11-M. "Máldito baile de muertos, pólvora de la mañana"
“A los que veas con cara de pena, les llevas al psicólogo”*
El otro día dejé de ser periodista. Fueron unas horas, pero lo conseguí. Me cuesta muchísimo no hacer todo en mi vida pensando en una noticia, en un reportaje. Se me hincha la vena y no conozco. No sé diferenciar y me puede una historia. Me ha costado disgustos, y gordos, con mis mejores amigos. Pero el pasado jueves -cuando escribo estas líneas- dejé, un rato, de ser periodista. Llevaba dos horas en la sala de un pabellón de Ifema donde cientos de personas con los ojos abrasados, miraban al vacío, deambulaban, sollozaban, heridos por las flechas de la incertidumbre. Eran familiares de las víctimas del salvaje asesinato masivo que se produjo en cuatro trenes de cercanías. No sabían si su hijo, su hermano, su sobrino, su amigo, su novio, su nieto estaba muerto o vivo. No le encontraban en un ningún hospital, en ninguna lista de heridos. Cuando aparecían, lloraban de alegría, y su felicidad repentina por el familiar ‘resucitado’ chocaba con violencia con las lágrimas de los que ya sabían que su familiar estaba en un féretro. Tenía el alma encogida, entré en Radio Marca y, de milagro, no se me quebró la voz en un llanto describiendo el drama, la solidaridad de los psicólogos y de todos los que trabajaban desinteresadamente para ayudar y hacer más digerible –misión imposible- el dolor agudo del corazón de los que se quedaban esquilmados de sus seres queridos. Estaba roto, pero, aún así, el periodista que domina mis actos seguía pudiéndome y buscaba el momento de pedir a un psicólogo que diese su testimonio en nuestra radio. Hasta que pegué la oreja a una conversación entre un padre y un hijo que contaban su drama a una psicóloga, que después se dirigió a mí: “¿Eres familiar?”, me preguntó. “No, soy periodista”, contesté. “Pues deja de hablar por teléfono y ayuda: a todo el que veas llegar con cara de pena le llevas a un psicólogo”. Agaché la cabeza, me giré y rompí a llorar. Horas después, se dijo que los asesinos eran de Al Qaeda. Parece que se quería, se deseaba que fueran de ETA. ¡Y qué más da! El caso es que dos centenares de personas perdieron la vida en la tragedia más grande que ha habido en España desde la Guerra Civil. “Maldito baile de muertos, pólvora de la mañana...”
P.D. Decía Truman Capote que “el periodismo siempre implica traición”. Ya no traiciono a mis sentimientos.
*Columna que publiqué el 14 de marzo de 2004 en el suplemento DoMingo contando la experienza que viví en la inmensa y provisional morgue de Ifema el fatídico 11 de marzo de 2004, el día de la infamia, cuando en Madrid asesinaron a 192 personas en un atentado de Al Qaeda.
Escrito por Matallanas | 10:20 a. m. | Enlace permanente