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jueves, abril 21, 2011

¿Cambio de ciclo?

decretado el estado de optimismo en el madridismo


Al recordar en los días previos a la final de Mestalla las anteriores finales Barça-Madrid, los ex jugadores del Barcelona recordaron que cuando quedaron campeones de Copa en el 90 se produjo el punto de inflexión del Dream Team . Si no llega a ganar al Real Madrid aquella vez, también en Mestalla, quizás Johan Cruyff habría sido cesado y aquel equipo que logró la primera Copa de Europa para el Barça, aquel equipazo que empezó el tiqui taca, ese manoseo eterno del balón, haciendo en todo el terreno de juego un rondo grande, quizás ese equipo histórico no se habría forjado y no habría impuesto un modelo de fútbol que ha perdurado, con altibajos, hasta encontrar su máxima expresión de éxitos y triunfos de la mano de Pep Guardiola.

Poniendo como ejemplo aquella final de Copa del 90, y sin la perspectiva del tiempo, se puede reflexionar si el triunfo del Real Madrid, con el histórico gol de Cristiano Ronaldo emulando a Santillana, ante el Barcelona el miércoles 20 de abril de 2011 puede suponer un punto de inflexión en el Real Madrid. Se puede hablar de cambio de ciclo, pero ciertamente los ciclos cada más son más cortos. El de Frank Rijkaard, que formó y gerenció otro equipazo con Ronaldinho, Etoo, Xavi, Puyol y los emergentes Messi e Iniesta, fue un ciclo de dos años. Y el de Guardiola, si se certifica en la Champions con el pase del Madrid a la final, puede haber sido de tres años. O de dos porque la Liga de este año puede perder importancia si el Madrid le elimina en la Champions.

El dominio del Barcelona en los últimas dos temporadas ha sido aplastante. Cinco triunfos en cinco clásicos son muchos triunfos. Por eso el empate del sábado, en el primer asalto de la tormenta de clásicos de esta primavera de 2011, tuvo un gran valor en el apartado anímico. El planteamiento de Mourinho fue inédito en la historia del Real Madrid con todo el equipo defendiendo desde el minuto uno en el Santiago Bernabéu. Lo había hecho ante el Milan de Sacchi o el Ajax de los 90, pero obligado por el empuje de esos dos equipazos no por directrices previas al elaborar la táctica en la pizarra. El empate, aunque suponía decir un adiós prácticamente definitivo a la Liga, convenció a los aficionados madridistas, que salían exultantes de Chamartín, de que no había otra forma de jugar al Barça.

Se dio por bueno que el Madrid solo podía neutralizar a este Barça jugando con un catenaccio. Pero el miércoles en Mestalla, con los Reyes de España en el palco, se demostró que jugando de tú a tú al Barça se le podía superar. Mourinho sorprendió a todos y cuando se esperaba que repitiera el cerrojazo sacó el equipo a presionar arriba y el Real Madrid superó con rotundidad al ‘Pep Team’ en la primera mitad. En esa primera parte, el Madrid estranguló al Barça y le obligó a hacer que su habitual alta posesión de balón fuera la más estéril de sus últimos años victoriosos. El Madrid perdonó cuatro ocasiones claras (la que más el impresionante cabezazo al poste de Pepe, jugada que, por cierto, en el resumen que Santa Mónica distribuyó por las televisiones no estaba incluida en un descuido grave de los que montaron ese resumen de la final) y podía pagarlo. Porque el segundo tiempo fue del Barça. Apareció Messi y se asociaron Xavi e Iniesta y cuando encontraron los picotazos de cobra después de unas posesiones largas y con profundidad, se encontraron con el gato de Móstoles. Iker Casillas apareció (ver), como siempre, cuando más se le necesitaba.

Una vez disputados los 90 minutos reglamentarios, los dos equipos se la jugaban en la prórroga. Se había completado una de las mejores finales de la historia. Los dos equipos habían ganado a los puntos un tiempo cada uno. Los dos equipos habían exhibido su sistema y su modelo de fútbol mostrando que los dos son válidos para ganar. El del Madrid no fue el echarse todos atrás sin presionar, porque se dijo que el 5-0 de la ida liguera en el Camp Nou llegó por jugarle de tú a tú al Barça y eso es una falacia porque aquel Madrid espero al Barça, con la línea defensiva más arriba que en el Bernabeú en la segunda vuelta, pero apenas le presionó, ya que los jugadores estaban estáticos en sus posiciones cual muñecos del futbolín incapaces de robar la pelotita a los pequeños del conjunto culé.

Llegó la prórroga y ahí apareció Cristiano Ronaldo. Si el portugués no llega a marcar ese gol se hubiera llevado unos palos tremendos por lo que había hecho los 101 minutos anteriores de partido. En los primeros 90 minutos exasperaba verle sin presionar cuando todos sus compañeros se mataban corriendo en cada balón. Además, no estuvo fino con el balón y las ocasiones que tuvo las marró sembrando las dudas de si iba a aparecer en un partido decisivo. Pero en el minuto 102 apareció. Minutos antes, ya había avisado con una arrancada de potencia y velocidad que concluyó con un disparo duro cruzado que se fue por poco. Entonces se comprobó que había merecido la pena para el Madrid que CR7 fuera liberado de la presión. Y llegó la jugada del gol. Un centro perfecto, buenísimo de Di María, que se fue por velocidad de Dani Alvés y la puso con la zurda como los extremos eternos. Y ahí se elevó Cristiano al cielo de Valencia. Como un Michael Jordan vestido de blanco se quedó flotando en el aire y cabeceó como mandan los cánones para desatar una euforia merecida entre los madridistas.

Dentro de unos años se comprobará si la final del gol de Cristiano en la que el Real Madrid dirigido por Mourinho ganó al todopoderoso Barcelona de Cruyff fue un punto de inflexión para que el conjunto merengue recuperara el dominio del fútbol mundial. Queda por ver si consigue meterse en la final de la Champions en Wembley. Si lo consigue habrá dado otro gran paso para cambiar la tendencia. Y si pasa, o pasa el Barça, será el gran favorito para ganar la Liga de Campeones 2011, su ansiada Décima. Y lo hará (ya lo ha hecho ganando la Copa) ayudado por un gran entrenador que es José Mourinho, que demostró, cuando debía hacerlo, que es uno de los mejores del mundo. Pero eso no quita para reprocharle que en su centenaria historia el Madrid ha ganado todo con buena educación, porque no es necesario ser un borde o un antipático para ganar. Es mejor ganar cayendo bien y sin crear problemas y polémicas con todo el mundo.

El fútbol es un estado de ánimo. Esa es una de las frases de Jorge Valdano que se cumplen cíclicamente. Se han jugado dos de los cuatro clásicos y al Madrid le han valido para decretar el estado de optimismo que pueden tornarse en aún mayor felicidad si consigue que el Barcelona en la Champions. Volveremos a analizar los planteamientos de Mourinho. El de Mesatalla fue perfecto demostrando que se le puede jugar, con distintas armas, de tú a tú al Barça. Para la ida y la vuelta de las semifinales de la Champions puede elegir de nuevo poner el autobús, como hizo con el Inter la pasada campaña lo que impidió al Barcelona cumplir su sueño de ganar una Champions en el Bernabéu y lo que permitió al portugués fichar por el Real Madrid con la única misión de ganar al Barça. Ya lo ha conseguido en la Copa del Rey. Pero el madridismo quiere más. Quiere escenificar un cambio de ciclo que un lustro se comprobará si se ha producido. O en tres años, porque los ciclos futbolísticos cada vez son más cortos. El madridismo quiere ya la Décima.


P.D. Lo del atropello del trofeo de Copa por el autobús descapotable que conducía a los campeones a Cibeles no deja de ser una anécdota. Es cierto que es más propia la escena para que le sucediera a otros equipos. También puede ser una metáfora de lo poco que se disfrutan los títulos. Cuando se gana hay que saborear el triunfo. Porque aunque hayas ganado mucho, en la vida no se puede ganar siempre. Como dijo Wiston Churchill, "El éxito es ir de fracaso en fracaso sin perder el entusiasmo ni desesperarse".

Escrito por Matallanas | 4:05 p. m. | Enlace permanente

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