El Rincón de Judas
ESPAÑA SIGUE NECESITANDO AL SABIO (II)
Por Antonio Sanz
Un entrenador de Fútbol, que no es Luis Aragonés, me dijo hace varios años que lo grande de este deporte (ahora ya ‘show bussiness’ o espectáculo y negocio) es que la victoria tiene muchos padres y la derrota sólo uno: el que hace la alineación. Pues bien, ahora que toca derribar a Luis, –cómo antes a Luís Suárez, Vicente Miera, Javier Clemente o Iñaqui Saéz… y Camacho porque se fue cinco minutos antes de que empezaran los bombardeos de medios y afición- sigo manteniendo que el ‘Sabio’ no es el único culpable de lo que ha sucedido en Belfast.
La imagen de Luis en el banquillo, unido a su posterior acto de inculparse tras la dolorosa derrota, no fue lo mejor para una afición quemada a decepciones. En algunos momentos vimos cierta desidia en el seleccionador. No me gustó. Y lo segundo, es un guiño, muy ‘aragonesista’ al vestuario… o a los que todavía creen en él. Ya comenté que hubiera sido bueno, porque las caras nuevas son necesarias, una revolución en la lista de 22 jugadores tras el Mundial. Volver a insistir en casi los mismos es un error. Algunos –Míchel Salgado, Marchena, Albelda, Juanito… y hasta Raúl- deberían salir ya de un grupo que sólo levantó la voz en Alemania cuando vieron que se perpetuaban en el banquillo tras apabullar a Ucrania. Aquí es dónde hecho en falta el puñetazo en la mesa de Aragonés. Es el momento de añadir a los Albiol, Zapater, Raúl García, Silva o Kepa, que tan buen rendimiento están dando en la sub-21. Junto a los Casillas, Puyol, Xavi, Xabi Alonso, Torres, Villa o Luis García alcanzarán la madurez necesaria y conformaremos un grupo plagado de optimismo. Incluso, darle la oportunidad a otros como Cani o el espanyolista Luís García. Lo que también es necesario es recuperar al 'Sabio' que llegó: un técnico apasionado por el cargo. Aquel que te llenaba horas de tertulia explicando las mejoras que llevaría a la Selección. O ese Luís socarrón y gesticulador que sabe lidiar como nadie a los medios. O ese Aragonés que tanto respeto y admiración genera entre los jugadores y con quienes repasa de memoria los viejos -que no por eso se deben dejar de utilizar- códigos de vestuario.
Lo que no me gusta son determinados detalles que están separando a Aragonés de los que habitan la parte noble de la Ciudad del Fútbol. No es bueno que el contrato aún no esté firmado –porque denota desconfianza- por el seleccionador. No es aconsejable que se le otorguen plenos poderes de director deportivo en una reunión con el secretario general, que incluso se anuncien, para posteriormente el presidente devolver las cosas a su sitio. No es positivo que al llamado ‘seleccionador del consenso’ -¿recuerdan la gran sentada?- se le retire el crédito con dos derrotas en casi treinta partidos.
Con toda esta coctelera, creo que la solución no pasa por la marcha de Luis. Sí creo en que el seleccionador debe rectificar en algunos aspectos. Como le decía a mi querido Alfredo Duro en ‘La Futbolería’ de Onda Madrid, la solución no es quitar a Luís y poner a Del Bosque. Sería más de lo mismo. Apuraríamos la bocanada de aire fresco que sin duda traería Vicente para después volver a caer en los mismos errores porque, hagamos autocrítica, a lo mejor es que no somos tan buenos como nos creemos.
Termino contestando a mi amigo José Manuel García. No creo que la afición desconecte o cambie de canal o pierda gancho: miles de españoles viajaron hasta Alemania o lleno total en Badajoz, por poner los dos últimos ejemplos. Incluso, las audiencias dieron tantos televidentes ante Liechtenstein como en la final del Mundial de Baloncesto. Luís, ¿gagá?. Es el mismo técnico que en el mes de junio tenía pleno para seguir al frente del grupo. ¿Las concentraciones? Te garantizo, que han sido seis años, que son todas igual de tristes y aburridas. ¿Raúl? Tira del cursor para arriba. ¿Contacto entre técnicos? Estoy de acuerdo, se debería ayudar más a la Selección desde los clubes. En fin, demasiados pulsos de vanidades en torno al balón. El que se lleva las patadas y nunca se queja…
TIRA DE TRES
Vaya por delante mi más sincera enhorabuena a los campeones del mundo de Baloncesto. De verdad, me alegro. Va sin ironía ni hipocresía. Va de frente. Y me alegro por su deportividad, por su valentía, por su compañerismo y por su lealtad al entrenador. Son los mejores y lo han demostrado. Sólo Argentina nos apretó y sólo nos faltó apabullar a los Estados Unidos. Al tiempo. Pero lo que no me gusta nada es lo que voy a llamar el ‘síndrome de Estocolmo’. Es decir, el repentino amor que ha nacido entre el deporte de la canasta y una parte de nuestros periodistas y una parte de nuestra afición. Me quedo perplejo cuando leo que la encuesta de Marca dice que un 36% aplaude el éxito del Basket como el mayor logro del deporte español. Y pregunto, ¿dónde estaban los votantes internautas cuando subieron a lo más alto el Balonmano, el Fútbol Sala, el Hockey sobre patines o el Waterpolo? ¿O que hacían en verano cuando las gestas de cinco Tours de Indurain? ¿O habían perdido la señal de televisión cuando el Tenis ganó la Copa Davis? ¿O qué hacen los domingos? ¿No salen en pantalla ni las Motos ni la Fórmula Uno? Por no recordar a Cacho, Carballo… o a los campeones olímpicos de Fútbol en Barcelona’92. Me gusta que la victoria tenga tantos padres, pero alguno estaría mejor tapadito (o que dejara huérfano el éxito) porque lo que se dice desde 6.25 metros lo más que han embocado es un hielo en el fregadero.
EL ADIOS
Joan Solsona reproduce en Marca unas palabras de Rafa Nadal tras recibir en el vestuario a Andre Agassi. Uno, que se emocionó con el tenis de McEnroe, -aunque no respondo ni a tres bolas seguidas cuando he acabado en una pista- aplaude el gesto de los Nadal, Roddick, Verdasco o Santoro. “Entró llorando al vestuario y nos pusimos en pie para aplaudirle”, dijo Nadal. Claro, acababa de cerrar su carrera uno de los mejores de la historia. Entonces, me ha venido a la cabeza un momento que viví en las tripas del Calderón. Para muchos es un grande, para mí también por motivos que algún día contaré, me pasó lo mismo cuando Carlos Aguilera colgó las botas en el Atleti. Aguilera, que es el cuarto jugador en la historia que más partidos ha jugado con la rojiblanca –sólo le superan Adelardo, Tomás y Collar-, bajó al vestuario cuando todo había acabado. Tras ducharse, y en silencio, me trajo una cerveza (una Mahou 5 estrellas para los apasionados de la cebada). El se abrió otra. Brindamos. Era su punto y final a una brillante carrera. Arriba, se jugaba la segunda parte.
LA BICI
Me he aficionado a montar en bicicleta. Lo hice cuando era adolescente y ahora he recuperado la costumbre. Me viene bien para mi lucha con la báscula. Pero lo que me tiene ‘quemao’ es la nula cultura que hay en nuestra ciudad –Madrid-. Vivo en el distrito de Arganzuela. Y nuestro político en cuestión habilitó un carril bici por todo el llamado ‘Pasillo Verde’. Pues bien. La realidad es otra. Tienes que esquivar niños, perros, cubos de basura, excrementos, paseantes, padres con carritos con el bebé dentro, camareros con bandeja que casi te colocan la chapa del refresco en el casco, los y las que hacen footing, patinadores, aprendices de ciclista, niños con monopatín… Pero lo más grande es que toda esta fauna se divide en tres: los que se asustan –cuando pasas-, los que te desafían –con la mirada- y los que ni se inmutan –la mayoría-. En fin, será momento de pasar al asfalto.
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Escrito por Antonio Sanz | 1:01 p. m. | Enlace permanente