Dos décadas honrando al fútbol (Por Antonio Sanz)
el rincón de judas. artículo publicado en público
Por Antonio Sanz
Dice Luis Aragonés, sabio reconocido, que estos partidos son los del ‘clin, clin, caja’. El ruido es el de la máquina registradora con que el genio de Hortaleza envuelve a sus jugadores para espabilarles con el objeto de rellenar un poco más sus propias arcas. Los Atleti-Barça son medidores de primas y premios extras. Son encuentros de escaparate, no de trastienda. Son duelos donde el reconocimiento público te conduce a una revisión con aumento de contrato. Son gratos cuando vences y especialmente complicados con la derrota. Además, en las dos últimas décadas -con el respeto que bien se ganaron anteriores protagonistas- han logrado que la grada no enmudezca y que el rugido del gol se apodere de sus estadios. Tan brillantes y seductores son que aprisionaron a Almodóvar. Pedro cayó en la tentación, deslizó su mirada e inmortalizó el quiebro de Caminero a Nadal. Aquella acción la rubricó Fresnedoso -siempre se queja de que se rememora más el amague de salón de ‘Cami’ que a él empujando al cuero-.
Los principales pistoleros que han aterrizado en nuestro torneo dejaron muestras de su carácter. En los primeros noventa, Stoichkov y Romario martilleaban la zaga. Si el búlgaro metía tres para ganar, el brasileño hizo tres para perder en una remontada histórica en el segundo acto. La aparición final de Caminero alborotó el tanteo. El diablo carioca se sacó la espina y devolvió la afrenta meses después repitiendo triplete con victoria. Así transcurría la década, con ristras individuales de tres en tres. Y así continuó porque Ronaldo se sintió mayor para celebrar otro trío el día que Solozábal negó a Antic el capricho de colocarle en el lateral. Si Vieri dejaba la tarjeta de visita en su única presencia, Jugovic estropeaba el centenario azulgrana. Mientras cantaba Serrat y Juninho maldecía en el banquillo a Sacchi, el sello detenía la orgía con un escueto gol de penalti. El destino quiso que Pichichi Hasselbaink anotara antes de descender al infierno y que fuese un defensa, Otero, quien redimiese al club tras dos años alejado del escenario de las grandes ferias. Se celebraba cuando la entidad cerraba con el Milan la compra de Contra. En esa misma Liga apareció Torres. Siete goles y el Camp Nou aplaudiendo en pie antes de que el chico acabara rindiéndose antes de despedirse forzado por una goleada. No fueron siete, sino seis los balones que esa triste noche de descrédito despejaron las dudas de quien lideraba el retorno a la cima. El testigo lo tomó Agüero, que suma seis ante el Barça. Si Valdés no tomó la medida al rubio, el moreno se las gasta con la misma inquina. Peor medicina se llevaron Cuéllar, Coupet y Roberto. La destreza de Ronaldinho, Messi y Etoo los desnudó como cancerberos del Atleti. Sí quedaron vestidos para siempre Ferrando y Murcia, que salieron libres del coso azulgrana. Es el mismo césped sobre el que Guardiola alzó los brazos por única vez ante los rojiblancos. Era octubre y el gran Diego recogía uno de los cuatro que le obligaron a doblar el lomo. Entonces, Maturana susurró a Cruyff: “esto es el fútbol”. Por eso, ¿los porteros viven con ‘carne trémula’ durante la semana que el calendario anota los duelos? No quiero que Pantic se quede fuera, sólo porque el trébol de cuatro hojas lo dibujó en Copa.
Escrito por Matallanas | 7:18 p. m. | Enlace permanente