El orgullo madridista, el Ramadán de Diarra y las promesas populistas de Calderón

“Parece que hemos hecho algo por ganar al Barcelona, cuando la obligación del Madrid es ganar siempre”. Esto comentaba un dirigente del Real Madrid ayer al mediodía, después de desayunarse toda la prensa y las opiniones de la victoria madridista el domingo ante el eterno rival. Y es que la euforia se ha instalado en la afición tras vencer al Barça, pero en el seno del club y del vestuario, como también Emerson con sus declaraciones, son muchos más cautos. Saben que es un triunfo importante, pero reconocen que el equipo aún está en formación y que queda aún mucho trabajo por hacer.

Capello reconoció que la clave para el cambio de actitud estuvo en la cumbre que mantuvieron tras la lamentable imagen que dio el equipo ante el Getafe. Después de esa cumbre, y de la implicación en la crisis de Mijatovic y Calderón, los jugadores también provocaron que el técnico cediera y ellos modificaron una actitud indigna para lucir la elástica del Real Madrid. Era muy importante un triunfo ante el Barcelona el pasado domingo porque una derrota habría provocado un resurgimiento de las dudas en el discutido modelo de Capello. Lo que a ningún madridista ecuánime escapa (y muchos no estaban satisfechos del todo por la forma de ganar) es que el fútbol del Barcelona es más vistoso, agrada más al espectador que el que plantea el Madrid (aunque en la capital se comenta con insistencia el bajón de Ronaldinho, sin campañas ni gaitas, el brasileño parecía un doble del futbolista que provocó los aplausos del Bernabéu la pasada campaña). Pero la victoria ante el Barcelona hace que se imponga la máxima de Maquiavelo de que el fin justifica los medios y ha provocado la recuperación del orgullo madridista. Y en los análisis se encuentran motivos para el optimismo como la fantasía de Robinho, la definición de Van Nistelrooy, el reencuentro con el gol del trotón Raúl o el trabajo de lucha y calidad de Guti, que por primera vez en su carrera parece intocable.

Con Emerson en lenta, pero paulatina recuperación, el que sigue provocando dudas es Diarra. No se parece nada al futbolista que jugaba sobrado en el Lyon, y demuestra aún deficiencias técnicas que debe corregir. Además, sufrió un bajón físico evidente porque estaba cumpliendo con el Ramadán, como obliga su creencia religiosa, y ante el Getafe fue sustituido en el descanso porque no podía más. Se reprochó al resto de sus compañeros que no le arropasen porque todos sabían que estaba débil. Cuando le aconsejaron flexibilizar su Ramadán, Diarra cedió y volvió a coger fuerzas y rindió, físicamente, en Bucarest y ante el Barça. El que sigue rindiendo a gran nivel es Ramón Calderón. El presidente blanco, que aspira a estar ocho años como mínimo de presidente, ha tomado la senda del populismo y si la pasada semana recordaba a Ramón Mendoza, unas declaraciones que hizo a la agencia Efe el lunes nos hacían evocar las promesas de Jesús Gil, como la de hacer el río Manzanares navegable y fletar un barco que fuera un casino. Atentos a la promesa de Ramón Calderón: “Tenemos cerrado un equipo de rugby, de fútbol sala y uno femenino de fútbol. En diciembre tendremos avión propio con 140 plazas de primera y el escudo en el alerón para que cuando aterricemos ganemos 1-0. Lo llaman el Rolls Royce del aire y no tendrá coste alguno por un patrocinio para viajar gratis toda la temporada”. Y también un monoplaza de Formula Uno blanco con el escudo madridista participará en Montmeló. Casi nada.