luxemburgo en el banquillo, naufragaba en el campeonato. Ningún otro jugador habría sido capaz de contestar de esa forma la autoridad de ambos pero, viniendo de Guti, nos pareció incluso razonable. Nadie pidió entonces la cabeza de Guti, y nadie pierde ahora la esperanza de que Guti le siga ganando el partido incluso a su propia cabeza.
Duro ¿os suena?
Escrito por Matallanas | 5:53 p. m. | Enlace permanente