Algo huele a podrido en la Liga (¿Os suena? Por Alfredo Duro)
¿os suena?
Por Alfredo Duro
Durante la práctica totalidad de la temporada el Real Madrid y el modelo futbolístico representado por Capello han acaparado las críticas más unánimes y feroces que se recuerdan. Nunca anteriormente la coincidencia se había reflejado en los términos de desprecio hacia las posibilidades de poder conseguir el título de liga. De esa catarata de imputaciones, con Capello muy por encima del resto, no han escapado jugadores de la trayectoria de Raúl, Cannavaro, Guti, Emerson, Roberto Carlos ó Michel Salgado. Y por supuesto, también se ha acusado a Calderón y Mijatovic como presidente y director deportivo, de ser responsables de un supuesto “caos institucional y deportivo” que condenaba al Madrid a sumar otro año más sin títulos. Muchas de las cosas que se han dicho y escrito, razonables y justificadas, han sido consecuencia del escaso dominio en el juego y muy especialmente por el pésimo balance de puntos sumados en el Bernabeú.
La evidencia de lo apuntado es comparable, punto por punto, a la sucesión de graves errores cometidos por Turienzo Alvarez en Santander. Errores que, pese a quien pese, tuvieron una notable influencia en el desarrollo final del partido y el resultado del mismo. Negar una cosa sería igual de absurdo que negar la otra. Igual de absurdo, al menos, que el patético coro de falsos puritanos que, también en esto, le niegan al Real Madrid su legitimidad para hacer pública su extrañeza y malestar por el daño que le han causado determinadas decisiones arbitrales.
La coincidencia de la actuación de Turienzo con lo ocurrido más tarde en el Camp Nou, al perdonarle Ramírez Domínguez la tarjeta roja a Valdés, es un ejemplo más que demuestra la corriente de complacencia arbitral que existe hacia el Barcelona en los últimos años. Esa misma complacencia se transforma en sospecha cuando las decisiones de los mismos árbitros apuntan hacia “el otro lado”. Cualquier revisión de las decisiones más discutidas de las últimas temporadas demuestran la veracidad de esta teoría, que desde mi punta de vista, es producto de la inteligente cordialidad que el Barcelona ha sabido construir en sus relaciones con los órganos de poder de nuestro fútbol.
Los árbitros deben acostumbrarse de una vez por todas a saber medir la trascendencia y la dimensión de las decisiones que toman. Su condición de semiprofesionales les otorga un sinfín de ventajas sociales que se niegan a admitir. Para ellos sigue siendo más cómodo vivir en una organización que destila un rancio olor a feudalismo. Se encierran en un victimismo que nadie se cree y justifican los errores propios como consecuencia de su soledad y aislamiento. Me dá igual como se organicen, pero no tienen ningún derecho a estar al margen de la crítica y el debate que el fútbol genera por sí mismo.
El Madrid no perderá la liga por culpa de Turienzo Alvarez. Ni tan siquiera estoy convencido de que vaya a perderla. De lo que sí estoy convencido es que un reparto más racional y lógico de errores, propios y ajenos, nos ayudará enormemente a todos para realizar a final de temporada el diagnóstico más adecuado. De paso nos evitamos este olor a sospecha que ya en tiempos lejanos puso en guardia al mismísimo rey Lear.
Duro ¿os suena?
Escrito por Matallanas | 8:45 p. m. | Enlace permanente