LECTURA: Bilardo, su prehistórico vídeo y la Virgen de Luján
EL VÍDEO DEL NARIGÓN
Y quedamos con Carlos Bilardo, el ex seleccionador argentino que ya me había atendido muy bien cuando Maradona estaba ingresado luchando por sobrevivir un año antes. Abríamos El Tirachinas con Bilardo, había que estar a las siete de Buenos Aires en su casa, Salgado y yo salimos con tiempo, pero los piqueteros nos obligaron a coger el metro para llegar a la cita. A las doce y cuarto de España estába Bilardo entrando por teléfono con Abellán. Su casa estaba llena de niños. Una clase entera había ido a su casa porque estaban estudiando historia de Argentina y en los 80 les tocaba el Mundial 86. Bilardo, como un abuelo entrañable, les enseñaba fotografías a los chavales y les contaba anécdotas. Dejó a los chavales merendando para enseñarme una de las reliquias que guarda en su domicilio: el primer vídeo que utilizó en su carrera. Un pedazo Sony que pesaba un montón. "Me lo llevaba siempre de viaje. ¡Cómo pesa, che! Muchos de mis jugadores de entonces que me criticaban por ponerles vídeos, por analizar al rival, hoy son entrenadores y utilizan los DVD... para analizar al rival..." Entre las muchas cintas de vídeo eligió una para enseñarme: 'entrenamiento y asado con el Sevilla'. Aparecían Monchi, Bango, Pinedita... el Sevilla del '¡písalo, písalo!, meses antes de fichar a Maradona. "¿Por qué grababa el asado?" "Porque ahí se ve como está funcionando el grupo, quien está integrado y se pone a contar chistes, quien está a lo suyo. Sirve para hacer equipo". Entre las fotografías que mostraba a los escolares no había ninguna con el trofeo de la copa del Mundo de México. "Dije, ya me la haré cuando ganemos el Mundial de Italia y en aquella final, cuando vi pasar a Matthaeus con la Copa le dije, párate, déjame hacerme una foto con la Copa..." Bilardo cuenta todo atropellado, pero con gracia. Su talante es inmejorable y hasta los más menottistas conectarían rápido con su humanidad desbordante. El Narigón no para de un pasillo a otro de la casa. Su mujer, encantadora, atiende a los niños. Después de fotografiarnos con el prehistórico vídeo y las cintas, me enseñó la Virgen de Luján, que estuvo en el vestuario como un jugador más. La Virgen que también ganó el Mundial de Maradona. Me regala un libro suyo, me lo dedica, me pide mi teléfono para que ayude a un familiar que tiene que venir a Madrid. Y hasta otra.
Escrito por Matallanas | 4:50 p. m. | Enlace permanente