Entrevista a Kubala. (29-11-54, César González-Ruano, 'Las Palabras quedan')
Termina mi repaso a la gente del balompie que entrevistó César González-Ruano en 'Las Palabras quedan' con la charla que mantuvo con Kubala. La menos futbolera, si cabe, de las conversaciones, pero oportuna por la descripción, de alto valor literario, que hace del primer futbolita mediático del FC Barcelona.
29 de noviembre de 1953
DEL BRAZO DE KUBALA POR LAS RAMBLAS DE BARCELONA
CÉSAR GONZÁLEZ-RUANO
PRIMER TIEMPO
Tal vez no hubo nunca, sin rebajar la fama de nadie, figura del fútbol español con un radio más amplio de popularidad que el que tiene ahora Kubala. Sobre todo teniendo en cuenta el factor no indiferente de que es español de nuevo cuño, lo que pudo restarle calor en el estado pasional del público.
El famoso jugador del Barcelona, que ha encontrado en España una nueva Patria, no es exactamente húngaro, como creen casi todos, sino eslovaco de nacimiento, de Bratislava, aquella capital de la efímera República que tantos recuerdos guarda para mí y adonde fui invitado, cuando éste regía la nación, por su Presidente monseñor Tisso. Idílica y aldeana, Bratislava o Presburgo es hoy sólo un melancólico recuerdo de irredentismo eslovaco, que tiene amordazada la boca para el bello derecho a la canción.
Desde niño es jugador de fútbol Kubala, hijo de otro Kubala, también jugador de fútbol. A los cinco años ya la pelota era un medio de expresión de su inteligencia y arte deportivo.
- Pero jugaba sin carnet ni fichaje, sin pensar para nada en que un día podría ser jugador profesional.
- ¿Qué pesaba usted ser?
- Estudiaba una carrera comercial especializada: tejidos.
Estamos en el hall del Hotel Oriente. Fuera, la Rambla, en su trozo más animado, es un rumor de la abigarrada vida mediterránea. Son las primeras horas de la noche. Me ha presentado a Kubala Samitier, su gran amigo, su descubridor español, el “viejo” Samitier, tan joven todavía, con una vida entera dedicada al deporte y una capacidad y entusiasmo en tiempo de eterna primavera. Kubala es un extraño niño grande y con 83 kilos, con esa ingenuidad física del centroeuropeo rubio y del atleta. Tiene ojos azules, el pelo rizado y no demasiado espeso, lo que le empieza a preocupar por cierto, las facciones correctas, con un misterioso y ligero achatamiento que me hace pensar en el boxeo.
- ¿Usted ha boxeado?
- Si, claro, he boxeado bastante.
- ¿Y ahora hay algún otro deporte, aparte del fútbol, que le guste y practique?
- El tenis.
La piel de Kubala es muy blanca. Destaca más con el traje oscuro que lleva, un traje de un azul casi negro. Tiene unas manos cuidadas, que apenas mueve en la conversación, una conversación de castellano casi correcto, aunque con algín giro constructivo pintoresco, un poco telegráfico.
- Estudiaba usted una carrera comercial… ¿Y cómo se inició el jugador profesional?
- Cuando tenía quince años me dieron ya dinero. Soy de una familia muy modesta. Con ese dinero quería ayudar a mis padres. Pronto ganaba en una sola tarde más de lo que en mi casa podía conseguir para todo el mes. A mí eso me hacia mucha ilusión. Entré entonces en el equipo de Bratislava.
- ¿Y si mientras llegan las mujeres saliéramos un poco a la calle?
- Como usted quiera. No sé si nos dejarán…
Son las diez menos cuarto. Aunque hace una temperatura deliciosa, la humedad cala hondo.
- ¿Va usted alguna vez a los toros?
- No.
- ¿No le gustan a usted, Kubala?
- No entiendo.
- ¿Y que piensa usted de que a los toros se les llame un arte y al fútbol un deporte?
- Pues no sé… Verdaderamente no entiendo nada de toros.
Empiezan a mirarnos. A mirarle. Surge la primera muchacha a pedir un autógrafo. Luego la segunda, la tercera… Un rápido remolino de curiosidad, una amenaza de asedio.
- Vamos al hotel…
En la puerta giratoria del Oriente, Kubala parece un ángel barroco que puede cogerse en ellas las alas. Ha llegado su mujer y la mujer de Samitier con su hermana.
- Samitier, ¿qué gran diferencia ve usted entre el fútbol de antes y el de ahora?
- Se diferencia mucho, sobre todo en lo que se refiere a la preparación física. Esta es ahora mucho mejor. Ha variado por la táctica.
- ¿Lleva usted una vida disciplinada, Kubala?
- Sí; una vida de entrenamiento y de vigilancia continua, sobre todo para no engordar. Mi peso son los 83 kilos. Dos kilos más suponen una contrariedad seria.
- ¿Ocupa mucho tiempo la profesión?
- Casi todas las horas del día. Por unas cosas o por otras, no tiene uno apenas tiempo libre.
- No soy ningún entendido, Kubala, ¿quiere usted decirme como cuántos partidos juega al año?
- Unos cuarenta entre oficiales y amistosos. Cuente usted que sobre esos juego, sin público, un partido de entrenamiento por semana.
Samitier interviene mirando su reloj:
- ¿Y si cenáramos? Son casi las once.
Movilización en dos coches al restaurante El Túnel, por un callejón de la calla Ancha, próxima al puerto.
SEGUNDO TIEMPO
Kubala ha comido: una verdura, unas chuletas, pollo y una tarta de piña. No está mal.
- ¿Quiénes son, a su juicio, los mejores jugadores de Europa?
Kubala rasca los nombres en su memoria. Mejor aún: los selecciona.
- Hombre, verá usted… A juicio mío Austria tiene a Ocvirk y Stojespal. Los húngaros, a Puskas, Dosis y Bosik. Italia, a Boniperti, Lorenzi y Parola. Como franceses son muy buenos Ujlaky, Copa y Darmi… Uno de los mejores del C.D.K. de Moscú es Gómez.
- ¿Gómez?
- Sí, es hijo de un español refugiado. Yo jugué con él.
- ¿Cuándo?
- En el año 1947 en Bratislava. Jugaban con él Brobov y Fedorov.
- ¿Habló usted con Gómez?
- Claro.
- ¿Y que decía?
Samitier interviene:
- Entonces Kubala no pensaba siquiera en que un día vendría a España.
- Claro. ¿Encuentra usted mucha diferencia de estilo, Kubala, entre los jugadores de distintos países de Europa?
- Sí; en Centroeuropa domina el juego de paso corto. Los ingleses juegan de un modo muy parecido a los del Bilbao: centran la pelota fuerte y remata muy bien el delantero.
- ¿A que atribuye usted esta semejanza?
- Al terreno mojado.
- ¿Qué más diferencias ha observado en los gustos del público?
- Aquí el juego es más apasionado y se juega como en ningún país de bien con la cabeza.
- ¿Cómo con la cabeza?
- Dando a la pelota con la cabeza.
- ¡Ah, ya!
- En Centroeuropa se prefiere un juego seguro, menos espectacular. El público español quizá sea demasiado impaciente. Muchas veces no esperan a que uno haga lo que tiene que hacer.
- El temperamento…
- Eso, el temperamento.
Café. Café sin copas. Kubala no bebe. Se dice que no bebe ahora. Esta noche no ha bebido nada. Ni vino en la comida.
- ¿Cree usted que el fútbol requiere una inteligencia?
- ¿Cómo?
- Sí; si le parece que es necesario a un jugador ser inteligente o si todo e un problema de estado y de gracia física.
- El fútbol no es un juego de improvisación. Toda hay que pensarlo. Lo que me han enseñado siempre mis entrenadores es que no se puede tirar la pelota sin pensar en lo que va a hacer con ella el compañero. Es necesario un hombre físicamente sano y fuerte, pero creo que es preciso también una cierta inteligencia, como ocurre en la vida privada.
- ¿Qué piensa usted hacer el día de mañana con su vida privada?
- Pienso retirarme definitivamente a los treinta años. Entonces probablemente me dedicaré al comercio. Estoy a punto de montar una casa de modas.
- ¿Vivirá en España?
- Sí; siempre en España.
Salimos del restaurante. Otra vez el hall del Hotel Oriente. Más fotografías. Unos cafés. Las doce.
EPILOGO EN CASA DE KUBALA
Al día siguiente, en casa de Kubala, a la hora de almorzar. Kubala vive en una torre alquilada en Sarriá. La casa, con una verja de hierro, tiene en su fachada principal una fecha: 1878. Es una casa grande, de no muy bonita distribución. Al fondo, un gran jardín muy bello. Está en el comedor puesta la mesa.
Conozco a s dos chicos de Kubala, dos niños rubios, muy guapos, que ya juegan a la pelota sabiendo lo que es eso. El mayor tendrá unos siete años. Aquí esta Kubala. Recuerda uno inevitablemente aquel poema de Alberti a Platko… rubio oro de Hungría. En las paredes, fotografías de partidos históricos ya en el mundo del fútbol. Vitrinas con copas y trofeos. Se habla de lo que se va a hacer por la tarde.
- Hoy creo que podré ir al cine.
- ¿Le gusta a usted el cine, Kubala?
Casi se enternece como a un niño a quien se le preguntara eso en un internado:
- ¡Hombre, me encanta!
29 de noviembre de 1953
DEL BRAZO DE KUBALA POR LAS RAMBLAS DE BARCELONA
CÉSAR GONZÁLEZ-RUANO
PRIMER TIEMPO
Tal vez no hubo nunca, sin rebajar la fama de nadie, figura del fútbol español con un radio más amplio de popularidad que el que tiene ahora Kubala. Sobre todo teniendo en cuenta el factor no indiferente de que es español de nuevo cuño, lo que pudo restarle calor en el estado pasional del público.
El famoso jugador del Barcelona, que ha encontrado en España una nueva Patria, no es exactamente húngaro, como creen casi todos, sino eslovaco de nacimiento, de Bratislava, aquella capital de la efímera República que tantos recuerdos guarda para mí y adonde fui invitado, cuando éste regía la nación, por su Presidente monseñor Tisso. Idílica y aldeana, Bratislava o Presburgo es hoy sólo un melancólico recuerdo de irredentismo eslovaco, que tiene amordazada la boca para el bello derecho a la canción.
Desde niño es jugador de fútbol Kubala, hijo de otro Kubala, también jugador de fútbol. A los cinco años ya la pelota era un medio de expresión de su inteligencia y arte deportivo.
- Pero jugaba sin carnet ni fichaje, sin pensar para nada en que un día podría ser jugador profesional.
- ¿Qué pesaba usted ser?
- Estudiaba una carrera comercial especializada: tejidos.
Estamos en el hall del Hotel Oriente. Fuera, la Rambla, en su trozo más animado, es un rumor de la abigarrada vida mediterránea. Son las primeras horas de la noche. Me ha presentado a Kubala Samitier, su gran amigo, su descubridor español, el “viejo” Samitier, tan joven todavía, con una vida entera dedicada al deporte y una capacidad y entusiasmo en tiempo de eterna primavera. Kubala es un extraño niño grande y con 83 kilos, con esa ingenuidad física del centroeuropeo rubio y del atleta. Tiene ojos azules, el pelo rizado y no demasiado espeso, lo que le empieza a preocupar por cierto, las facciones correctas, con un misterioso y ligero achatamiento que me hace pensar en el boxeo.
- ¿Usted ha boxeado?
- Si, claro, he boxeado bastante.
- ¿Y ahora hay algún otro deporte, aparte del fútbol, que le guste y practique?
- El tenis.
La piel de Kubala es muy blanca. Destaca más con el traje oscuro que lleva, un traje de un azul casi negro. Tiene unas manos cuidadas, que apenas mueve en la conversación, una conversación de castellano casi correcto, aunque con algín giro constructivo pintoresco, un poco telegráfico.
- Estudiaba usted una carrera comercial… ¿Y cómo se inició el jugador profesional?
- Cuando tenía quince años me dieron ya dinero. Soy de una familia muy modesta. Con ese dinero quería ayudar a mis padres. Pronto ganaba en una sola tarde más de lo que en mi casa podía conseguir para todo el mes. A mí eso me hacia mucha ilusión. Entré entonces en el equipo de Bratislava.
- ¿Y si mientras llegan las mujeres saliéramos un poco a la calle?
- Como usted quiera. No sé si nos dejarán…
Son las diez menos cuarto. Aunque hace una temperatura deliciosa, la humedad cala hondo.
- ¿Va usted alguna vez a los toros?
- No.
- ¿No le gustan a usted, Kubala?
- No entiendo.
- ¿Y que piensa usted de que a los toros se les llame un arte y al fútbol un deporte?
- Pues no sé… Verdaderamente no entiendo nada de toros.
Empiezan a mirarnos. A mirarle. Surge la primera muchacha a pedir un autógrafo. Luego la segunda, la tercera… Un rápido remolino de curiosidad, una amenaza de asedio.
- Vamos al hotel…
En la puerta giratoria del Oriente, Kubala parece un ángel barroco que puede cogerse en ellas las alas. Ha llegado su mujer y la mujer de Samitier con su hermana.
- Samitier, ¿qué gran diferencia ve usted entre el fútbol de antes y el de ahora?
- Se diferencia mucho, sobre todo en lo que se refiere a la preparación física. Esta es ahora mucho mejor. Ha variado por la táctica.
- ¿Lleva usted una vida disciplinada, Kubala?
- Sí; una vida de entrenamiento y de vigilancia continua, sobre todo para no engordar. Mi peso son los 83 kilos. Dos kilos más suponen una contrariedad seria.
- ¿Ocupa mucho tiempo la profesión?
- Casi todas las horas del día. Por unas cosas o por otras, no tiene uno apenas tiempo libre.
- No soy ningún entendido, Kubala, ¿quiere usted decirme como cuántos partidos juega al año?
- Unos cuarenta entre oficiales y amistosos. Cuente usted que sobre esos juego, sin público, un partido de entrenamiento por semana.
Samitier interviene mirando su reloj:
- ¿Y si cenáramos? Son casi las once.
Movilización en dos coches al restaurante El Túnel, por un callejón de la calla Ancha, próxima al puerto.
SEGUNDO TIEMPO
Kubala ha comido: una verdura, unas chuletas, pollo y una tarta de piña. No está mal.
- ¿Quiénes son, a su juicio, los mejores jugadores de Europa?
Kubala rasca los nombres en su memoria. Mejor aún: los selecciona.
- Hombre, verá usted… A juicio mío Austria tiene a Ocvirk y Stojespal. Los húngaros, a Puskas, Dosis y Bosik. Italia, a Boniperti, Lorenzi y Parola. Como franceses son muy buenos Ujlaky, Copa y Darmi… Uno de los mejores del C.D.K. de Moscú es Gómez.
- ¿Gómez?
- Sí, es hijo de un español refugiado. Yo jugué con él.
- ¿Cuándo?
- En el año 1947 en Bratislava. Jugaban con él Brobov y Fedorov.
- ¿Habló usted con Gómez?
- Claro.
- ¿Y que decía?
Samitier interviene:
- Entonces Kubala no pensaba siquiera en que un día vendría a España.
- Claro. ¿Encuentra usted mucha diferencia de estilo, Kubala, entre los jugadores de distintos países de Europa?
- Sí; en Centroeuropa domina el juego de paso corto. Los ingleses juegan de un modo muy parecido a los del Bilbao: centran la pelota fuerte y remata muy bien el delantero.
- ¿A que atribuye usted esta semejanza?
- Al terreno mojado.
- ¿Qué más diferencias ha observado en los gustos del público?
- Aquí el juego es más apasionado y se juega como en ningún país de bien con la cabeza.
- ¿Cómo con la cabeza?
- Dando a la pelota con la cabeza.
- ¡Ah, ya!
- En Centroeuropa se prefiere un juego seguro, menos espectacular. El público español quizá sea demasiado impaciente. Muchas veces no esperan a que uno haga lo que tiene que hacer.
- El temperamento…
- Eso, el temperamento.
Café. Café sin copas. Kubala no bebe. Se dice que no bebe ahora. Esta noche no ha bebido nada. Ni vino en la comida.
- ¿Cree usted que el fútbol requiere una inteligencia?
- ¿Cómo?
- Sí; si le parece que es necesario a un jugador ser inteligente o si todo e un problema de estado y de gracia física.
- El fútbol no es un juego de improvisación. Toda hay que pensarlo. Lo que me han enseñado siempre mis entrenadores es que no se puede tirar la pelota sin pensar en lo que va a hacer con ella el compañero. Es necesario un hombre físicamente sano y fuerte, pero creo que es preciso también una cierta inteligencia, como ocurre en la vida privada.
- ¿Qué piensa usted hacer el día de mañana con su vida privada?
- Pienso retirarme definitivamente a los treinta años. Entonces probablemente me dedicaré al comercio. Estoy a punto de montar una casa de modas.
- ¿Vivirá en España?
- Sí; siempre en España.
Salimos del restaurante. Otra vez el hall del Hotel Oriente. Más fotografías. Unos cafés. Las doce.
EPILOGO EN CASA DE KUBALA
Al día siguiente, en casa de Kubala, a la hora de almorzar. Kubala vive en una torre alquilada en Sarriá. La casa, con una verja de hierro, tiene en su fachada principal una fecha: 1878. Es una casa grande, de no muy bonita distribución. Al fondo, un gran jardín muy bello. Está en el comedor puesta la mesa.
Conozco a s dos chicos de Kubala, dos niños rubios, muy guapos, que ya juegan a la pelota sabiendo lo que es eso. El mayor tendrá unos siete años. Aquí esta Kubala. Recuerda uno inevitablemente aquel poema de Alberti a Platko… rubio oro de Hungría. En las paredes, fotografías de partidos históricos ya en el mundo del fútbol. Vitrinas con copas y trofeos. Se habla de lo que se va a hacer por la tarde.
- Hoy creo que podré ir al cine.
- ¿Le gusta a usted el cine, Kubala?
Casi se enternece como a un niño a quien se le preguntara eso en un internado:
- ¡Hombre, me encanta!
Escrito por Matallanas | 9:31 a. m. | Enlace permanente