Ay, utopía, incorregible, que no tienes bastante con lo posible
Raúl y el sueño de su niñez
No paro de darle vueltas. Que Raúl no esté bien, que su vuelta, su regreso (en el que siempre confié, pero del que su fútbol me ha hecho dudar), tarda ya demasiado en producirse, que merezca ser ‘sacrificado’ por Luis de la próxima convocatoria de la selección española (por ese bajón de rendimiento, principalmente, aunque también pudiera merecer su salida por el mal rollito que generó en el Mundial de Alemania por su suplencia, que ha desencadenado una quiebra en el grupo difícil de solucionar). Puede que, quizás, Capello le incluya en su política de rotaciones y pueda catar banquillo en breve. Todos estos condicionantes en contra de Raúl no me hacen dejar de admirarle como futbolista, por su trayectoria y por su fútbol. No puedo evitar seguir soñando y creyendo en la utopía, en el imposible que lleva rondando en mi cabeza años y años. Esa idea descabellada que me asaltó cuando ‘Rulo’ le hizo un roto a Superlópez y otro, aún más grande, a Delfi Geli, y le marcó a Molina en la portería del Fondo Sur del Vicente Calderón. Aquel gol que celebró besándose el escudo del Real Madrid por todo aquel fondo del Frente. Aquel gol con el que quiso escenificar la ruptura con su pasado, con sus sentimientos colchoneros. Desde ese día siempre pensé que lo mejor que le podía ocurrir a Raúl era cumplir el sueño de su infancia, la ilusión de su niñez, que no pasaba por otra cosa que debutar de rojiblanco con el equipo de su alma, con su Aleti.
Sé que después ha ganado tres Copas de Europa con y para el Real Madrid y haber pulverizado todos los records habidos y por haber en el fútbol español. Sé que es el símbolo del gran rival de los colchoneros. Sé que es un imposible. Hasta una herejía para muchos rojiblancos. Pero siempre he manejado la teoría de que detrás del rictus serio, tras la mirada de desencanto que se ha captado a veces en el fondo de sus ojos, estaba esa frustración de no haber conseguido jugar en el Aleti.
Sé que sus hijos no sentirán nunca al Aleti como él lo sintió hasta los 15 años y sentirán al Madrid porque ahí es donde ha triunfado su papá (como él mismo me ha dicho las veces que le he expresado mi deseo, que no han sido pocas en el último lustro). Y no se trata de que el Aleti fiche a un futbolista acabado, porque mi convencimiento en su fútbol (otra cosa es como persona, pero como dice mi amigo el Mono Burgos, señalando a la pared: “Los ídolos, en un póster, ahí en la pared”) sigue estando intacto, a pesar de sus tres años de bajada paulatina. Sería la mejor forma de recuperarle. De que sacase de sus arqueadas piernas el fútbol que aún le queda para redondear sus formidables números, sus estadísticas de grande del fútbol europeo, donde cuando era un chaval deseó engordarlos, en el Aleti.
Sé que muchos atléticos no le recibirían bien, más bien fatal, y me tildarán de loco, de iluminado. Es lógico, las razones son obvias y respetables (pero en mi propuesta ilusa nunca falto el respeto al Aleti, nunca, sino todo lo contrario) . Sé que es un imposible. Pero considero que sería una salida digna para Raúl porque se reencontraría de nuevo con sus 'Sentimiento Atlético', que se mostraría generoso ante la vuelta del hijo pródigo, ante el regreso de aquel chaval que lo abrazó, que lo adoró con pasión y orgullo. Un final merecido a su carrera. Y veo, a tamaño sábana, las portadas del As y el Marca (en todo este delirio onírico siempre me veía haciendo la de Marca), con un fotón de Raúl vestido de rojiblanco, con el ‘7’ a la espalda, sonriendo como nunca lo ha hecho plantado en mitad del coliseo del Manzanares (en La Peineta no sería lo mismo, la verdad), y una frase a toda mecha: “CUMPLO EL SUEÑO DE MI INFANCIA”.
Escrito por Matallanas | 5:53 p. m. | Enlace permanente