Cuando la memoria regresó a 1974 (Por Antonio Sanz)
el rincón de judas. artículo publicado en público
Por Antonio Sanz
Tengo un testigo. El ‘doctor hambre’, como le bautizó el grupo, Jorge Candel. Estaba sentado junto al seleccionador en el hall del ferroviario hotel madrileño donde pernoctaba España. No disparé. Me limité a saludar. Me rendí a lo que estaba seguro. “Hola Luis. ¿Cómo está? Le veo bien”. “Prensa, usted está cómo siempre”. “Más relajado”, le respondo. “No me extraña. Ya no está en el Atleti. Entonces, ¿le va bien?”. “He venido a desearle buena suerte. La buena suerte que usted reclama. Y creo, vamos a ganar la Eurocopa. Que lo tengo claro”, sentencié. “Gracias, Antonio. Pero no se venga arriba”. Me refutó. Miré a Candel que no me conoció. Giré el cuello. Me di la vuelta satisfecho y salí a la calle para compartir un rato con Paredes y Mendiondo. “Le he dicho al ‘abuelo’ que vamos a ganar”. “Si es así estás invitado a la fiesta”, me dice Paredes. Por cierto, promesa, que no cumplió. Que más da, ya tuvimos suficiente jaleo… y César es otro testigo de lo ocurrido.
Lo dijo Luis Aragonés en la charla previa a la final de Viena: “La final no se juega, se gana”. Entonces, el ‘sabio’ se trasladó a 1974. Marcó un golazo que no sirvió porque nos comimos el tiempo. Pero esta vez era consciente de que tendríamos tiempo. Quedaban pocos minutos para encarar un partido en el que todos dudaban menos el mister. Transitaba sobre una alfombra extraña. Lo tenía claro. Le había dicho a su familia que no se dejara extrañar por el viaje. Estaba seguro. Le dijo a Pepa que era el momento. “Ven, que vamos a ganar. Te lo dice Luis”, me cuentan que confesó a su esposa en la previa de la previa. Y no falló. Como tampoco antes cuando tras ganar en los penaltis a Italia se presentó ante el grupo para destronar al ‘rey’ Arshavin. El ruso era la estrella del campeonato y Luis sabía que el 4-1 era difícil de repetir, salvo con una motivación extra. Por eso, les habló a los suyos de güisqui y de tabaco, de partida de cartas y falsos rublos, de juego y de azar. Tan impactante fue el mensaje que hasta Puyol reconoce que es la mejor charla que le han dado antes de un encuentro. Aún guardaba un naipe marcado para la final. La ausencia de Villa focalizaba el gol en Torres. Tampoco erró, aunque no obtuvo pleno. Besó en la frente al ariete como antes hizo en el vestuario del Calderón augurando doblete. La madera lo evitó. Atrás quedaron idas y venidas, acosos mediáticos desenfrenados, intentos de rasgar sietes en las convocatorias y propuestas clandestinas de continuidad con el título esperando a la vuelta de la esquina. Creo que lo mejor para todos era la salida de Aragonés por la cantidad de enemigos ganados mientras cercaba el objetivo. Porque nada mejor que marcharse con Matrícula de Honor en la evaluación final…. aunque los jugadores no piensen lo mismo. El primer manteo nocturno en Las Palmas, tras clasificarse para la fase final en Austria, abrió una corriente de confianza mutua que nunca se perdió. Es más, creció sin freno. Pero cómo cuenta Luis de su amigo Chenel, “el miedo al fracaso hace cortar las dos orejas y el rabo”. Así llegamos al final: puerta grande y a conquistar Turquía. Porque ganamos. Y Luis se sacó la espina que clavaba en su ser desde 1974. Bien es cierto que ni era Bruselas, ni campaban en la grada las rayas rojas y blancas. Pero sí eran alemanes. Y aunque él no marcó, sí lo hizo otro atlético, como él había pronosticado. Todo quedó en casa. Y lo mejor, nadie perdió un instante buscando al maldito ‘pupas’.
Escrito por Matallanas | 8:25 p. m. | Enlace permanente