El difícil arte de sobreponerse a todo (Por Alfredo Duro)
¿os suena?
Por Alfredo Duro
Mientras me sobrepongo a la fatiga y el cansancio al que he sido sometido por la inagotable secuencia de acusaciones hacia el estado del terreno de juego en el que la selección española se ha visto obligada a jugar en Lituania, se confirma a través de la decisión del Juzgado de Primera Instancia número 63 de Madrid que, efectivamente, estamos en manos de la clase dirigente futbolística más impresentable del continente. En realidad, y en el supuesto que la juez no hubiera dado el visto bueno a las medidas cautelares solicitadas por algunos de los clubes que forman parte de esa caricaturesca organización llamada Liga de Fútbol Profesional, su condición de impresentable sólo podría haber cambiado hacia grotesca teniendo en cuenta la absoluta falta de sentido del ridículo que han demostrado quienes, por igual, son capaces de posicionarse a favor de un cierre patronal al mismo tiempo que celebran la decisión judicial de dejar el camino libre hacia el desarrollo normal de la jornada de liga prevista para el fin de semana. ¿Doble moral? No. Simplemente irresponsabilidad y enfermiza obsesión por hacer de la confusión el elemento natural en el que discutir los problemas del fútbol.
Los mismos que durante los últimos días se han ensañado hasta el agotamiento con las impresentables condiciones del estadio Darius y Girenas de Kaunas, tuvieron la desfachatez de mirar hacia otro lado hace no mucho tiempo -octubre de 2006- cuando Maxi Rodríguez, por entonces jugador del Atlético de Madrid, acabó en la mesa de un quirófano como consecuencia de las infames condiciones del ¿césped? de la Nueva Condomina de Murcia en un partido que, aplicando el mismo tipo de exigencia que ahora nos hemos atribuido, nunca debió haberse jugado. ¿Dónde estaban entonces los defensores de la responsabilidad y la integridad del juego? Aquello, para refrescarle la memoria a tanto farsante, acabó con una posible denuncia del Atlético de Madrid que, finalmente, se resolvió con la concesión de una final de la Copa del Rey en el estadio Vicente Calderón. Aquellos que siguen teniendo problemas de memoria deben saber que al equipo que cede el campo para la organización de una final se le “compensa” económicamente en la medida que corresponde a la importancia del evento. Así funciona esto. Y no está el fútbol español, en las condiciones actuales, como para ir dando lecciones de moralidad ni organización.
Por encima de toda esta hoguera de conflictos y ambiciosos intereses económicos sigue estando la campeona del mundo. La extraordinaria demostración de personalidad futbolística que la selección española nos ha regalado en Lituania despeja gran parte de los focos de sospecha que, también reiterada y cansinamente pretenden aplicarle a Del Bosque y su gente los nostálgicos del Antiguo Régimen. España empieza a dar claras señales de su predisposición a aprender a manejar la difícil tarea de vivir constante y permanentemente como campeón del mundo. Eso que selecciones como Brasil y Alemania han manejado con mano de hierro durante largas épocas, parece ser el último reto para esta generación inolvidable. Sobrevivir a la clase de emboscadas que les preparan los que dirigen el negocio les eleva a la categoría de divinidades. Se atreven con todo y les pueden a todos. Empiezo a creer en los milagros.
Duro ¿os suena?
Escrito por Matallanas | 6:57 p. m. | Enlace permanente