La noche de luna llena que me enfadé con el mundo, niño Puerta (Por José Manuel García)
el butacón del garci XXV
Por José Manuel García
Esta noche estoy enfadado con el mundo y con la luna llena que revienta de blanco tu noche. Quiero cerrar los ojos del corazón para no dejar pasar ese soplo de presente que me abre el alma y me revienta las tripas de dolor. Quiero ver tus ojos, tu sonrisa, esas piernas largas que siempre llegaban al lugar exacto, al embarcadero donde una noche se inundaron de felicidad tantas cabezas y cuerpos sevillistas. Cuánto me diste, Antonio, niño, aquella noche.
Un zapatazo tuyo, Antonio Puerta, derrumbó paredes de oscuridad, lustros de sequía infame, de cánticos sin voz y lunes agachados bajo la mortecina vela de otra derrota. Tú y tu juvenil gente me devolvieron a la autopista, al camino de triunfos, me trajo una bendita sed que devoró alegrías y nos llenó los bolsillos de autoestima.
Te tengo que decir, Antonio, que una mañana de hace un año, paseando por la calle principal de Atenas, me tiré un farol. Me acerqué a ti y te dije:
- Tú sigues así, niño Puerta, que Luis Aragonés te va a llamar para la selección. En la próxima, seguro que te llama. Me lo han dicho mis amigos de Madrid.
Recuerdo que los ojos se te pusieron como las bandejas de zinc de los camareros del Café Gijón: grandes, resplandecientes.
-No me vaciles, que sabes que yo estas cosas me las tomo muy en serio.
-Oye, niño, que yo con estos asuntos no bromeo.
Y me alejé de ti, aunque seguí mirándote de reojillo. Observé cómo estirabas el cuello y driblaste una piedra milenaria de puro contento. Parecías Beckembauer. Yo, Pinocho, rey de los insensatos.
Pero te llamó Luis Aragonés, aunque yo, como penitencia, me impuse una dieta estricta de humildad y silencio. Puerta ya era internacional, príncipe de nuestras ilusiones, el aventador de nuestras dichas, un jugadorazo de flequillo rebelde y gatillo infalible. Jamás podré olvidar el capote de lunas en el que se enganchó Puyol una tarde de Mónaco o la manivela de duendes en la que vagaron perdidos los rivales un domingo de goles en Nervión. Tú, niño Puerta, llevaste la bandera por muchos rincones olvidados y le diste corazón a este amanecer sevillista, un corazón que ha cantado cinco veces ‘campeón’ y gloria otras tantas veces.
En plena sinfonía luces, la muerte corneó tu vida y nos abrió el alma en canal. Ahora no quiero respirar la noche porque la noche no me trae tu aliento, ni tus ojos, ni tus piernas, ni tu voz. Sólo me dice que te fuiste a otro lugar, a contarle bajito a tu abuelo y a mi padre el agujero que le hiciste un día al Schalke. Y les mostrarás, niño Puerta, la llave que sirvió para abrir el paraíso a tantos sevillistas. Pero yo me quedaré aquí, enfadado con esta luna llena que dejaste, buscando ese gol imposible, una gambeta mágica, con el corazón roto y las manos llenas de lágrimas.
Escrito por Matallanas | 2:18 a. m. | Enlace permanente