Mourinho se borró el primero (Por Alfredo Duro)
Por Alfredo Duro
Dicho está desde que se destapó aquella confidencia íntima con la que Mourinho y su “troupe” despejaban el camino de la temporada que está por venir: “Ganamos la Décima y nos vamos”. Esa era la realidad de aquellos meses de noviembre y diciembre, cuando ya era de dominio público que el Real Madrid había tirado la liga y cuando día sí, y día también, se descubrían las turbias y envenenadas relaciones que acabaron por “bunkerizar” el vestuario contra esa obsesiva persecución que Mourinho había impuesto contra todo aquel que osaba discutirle. Contra todos aquellos que se negaban a hacer del culto a la personalidad del técnico portugués el sentido de su vida futbolística. Fue entonces cuando Mourinho comenzó a borrarse. Cuando se olvidó de lo único verdaderamente importante cuando eres el entrenador del mejor equipo de la historia. Se olvidó de lo importante que era seguir haciendo historia y se entregó en cuerpo y alma a la caza de brujas del vestuario.
Ahora, cuando de forma absurda se discute sobre el grado de adhesión que Mourinho ha generado en el madridismo, reduciendo la cuestión a los diez, quince o veinte mil aficionados que se quedaron en la grada después de su último partido (una minoría nada representativa desde cualquier análisis verdaderamente objetivo), se utilizan nombres como el de Iker Casillas, Cristiano Ronaldo o el mismísimo Pepe para criminalizar a aquellos que, desde el vestuario, entienden los “mourinhistas” más compulsivos que han decidido “borrarse”. Y lo dicen para proteger esa especie de “infinita sabiduría del amo Mou”, el que les guía aunque sea con dedos que van a los ojos, hacia la destrucción de esos que han elegido como únicos culpables porque, sencillamente, son jugadores que han osado enfrentarse a su “líder”.
Fue Mourinho el primero que se borró. El fue el primer responsable de no atender las mínimas exigencias que deberían haberle bastado al Madrid para no tirar la liga a la basura a las primeras de cambio. Se borró porque dejó claro hace muchos meses que sólo le interesaba engordar su particular palmarés con otra Copa de Europa, de esas que sólo gana él aunque también se le concedan al club. Se borró porque se preocupó por encima de cualquier otra cosa de regenerar y acomodar sus relaciones con el Chelsea, aún a costa de perjudicar a un entrenador como Rafa Benítez que ha acabado por meterle en Champions y ganar la Europa League, en lugar de regenerar y acomodar su relación con un vestuario que ha dinamitado sin piedad. Y se borró porque nunca entendió que, aquellas horas mágicas antes del partido contra el Borussia de Dortmund en el Bernabeú, el madridismo se entregó a mantener la leyenda europea del club sin hacer distinciones y colocando el escudo por encima de cualquier otra cosa. Incluso por encima del propio Mourinho. Por eso, mientras el madridismo se mira al espejo intentando acabar con la terrible división administrada este último año con puño de hierro portugués, el tal Mourinho se borra también del agradecimiento y confiesa sus verdaderas pasiones: Inter y Chelsea. ¡Gracias por nada!
Escrito por Matallanas | 11:37 a. m. | Enlace permanente