Gregorio en el país de las maravillas (Por Antonio Sanz)
El rincón de judas. artículo publicado en público
Por Antonio Sanz
Mientras el Atleti se desangra sin permitir que el del cine admita la verdad, Quique oxigena y el refugio de la mediocridad asoma en un tímido apoyo público a García Pitarch. Entonces, la ironía del destino provoca la visita a la capital de un técnico que mereció continuar y lo arrancaron de cuajo del banquillo. Además llega para asaltar la fortaleza blanca, algo que no se le ha dado nada mal -tres triunfos de ocho visitas, pero siempre haciendo ruido y provocando grietas en el Bernabéu-. Gregorio Manzano alcanzó la caseta rojiblanca con un título debajo del brazo. Salió de la misma, un año después, desasistido, compungido y roto en lo personal, tras las innumerables promesas incumplidas de renovación, pero fortalecido, una vez más, en su carrera profesional. Así solventó un par de cruzadas mediáticas con dos jugadores que pensaron más en sí mismos que en el grupo. Así encontró acomodo a un once que acabó en el Torres más goleador en su etapa rojiblanca. Tan mal estaba la tesorería que la dirección deportiva de entonces tuvo que optar entre Milito o Ibagaza, porque no podía firmar a los dos. De aquel grupo me limita Aguilera, Sergi y un Cholo mal disfrazado de Pasarella. Con ellos no traspasábamos el río. Los demás, tan denostados, forzaban el milagro: De los Santos, Rodrigo, Musampa, Demis o Lequi. Es la historia del mosquito que relata Kiko. No sé que pasa, dice Narváez, que nos pica el insecto y nos cambia. Asevera quien lo ganó todo y no ha presumido de nada.
El salvador retorno de Mateo Alemany -que va y viene como la noria- y la confianza de Nando Pons -tan discutido por algunos como demuestra ser triunfador en la confección de grupos- han situado al jienense en la atalaya de los técnicos nacionales. Este verano mereció más glamour y más poder. Cuando en enero de 2006 se aproximó nuevamente al Calderón tras la destitución de Bianchi, nadie presagiaba que unas semanas después iniciaría un curso de perfeccionamiento avanzado en Palma. En Mallorca ha superado todos los registros impuestos. Incluso, se topa ante un Real Madrid incluido en la Champions. Parecía que la salida de la isla estaba cerca cuando el Sevilla manejó la opción de Valverde. Paralelamente, Roig y Llaneza se encontraron con el prematuro adiós de Pellegrini y sin timonel. Manzano era el elegido. A última hora, Monchi peleó por Jiménez y el Txingurri cambió Nervión por Castellón. Un año antes, Gregorio se asomó a Valencia cuando pescaron de Almería al que fue su alumno en Toledo. Pero Manzano no es especial porque es un apasionado del fútbol y de las relaciones sociales. Como motivador vive sin precio porque es capaz de envalentonar al que no llega. Pone frases para quien las quiera leer y presiona a quien no sabe leer. Ya he criticado las veces que lamento el error de quien forzó su destino a Málaga. Nunca entendí ni el presente ni el futuro. El tiempo coloca a cada uno en su lugar. Es decir, Gregorio merecía al Atleti y el Atleti no merecía a Gregorio. El aterrizó con una Copa del Rey y el escudo lo recibió afilando las uñas del oso. Se marchó lamentado su suerte y el club lame todavía aquellas heridas. Que triste se viste uno de rojiblanco mientras Manzano asalta esta tarde el Bernabéu. No había llegado y su fantasma ya asustaba al Sabio.
Escrito por Matallanas | 6:30 p. m. | Enlace permanente