El Atleti selló la venta de Torres
el rincón de judas. artículo publicado en público (6-2-11)
Por Antonio Sanz
La ventana de fichajes de este invierno de 2011 se cerró con bomba. Abramovich se sacudió la billetera y cumplió con un deseo pretendido. Por fin logró vestir a Torres de ‘blue’ y, por fin el madrileño dejará de amargar al Chelsea, su pieza de baile favorita. La última jornada del mercado resultó electrizante. El destino del ariete, eso pensábamos, se debatía en Newcastle. Si el propietario del Liverpool, John W. Henry, certificaba desde Boston el traspaso, en el norte de Inglaterra meditaban la venta de Carroll. La sede del campo de entrenamiento en Melwood vivía tensionada por el adiós del ídolo, mientras la isla no se sacudía la conmoción por la histórica transacción. La respuesta afirmativa de las urracas acercaba definitivamente al ‘9’ al sudoeste del Gran Londres. Sin embargo, el Liverpool FC no autorizó el desplazamiento hasta bien entrada la tarde, con el tiempo justo para pasar el reconocimiento médico, negociar y firmar. La escasez de secuencia provocó el desplazamiento en helicóptero, el medio de locomoción más rápido para la distancia. Y volando llegó el último suspiro. La comunicación con tierra era imposible. Más de cincuenta minutos en el aire con la incertidumbre por la urgencia del mensaje no escuchado de Damien Comolli, el director de estrategia futbolística ‘red’. Con pie firme en un helipuerto londinense, nos informaron del requisito final: la operación no se podía culminar sin la renuncia por escrito del Atlético de Madrid al derecho de tanteo que adquirió en el verano de 2007 cuando vendió los derechos de Torres al Liverpool. Miguel Ángel Gil aparecía de secundario y de testigo accidental en la acción. Un diligente empleado envío una hora después la carta privando al club de cualquier opción de futuro sobre quien creció como rojiblanco. Los 50 millones de libras que depositaba el Chelsea eran inalcanzables.
La llamada de Benítez cambió el destino de un chico que había asumido el reto de devolver cierta grandeza al Manzanares. El tránsito en Liverpool experimentó una montaña rusa de poder. Los recién estrenados dueños -Hicks y Gillet- resultaron ser un fiasco: ni pusieron una libra ni se los esperó. Los otros americanos, los que compraron después, optaron por un periodo sin urgencias. El manager español vivió ocupado en su pelea con el director ejecutivo -peor relación mantendría después con su sustituto- para aumentar recursos. Este desgaste terminó quemando al técnico con parte del vestuario autóctono, que aceptó en silencio y sin rubor la caída. Antes, se habían marchado Alonso -se apagó el motor del juego- y dos actores de reparto de lujo -Hyypia y Arbeloa-. El profundo desacierto en las adquisiciones debilitó progresivamente al equipo, que también se deshizo de Mascherano.
El error en la contratación de Hodgson invitó a elegir a quien llevaba semanas postulándose al cargo. Dalglish colgó los palos de golf -la destitución le pilló en Dubai- y se calzó las botas. Torres informó puntualmente al entrenador y al capitán de los movimientos de despacho. ‘King’ Kenny y Gerrard conocieron cada avance y respaldaron en privado la decisión. El compromiso no disminuyó y ante Wolverhampton y Fulham, la muestra. Esta tarde, un hombre resiste más tranquilo: Ancelotti no sufrirá la persecución del ariete. Hoy lo alineará de azul.
Escrito por Matallanas | 11:17 p. m. | Enlace permanente