¿Os suena?

Por Alfredo Duro

Habrá que guardarlo en la memoria, ahora que el 23-F nos revive al penúltimo coletazo golpista que vivimos hace ya treinta años, y así recordar que un 22 de febrero, en Lyon y sin previo aviso, Florentino Pérez decidió bajar a la tierra y compartir con el resto de mortales madridistas la impagable sensación de celebrar un gol blanco en la Copa de Europa. Un gol que vale más de media eliminatoria. Un gol que debe servir para acabar con el insufrible castigo de caer en octavos de final. Con la espantosa pesadilla que desde hace demasiados años le roba al pueblo merengue el sueño de la Décima. Habrá en los próximos años que echar la vista atrás y comprobar que una noche europea, ante la bestia negra de los últimos tiempos, el presidente del Real Madrid descubrió el inmenso placer de dar rienda a sus más íntimas emociones y ofrecerse como tantos y tantos le hemos querido ver durante este tiempo. Un presidente que sufre y padece. Que se levanta del palco y grita gol. ¿Verdad que mola, Florentino?

Debió acordarse el presidente de aquel viaje a Lyon hace ahora veinte meses, en el que personalmente se encargó de culminar el fichaje de una de las perlas más codiciadas por los grandes equipos del continente. De aquellos 35 millones de euros que parecían insuficientes ante las mejores ofertas que, según decían, manejaba el Olympique de Lyon por el traspaso de Karim Benzema, por el que el Manchester estuvo dispuesto a desembolsar cerca de los 45 palos. Debió Florentino recordar los números estelares de un joven delantero que, por entonces, sumaba cuatro títulos de liga con su equipo, con el que había marcado 35 goles en 90 partidos. Que en la Champions League derribaba puertas sin miramientos tras conseguir diez goles en quince partidos, y que se vestía la camiseta de titular de la selección francesa como si aquello no tuviera la menor trascendencia. Un tipo, el tal Benzema, que recibió a Florentino Pérez como si se tratara de un enviado del más allá en su casa del barrio de Bron. Un barrio difícil y no muy seguro situado a diez kilómetros del centro de Lyon y con una gran mayoría de su población procedente de la inmigración árabe. Muchos de ellos, como el propio Karim, de origen argelino. Como Zinedine Zidane.

No tengo ningún interés en conocer el tipo de protocolo que se lleva por el palco del estadio Gerland. Desconozco las formas de Jean Michel Aulas, presidente del OL, cuando no se trata de vender a precio de oro a sus jugadores. No han trascendido quejas oficiales sobre el comportamiento de Florentino Pérez, como no las hubo sobre Sandro Pertini cuando Italia ganó el mundial del 82 en el Bernabeú, ni de los besos de nuestros príncipes en la final de la Eurocopa de Viena, ni de la Reina Sofía en el Soccer City de Johannesburgo. Seguramente porque no las hubo. ¿Verdad que mola bajar a la tierra, Florentino?

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