Después de la emocionante noche vivida en el Santiago Bernabéu, que por momentos se asemejó al Santiago Bernabéu de los 80, el de los ciento y pico mil espectadores con los fondos, lateral y gallinero de pie (sé de que hablo, fui a esa campo bastante de pequeño de la mano de mi padre, madridista de pro), una afición que recuperó el orgullo de ser madridista y que creyó en el milagro, pero que se quedó con la miel en los labios y sin final de Copa cuando la remontada era posible. Después de esa intensa noche de trabajo me fui con José Manuel Estrada a picar algo a De María. Cuando salimos del Bernabéu (a las 00:43) aún estaba allí Zidane que no alcanzaba a miccionar para el control antidoping (no me extraña con todo el líquido que pierde en un partido). Y en el De María, tras dos preguntas de las cámaras del corazón al Pipi en la puerta, no paramos hablar del partido. Allí estaban José Pekerman, seleccionador argentino, con su agente José Parra, y compartiendo mesa, mantel y prolongada tertulia con Ángel Cappa y con el seleccionador argentino de baloncesto. Justo cuando entramos, Pekerman estaba felicitando a los hermanos Milito que se habían acercado a su mesa a saludarle. Pekerman, que está de escala por España para hablar con todos los internacionales, le dijo a Diego Milito que aprovechase la oportunidad en el amistoso del 1 de marzo ante Croacia, para el que le ha convocado.
A Ronaldo, que estaba con la familia, no se le vio por el salón. Gaby Milito y Roberto Carlos coincidieron en los servicios y charlaron un rato largo del partido. Un cachondo le dijo a Milito cuando volvía a su mesa: “¿Qué tal la rodilla?” Y Roberto se acercó a nuestra mesa para lamentarse de lo cerca que lo habían tenido. Antes Baptista nos aseguró que le habían hecho un penalti y que algún jugador del Zaragoza le dijo que estaban “cagados” y que les podían haber metido ocho, después de haber marcado tres goles en diez minutos. No hicimos otra cosa que hablar del partido, como imagino que llevaréis hablando de lo mismo toda la mañana.