El color especial de Sevilla (Por Antonio Sanz)
el rincón de judas (XXII) El color especial de sevilla
Por Antonio Sanz
En la vieja redacción del diario MARCA, hace más de una década, manteníamos un debate sobre qué clásico era el más caliente de nuestro fútbol. Empezábamos a escuchar lo mucho que se vivían en Argentina los Boca-River. Entonces, tomó parte en la charla David Durán que llevaba unos años viviendo en Sevilla, donde sigue residiendo como delegado del periódico. David no nos dejó dudas: “como un Betis-Sevilla, os aseguro que ninguno”. Nosotros estábamos debatiendo entre el Atleti-Madrid, el Celta-Depor o el Barça-Espanyol. Claro no contábamos con la perspectiva de Durán. Años después tuve la oportunidad de seguir un Málaga-Sevilla, también caliente, pero nada como el clásico hispalense y siempre hablando de duelos de Primera división.
Vaya por delante que no he tenido la oportunidad de vivir en directo ningún derbi sevillano. Sí he estado varias veces en ambos estadios y conozco, creo, bien a sus aficiones. Las dos leales, fieles y poderosas. Ninguna cede. Es un pulso inquebrantable, nadie decae, nadie se dobla… como en Argentina.
Años después, regresábamos no sé muy bien de donde tras ganar un partido. El fondo del autocar se convertía en tertulias futboleras. Llevaba la voz cantante el ‘Caño’. Mi pregunta fue clara. ¿El derbi más caliente? Los jugadores coincidieron. Uno de ellos había jugado el Betis-Sevilla. No dejó dudas. De repente, el ‘Hueso’ reivindicó su clásico: “En Argentina, mucho con el Boca-River, pero teníais que vivir un Estudiantes-Gimnasia. Es la bomba”. Este es el clásico de La Plata y, me cuentan otros amigos argentinos, que el ‘Hueso’ está en el camino.
Pues todos de acuerdo, el Betis-Sevilla se ha ganado en España el título de clásico de los clásicos. No tan arropado por los ‘mass media’ y con menos difusión que otros, los dos clubes sevillanos son capaces de todo. Hemos visto volar bengalas de grada a grada, apalear a un guardia de seguridad con una muleta detrás de una portería, saltar a un espontáneo para pegar al portero visitante, insultarse sin medida los dueños de los clubes, colocar un busto como si de una efigie egipcia se tratase, destrozos comunes en los estadios, un delegado haciendo de árbitro decidiendo la retirada de su equipo… Un sin fin de despropósitos a los que todos hemos mirado a la esquina. Ahora llegan las sanciones, que algunos apuntan desproporcionadas y otros escasas. Sigue siendo un desatino la justicia deportiva y por aquí arrancan los malos del fútbol. Es decir, tres partidos para premiar la puntería del desalmado verdiblanco y dos, sin cumplir, porque nadie impactó en Figo. Cuando mejoremos nuestra justicia deportiva, mejoraremos los colores de nuestro fútbol.
Boxeo en el fútbol
Pelea en el entrenamiento del Levante (Meyong y Manolo). Pelea en el entrenamiento del Zaragoza (César y Ewerthon). Pelea en el entrenamiento del Atleti (Antonio López y Maniche). Cuando llega el tramo final de la temporada, los nervios se salen de las venas. Todo el personal lo achaca como algo positivo. La gente está viva se suele decir. Hace años viví una pelea de dos compañeros y amigos (compartían habitación en las concentraciones) en un entrenamiento del Atleti a puerta cerrada. Ya en el vestuario, les busqué para comprobar como se abrazaban y se disculpaban mutuamente. Pregunté a los veteranos -Toni, Kiko, Aguilera- porque no entendía nada después de lo que se habían dicho mientras les separaban. Uno de los tres capitanes me dijo: “así es un vestuario, ahora lo empiezas a vivir”.
Los colores de la prensa
Hace unos cuantos años era pecado que un profesional de los medios de comunicación -especializado en deporte- apuntara cuál era su color futbolístico. Posteriormente, algunos colegas empezaron a desvelar en la radio o en la televisión por dónde transpiraban. Hoy, casi es anormal los que aún se mantienen vírgenes en este aspecto. El que más y el que menos ha reconocido públicamente su raíz. Pues bien, aún sobreviven los últimos mohicanos que se dividen en dos: aquellos, los menos, que es difícil que se les reconozca su arco iris y otros, los más, que se enmascaran en sus artículos o en sus micrófonos pero que son tan torpes que cada línea o cada palabra les delata. Pobres infelices.
Noche de Oscar
José Manuel Cuellar lleva casi una cuarta parte de su existencia organizando una fiesta de amigos que cuenta con una excusa perfecta: vivir la noche de entrega de los Oscar de Hollywood. Cuellar, que es una magnífica pluma que come del periodismo y que vive para escribir de cine, nos reúne -uno suma modestamente un par de convocatorias- para jugarnos unos euros en forma de apuesta y para seguir vía televisión la gala de Los Ángeles. Lo de menos es quién se lleva la pasta por acertar los ganadores. Lo de más, la mezcla de periodistas que el anfitrión consigue reunir para pasarlo a lo grande. Son noches dónde uno vuelve a sentirse orgulloso de haber elegido esta profesión, tan denostada y maltratada últimamente por nosotros mismos.
Escrito por Antonio Sanz | 6:08 p. m. | Enlace permanente