FIRMA INVITADA. Roberto Palomar
Por Roberto Palomar Fernández*
El Gafas, la Rubia, Tontón, el Imbécil, el Rizos, el Garbanzo, el Risas, el Centella, el Gordo, el Abuelo… No es la alineación de una banda de delincuentes. Es un grupo de periodistas. No pongo sus nombres porque ellos ya saben quienes son. Con ellos viví la mejor época profesional y personal de mi vida. Es lo único que se me ocurre escribir cuando el Gordo me pide algo para su blog. El Gordo respira por el blog, así que le mando este balón de oxígeno.
Con este grupo he disfrutado como nunca en una época inolvidable. Una época en la que también había hijos de puta. No pongo sus nombres porque también ellos saben quienes son. Con este grupo, digo, controlamos la información del Madrid y del Atleti con cierta tiranía, incluso. Con fuentes dentro y fuera del vestuario, con ‘gargantas profundas’ de verdad en las juntas directivas y no los gobernantes de chicha y nabo que mandan ahora en los clubes. Con noticias como la del vestuario del Madrid visualizando un limón en una sesión del psicólogo. Aquella ‘la enchufó’ el Gafas y todavía están buscando al filtrador. O la vuelta de Futre al fútbol, con el Imbécil en primera línea de combate. O la Rubia volando a Alemania con lo puesto para cubrir el fichaje de Illgner. No se llevó ni las bragas. Salió de Alcorcón con el bolso y volvió una semana más tarde con la información y un pack de bragas del ‘duty free’. Tíos que vivían la información como nadie. Tipos que no dejaban de oir la radio ni para mear. Al Rizos se le cayó la radio a la taza del wáter escuchando el cese de Antic en el Madrid. Se asustó al oir la noticia. Dio un respingo y el aparato se le fue contra la loza. Y aún tuvo el cuajo de meter la mano, sacar el transistor y seguir escuchando. Era técnicamente imposible, claro. Los ácidos de su propia orina se habían ‘comido’ los circuitos del receptor. Su reacción fue quitarse el pijama y largarse al periódico. Entre todos, le regalamos una radio nueva. Aún hoy la sigue escuchando.
Garbanzo borró una página entera en un cierre dramático, en Semana Santa. La pantalla le preguntó “¿Desea realmente borrar el texto?”. Y Garban dijo que sí. Y perdió la página. Si no me da por reirme, le echan a la puta calle esa misma noche. Mientras rehacía la página, estuvimos preguntándole “¿Es usted realmente imbécil y desea borrar el texto?”. El redactor jefe de turno lloraba de risa. Aquello salvó a Garban. Hoy es un reputado reportero.
Otra tarde, el Centella se puso las gafas de un redactor jefe y empezó a imitarlo por toda la redacción. El redactor jefe le pilló, claro. Al Centella siempre le pillaban porque era un inconsciente. Algunos nos revolcábamos por el suelo de risa. Aquello le indultó. Hoy, sigue triunfando. Va a ir al Mundial y todo.
Jugábamos al fútbol en la redacción, comíamos juntos, cenábamos juntos, las pasábamos putas juntos… Toda esa mierda que ahora recomiendan en las charlas de formación los directores de recursos humanos ya las hacíamos nosotros. Lo de trabajar en equipo y todo eso. No hacía falta que nos lo dijera nadie. La descomposición del grupo daría para otro post. Digamos que, como en los grandes clubes, se fue cumpliendo el ciclo. Tontón es hoy un brillantísimo director, el Gafas ha perdido la cabeza, el Imbécil también, la Rubia se enamoró y se largó a otra ciudad, el Gordo tiene un blog, el Abuelo cuenta batallitas de periodistas aunque vale más lo que calla que lo que cuenta…
*¡Gracias, abuelo!
Llevo dándole la 'brasa' desde que cree el blog. La verdad es que mi presión fue sin mucha intensidad hasta hace dos semanas porque no quería comprometerle y que le colocaran como objetivo de la 'conjura de los necios' que he arrastrado los últimos trece meses (ya ha arreciado), una conjura extraña que a lo mejor me he ganado, no sé, y que se inició con mi despido, improcedente, de Marca.
"Rober, Rober, Rober escríbeme una firma invitada..." Y me ha mandado una de sus obras maestras en forma de artículo periodístico, una de esas piezas que tienen la virtud y la habilidad, con lo complicado que es, de hacer al lector desternillarse de risa y, en ocasiones, emocionarle. Roberto Palomar es un grande del periodismo español más allá de sus grandiosas (¡se me van los adjetivos y se me va a mosquear!) gestas en el Everest, en el Dakar o en las colas del Bernabéu. O de como escribirse una entrevista entera de Camacho de memoria porque no había funcionado la grabadora (¿nos vamos para Albacete, Rober?, le repetía Pedrito).
Rober es un tipo que paseándose por el pasillo de la redacción con su look de montañero, con un lapiz en la oreja, es capaz de motivarte, ilusionarte y disfrutar y hacerte disfrutar del periodismo. "¿Qué ha habido?", preguntaba el Lou Gran de Marca toda la tarde, buscando el enfoque, la historia. Un periodista que dio a bolo un 'Balón de oro', con todo el criterio del mundo, porque no le van ni las zarandajas ni la ‘politequería’.
Palomar tiene un don para sacar el mejor rendimiento de un periodista, sin necesidad de picarte con el colega de al lado, en la mayoría de los casos amigo tuyo, sabe como conseguir que toda una sección curre en equipo (podría hacerlo con un periódico entero pero no le gusta mandar ni mojarse demasiado). Y sabe hacerlo creando una pandilla de barrio, un hatajo de periodistas de raza. Y no necesita para involucrarte en el bien común del periódico ir a los cursos de 'make a team', como tampoco necesita esos métodos el 'rizos' o 'lonchas', otro 'crack' del compañerismo y el periodismo.
Las dábamos todas y nos reíamos, ¡cómo nos reíamos! De eso nos ha escrito hoy en su Firma Invitada. Dicen que llueve y nos están meando, habrá que ‘descojonarse’, abuelo. Y nos hubiéramos achicharrado en Londres... ¡Gracias, abuelo!
Escrito por Matallanas | 1:19 p. m. | Enlace permanente