LECTURA. El caso Ronaldo
Viaje de Frankfurt a Hong Kong como un marqués, en Gran Clase con todos los internacionales brasileños que venían de Europa (los del Madrid, los del Milan, Ronaldinho, entonces en el PSG…). Todo iba bien, sensacional diría, porque en esa clase tienes una cama y ‘sobas’ todo el viaje, sólo me despertó alguna vez Ronaldo vacilando, hasta llegar a Hong Kong. Llegamos con dos horas de retraso, el vuelo de enlace a Guangzhou nos esperó todo ese tiempo porque viajaba el grueso de la selección brasileña. El cambio de avión había que hacerlo contrarreloj. Entonces, no me daba tiempo a salir a la terminal y comprar mi billete, cuando escuché a la señorita que tenía todos los pasajes de los brasileños que buscaba desesperadamente a Flavio Conceiçao y el entonces madridista no la hacía ni caso, le pregunté:
-Flavio, ¿tú tienes tarjeta de embarque?
-Sí, ya me la ha dado.
-Pues pídesela otra vez, que está diciendo tú nombre y es que yo no tengo y sino me quedo en tierra. Hazme el favor.
Flavio se la pidió y me metí en el avión con toda la tropa de vacilones brasileños con Ronaldo a la cabeza. No estaba la prueba superada. Al hacer recuento de las tarjetas vieron que la de Conceiçao estaba duplicada y empezaron a llamar por la megafonía del avión a Flavio, que levantó la mano y enseñó su tarjeta al sobrecargo.
-¡No digas nada que me echan!-, le supliqué yo que estaba sentado delante de él.Y Flavio aguantó el tipo ante el cachondeíto de todos sus compañeros cada vez que repetían su nombre. Y, con el mosqueo de todos los chinos que llevaban embarcados tres horitas, el vuelo despegó y aterrizó en Guangzhou una hora después.
La entrada
Allí debía hacer yo todos los trámites para sacar mi visado. Pero la escena se desarrolló a cámara rápida. Los brasileños firmaron cada uno un papel en un mostrador donde les esperaban con su visado de grupo y se fueron todos juntos hacia la salida. La locura se había desatado, todos los presentes en el aeropuerto querían un autógrafo, una foto de los internacionales y la policía hizo un cordón para protegerlos, de tal manera, que me salí a la calle sin visado ni nada junto a Oscar Ribot y Carlos Martínez, enviados especiales del As, a quienes esperaban en un coche que nos llevó al hotel donde los brasileños eran recibidos con honores de jefe de Estado. Allí me esperaba Antonio Bao, el jefe de Titan Sport, el periódico chino que tenía por esas fechas un acuerdo de colaboración con Marca y que había sufragado parte del viaje para que yo viajase en Gran Clase con los brasileños.
-Antonio, he entrado sin visado, tengo que sacármelo.
-No te preocupes que somos amigos del embajador de España y nos lo arregla.
Me trajeron comida china para cenar. Abrí el ordenador. Saqué las fotos, escribí la crónica del viaje para Marca y a dormir.
Al bajar al desayuno me estaban esperando impacientes Ribot y Martínez:
-Mata, no veas la que se ha liado. Nos vino a buscar ayer la policía porque cómo salimos del tirón no sellamos los visados (que ellos si llevaban) y vinieron a por nosotros. Lo arreglamos y preguntamos que qué pasaba si alguien entraba sin visado y nos contestaron: ‘Imposible. Eso no ha pasado en los 46 años que lleva el régimen comunista. Si alguien ha entrado así no puede salir del país’. Tío, arréglalo que sino te quedas aquí.
Yo no estaba nervioso, confiaba en la opción del embajador que manejaba Antonio. Hasta que el embajador, horas más tarde, comentó que no podía hacer nada. El temita se empezaba a poner grave. En Madrid, en la redacción, esas primeras horas se lo tomaban a cachondeo porque realmente no parecía tan grave. Me centré en mi trabajo de la previa del partido. Tras el entrenamiento hice un reportaje fotográfico a Ronaldo con un símbolo chino que significaba ‘matador’ (no fue sencillo porque por la mañana Ronie me había mandado a paseo en el agobio de la visita a unos grades almacenes y me dijo que no se hacía foto. La discusión la oyeron redactores de la competencia de Titán y al día siguiente salía mi foto discutiendo con Ronaldo con un pie que ponía: Ronaldo pasa de Marca). Pero al salir de entrenar Ronie se tiró el rollo, como siempre, y me acosté aún tranquilo porque Bao iba a hacer las gestiones pertinentes para arreglar lo del visado al día siguiente, en la mañana del partido.
Ese día (12 de febrero de 2003) salía un artículo mío con foto en la portada de Titán Sport. Cuando bajé a desayunar, algunos de los aficionados que se agolpaban en el hall del hotel mascullaban algo parecido a Matallanas. Yo creía que había una cámara oculta y se estaban quedando conmigo, hasta que llegaron varios con el periódico para que les firmara en la portada encima de mi artículo (yo sabía que salía un artículo mío, pero no en portada y con foto). Esos autógrafos me reforzaron algo el ego, pero lo del visado me tenía cada vez más fastidiado.
Bao llevaba ya dos horas de comisaría en comisaría y las noticias no eran buenas. Nadie se creía que yo hubiera pasado sin visado.
-Vete a comprar algo para Ana, que yo voy al aeropuerto y lo arreglo con toda mi fuerza-, me decía sin mucha fe Antonio que llevaba desde las ocho de la mañana negociando con las autoridades chinas.
Estábamos comprando Carlos Martínez y yo unos ‘Louis Vuitton’ de dudosa legalidad cuando volvió a llamar Antonio Bao.
-Coge un taxi y vente deprisa al aeropuerto. Ven, muy, muy rápido.
El careo
Me esperaba Antonio Bao con más de una docena de policías. Antonio les mostró el periódico para que comprobasen de entrada que yo ere el mismo que salía en portada. Al jefe de la policía le traía al fresco que el tío de la boina del periódico (el más vendido de China) fuera yo. Empezó a hablarme como si le entendiese. Me llevaron a la sala de llegadas. Antonio me traducía. “Dice que por dónde saliste”. Yo señalé la puerta. “No, no, dice que lo escenifiques”. Y me ves a mí reproduciendo la escena. “Pues iba por aquí, Ronaldo iba a mi derecha, Flavio a mi lado, Ronaldinho, por delante, Dida, aquí a la izquerda…” Y al pasar por un corte con unas vallas bajas entreabiertas, que el día que llegamos no se veía nada por el tumulto, aquel policía, con una gorra tan alta como la de Pinochet, empezó a dar voces y a hacer aspavientos. Yo ya me veía en una cárcel china. Antonio me tranquilizaba haciéndome gestos con una mano por abajo. “¿Pero qué dice?”, le preguntaba impaciente yo a Antonio. Resulta que en ese corte debía haber dos policías y eran los grandes responsables de que yo estuviera ahí sin visado. Yo les dije que ellos no tenían culpa de nada, que era imposible controlarlo… Y el tío que no, que no, y seguía gritando.
La tensión se había rebajado, pero no había desaparecido. Tocaba estudiar mi caso. Me metieron a un despacho con un gesto universal de ‘qué hacemos con este’. Yo no tenía ni billete de vuelta a Hong Kong. Me hicieron comprarlo para empezar a hablar. Y en lo que estaban debatiendo como me sacaban de allí al día siguiente (estábamos a dos horas del partido), yo, al buscar mi pasaporte, saqué de la maleta de mi ordenador unas fotos que llevaba de Ronaldo. Se entusiasmaron al verlas y empezaron a poner condiciones. “¿Qué si tienes más?”, me traducía Antonio. “Sí, dejé cuatro en la habitación que luego me iba a firmar Ronaldo para los compañeros de Titan”. “Pues dice que éstas y esas tres las tienes que traer mañana firmadas. Y un balón”. “¡Lo que haga falta!”, exclamaba yo superfeliz mientras el gerifalte ya prestaba atención a mi foto en la portada de Titán. Y esa fue la condición, que me firmara Ronaldo seis fotos y un balón. Aunque Antonio se la jugaba porque dejó su carnet de identidad en deposito y si yo no aparecía el iba a la cárcel.
China empató a cero con Brasil, Flavio no jugó ni un minuto, como le había pasado en todos los viajes con la ‘canarinha’ de aquel año y Ronie no igualó aquel día el récord de goles de Zico. Pero eso era lo de menos. Mi obsesión era como salir de China. Veía a Antonio nervioso y me veía en una cárcel china. De la redacción Elías y Palomar llamaban con un tono más preocupado.
Los autógrafos
Apenas dormí aquella noche. Llegué al aeropuerto una hora antes que los brasileños. Nos esperaba el director del aeropuerto. Aunque no fue todo tan sencillo y hubo un problema para que me dieran la tarjeta de embarque (porque no tenía el visado, claro). Tuvieron que subir dos policías para que el del mostrador hiciese la vista gorda. Y luego, en el control de pasaportes, la funcionaria no ocultó su enfado y escenificó que estaba siendo obligada a hacer un fraude y me miraba como un delincuente. Ya estaba dentro, esperando con las fotos y un balón a Ronaldo (le había podido ver brevemente la noche anterior en zona mixta y le expliqué el tema y me dijo que me firmaba luego, pero después no le puede ver en el hotel. A Flavio se lo conté con más detalle y se reía). El director del aeropuerto no paraba de preguntarme cuando llegaba Ronaldo y había gente observándome por todos los lados. Antonio y yo nos fumamos diez cigarrillos cada uno en menos de una hora. La tensión era muy, muy grande.
Y allí aparecieron los brasileños. Ronaldo iba hablando por teléfono (Ribot le estaba metiendo en directo en El Larguero). Y cuando pasó a mi lado, riéndose, hizo el ademán de darse la vuelta y pasar de mí. Se me dio un vuelco el corazón. Me quedo aquí, pensé. “Ronie, tío”, le grité con un hilo de voz. Y se dio la vuelta. “Tranquilo matador” Y firmó las fotos y el balón, que ya tenía autógrafos de todos los brasileños que habían pasado… Se lo di al director del aeropuerto y pasé para adentro. Iba flotando. No me despedí ni de Antonio. En el avión Flavio, Dida, Roberto Carlos, Ronaldo me hacían bromas. “Detengan a ese”, gritaban a las azafatas. Yo iba flipando. En Hong Kong, cuando esperábamos nuestro vuelo a Europa, un empleado del aeropuerto me pedía mi pasaje de ida (el duplicado de Flavio, digo), me preguntaba que cómo había viajado a Guangzhou, que no estaba mi nombre registrado. Yo no le di ni bola, le dije que me lo había dejado en el hotel de Guangzhou… Ronaldinho estaba escuchando música y me senté a su lado para relajarme… En las doce horas de de vuelo de regreso a Europa (hicimos un Hong Kong-París, creo) volví a activarme e hice varias fotos: a Roberto Carlos con Amoroso (para el enfrentamiento de Chapions Borussia Dortmund-Real Madrid), a Dida y Roque Junior con Flavio (por si se producía un enfrentamiento Milan-Real Madrid). A Emerson con Cafú (porque iban sentados juntos). Y llegué a Madrid tras coger otro escala junto a Ronaldo y Flavio Conceiçao, también volando en primera. “Tómate un whisky, Matador, que ya llegamos a Madrid”, me dijo Ronie. Cayeron dos Cutty Shark con Coca Cola Light.
El ‘corto’
Pero ahí no acabó la cosa. Al día siguiente, al llamar a Antonio Bao a ver como le había ido la cosa me contó que lo de mi visado, mi no visado, mejor dicho, había saltado a los periódicos. Se llamaba ‘El caso Ronaldo’: Contaban como un periodista (no daban nombres sino no hubiera podido volver a entrar en China en agosto de 2003 en la Asian Tour madridista ni en 2005, también en la gira madridista) había pasado sin visado al país por la supuesta negligencia de dos policias. Y explicaban, con más o menos detalles, que había salido gracias a la ayuda de Ronaldo. A los dos policías que supuestamente tuvieron la culpa de que me colara en China sin visado les despidieron. Menuda faena ya que los policías en China cuentan con un sueldo por encima de la media y les dan casa. Uno se lo montó bien y salió en varios programas de televisión explicando el caso, dio juego y creo que se colocó en la televisión local de Guangzhou. Del otro no volvimos a saber nada. Algún amigo le está dando vueltas para que hagamos un corto con la historia. Igual no quedaba mal…
Escrito por Matallanas | 10:06 a. m. | Enlace permanente