Torres, Torres, Torres (Por Eduardo J. Castelao)
Crónica (magistral) del partido Atlético-Levante publicada en diaro El Mundo
Por Eduardo J. Castelao
Fernando Torres tiene para el Atlético, en este punto de su historia, una dimensión difícil de adjetivar. Es capitán, líder del vestuario, icono para los seguidores, referencia en los despachos... Pero dentro del campo, hablando sólo de hierba y balón, de redes y botas, su peso se multiplica hasta ser gigante, una figura abrumadora para quienes lo tienen enfrente, pero también para los que están con él, acomplejados ante su trascendencia. Sus compañeros se encomiendan a él como lo haría un moribundo, conscientes de que, en días como ayer, sólo Torres es capaz de sacar al grupo de la miseria.
Fue en el minuto 44. Galletti se quitó de encima un balón, contrario a la dirección que llevaba el desmarque. Desquiciado, Torres se dio la vuelta y persiguió la pelota con odio, comiéndose la ventaja de Álvaro y arrancando un simple saque de banda, recibido en el Calderón como un título. La grada se levantó y quemó sus manos, tiritó el estadio, que se entregó definitivamente al Mesías. Ni siquiera el descanso amortiguo la fiebre, creciente cuando el capitán birló, por coraje, otra posesión en la frontal y sólo un estupendo Molina logró salvar el gol, que se hizo esperar, después, en un primer intento desde la esquina del área, y mientras tanto una carrera por aquí, otra por allá, un amague, un recorte y otro disparo, ahora sí, que doblegó la resistencia del portero del Levante.
Se fue hacia el banquillo y allí lo adoraron todos, le dieron las gracias y renovaron su votos de fe en un futbolista sin el que hoy el Atlético habitaría una penumbra mayor. Porque, cuando el público amaneció, llevaba 10 minutos protestando por uno de los ejercicios futbolísticos más tristes que despachado su equipo. La imagen del grupo de Aguirre durante la primera parte fue terrorífica, contigua al esperpento. Luccin, lesionado en el calentamiento, dejó su espacio a Costinha, que tendrá mucho mando en el vestuario pero en el campo es como si no estuviera, igual que Gabi.
Tiene otros problemas el equipo que son achacables al banquillo. Se queja mucho Aguirra de las ocasiones recibidas a balón parado. Quizá bastaría con esperar las faltas laterales en la frontal del área, dejando así 10 metros para que pueda salir el portero. En lugar de eso, todo el equipo, junto a los contrarios, se mete en el punto de penalti y eso se convierte en una suerte de pelea multitudinaria donde puede pasar de todo, y normalmente no es nada bueno para los rojiblancos.
El Levante, de no haber sido por Torres, se habría llevado algo del Calderón. Al menos, un punto. Porque hizo lo que se espera de un grupo que se está jugando el pellejo. Atravesado en el centro del campo, sin muchas ínfulas logró desactivar al oponente, mejorado tras el intermedio con la entrada de Agüero y la marcha de Costinha. Eso sí, fue ponerse por delante y recular, entregarle la pelota al rival y sufrir innecesariamente. El Levante dispuso de ocasiones más que de sobra para haber empatado, pero no acertó con la red de Leo Franco y se marchó también entregado a los dictados de un tipo con brazalete.
*Crónica publicada en la página 6 del suplemento de Deportes de El Mundo del Siglo XXI hoy lunes 16 de abril
Escrito por Matallanas | 8:08 p. m. | Enlace permanente