Parchanguita en China
Anoté un hat trick, pero perdimos 5-3
El pasado viernes jugué un partidito en China. No venía yo con la idea de jugar al fútbol, dado que en China, las ocho veces que había estado, nunca se había dado la oportunidad. Pero resulta que, como es costumbre en España, los periodistas y los técnicos de la selección china se retaron a un partido en Shenzhen. Me habían avisado mis compañeros de Titan Sport el día anterior, pero realmente no les había hecho mucho caso. Pero cuando estaba entrevistando al traductor de Camacho (ver entrevista), salió precisamente el míster de la comida con sus ayudantes y me preguntó si iba a jugar la pachanga. Con Camacho he jugado varios partidos con la selección que montaba de veteranos, con Labi Champions de delegado, y Jose conoce mi pasión por el fútbol. “No tengo botas”, le contesté. Me preguntó el número y Fernando Gaspar, el preparador físico, me dijo que me dejaba las suyas que también usa un 44. Fui en el microbús con el cuerpo técnico. De los españoles sólo fue a jugar Alfonso Fraile (después del partido me explicó Ricardo Gallego porque no había ido y lo entendí perfectamente). La cosa empezó regular porque les dije que jugaba de delantero y cuando todo parecía claro me dijeron que pusiera de central. Les dije educadamente que de central no jugaba. No he vuelto a actuar en mi demarcación de infantil y juvenil desde mi última aventura federada en el Banesto Sallema en Prefrente hace ya más de tres lustros. Desde entonces, el que quería jugar de delantero me miraba con el ceño fruncido. Y cuando empezó la cosa, no me daba un balón el tío. Pero bueno, yo a lo mío. Marqué el 0-1 con un zurdazo desde fuera del área. Y hasta el del ceño fruncido me abrazó. ¡Qué contentos se pusieron los tíos!
El partido empezó con los dos equipos ordenaditos. A los diez minutos aquello era un caos y no bajaba nadie a defender. Como dice Camacho, se van para arriba y ninguno baja. Parcía muy sencillo que hicieramos más goles a la contra. Siempre que me pasaran la pelota. Porque desde que marqué el gol no me dieron ni un balón. Todos querían marcar. Y en el otro equipo igual. Como los chupones que había en el patio del cole, pero los chinos sin saber regatear casi ninguno. Nos fuimos al descanso 0-1 y los de mi equipo me abrazaban como si hubiéramos ganado. En el segundo tiempo fuimos un desastre, de poder hacer el 0-2 (uno no la pasó a dos que íbamos solos), se pusieron 3-1 en un santiamén, con un gol de esos que tiras para quitártela de encima y se cuela por la escuadra y dos cabezazos a lo Santillana realmente increíbles. Los de mi equipo parecían que no querían sacarla de atrás. Realmente no podían o no sabían. Pero si iba yo a subir al pelota, corría el riesgo de quedarme sin fuelle muy pronto porque la humedad, la plaga de libélulas, a las que tenías también que regatear, y el césped que te hacía ronchones al caerte, pues estaba un pelín axfisiadete y había que reservar energías por si me la daban alguna vez. Yo intenté hacer alguna jugada para darle un gol a algún compañero y explicarle que el fútbol es un deporte posible. Pero no fue posible.
Se pusieron 5-1 y yo tenía una calentura que no veas. Marqué el 5-2 y el 5-3. Tuve que hacer el arquero después del hat trick, no lo pude evitar. Pero seguía enfadadísimo por perder un partido que había que ganar sí o sí. Al terminar el partido hasta los rivales me felicitaban como si hubiera ganado yo. ¡Y yo con un rebote! Me di cuenta que para los chinos la individualidad es más importante que el colectivo. Y que prefieren hacer un ‘hat trick’ a que gane su equipo. Yo no (aunque marcar tres chicharritos sube la autoestima futbolera ciertamente). No me llevé el balón, pero Fernando Gaspar me regaló las Copa Mundial que me había dejado. ¡Sensacional!
P.D.
Hubo un fotógrafo y me hizo mogollón de fotos. Y sin pedírselo, oyes. Ahí os las dejo.
Escrito por Pijolote | 10:22 a. m. | Enlace permanente