El paseo triunfal de Calderón (Por Alfredo Duro)
¿os suena?
Por Alfredo Duro
Agotados los argumentos de aquellos que por sistema vienen ninguneando los logros del Real Madrid, y menospreciando las innegables virtudes que ha ido acumulando el equipo de Capello, aparece en escena el paseo triunfal de Ramón Calderón en la Romareda de para darle carnaza a quienes estaban en pleno reconocimiento de rendición incondicional ante la inminente liga que el Madrid está por conquistar. Les viene al pelo. De esta manera vuelven a hacer una estrambótica pirueta de hipocresía y reducen el estado de la cuestión a un supuesto ejercicio de triunfalismo por parte de presidente y jugadores, como si ésta reacción, humana y consustancial a tanta presión soportada, justificara la negación de las respuestas futbolísticas que, a pesar de todo, han hecho del Madrid el mejor equipo de la liga.
Durante el antiguo régimen, y sólo me refiero a mandatos presidenciales en el club, el Santiago Bernabeú cobijó los comportamientos más clasistas y petulantes que se recuerdan en el fútbol español. Seis años sirvieron para que la vanidad de las actuaciones y lo encopetado del estilo, provocaran en todo el país un áspero y lamentable deterioro de la aceptación que el Madrid había edificado durante décadas fuera de la ciudad. La unánime coincidencia que advirtió de los negativos efectos de tanta arrogancia y soberbia fue interpretada por los dirigentes como una minúscula insolencia. Cegados por aquella chalanada de la “evangelización” perdieron el contacto real con la gente y frivolizaron con los sentimientos más humanos y pasionales. Optaron por el clasismo aristocrático y fantoche y se alejaron del madridismo popular y chulapo. Y perdieron. Ya lo creo que perdieron.
Si algo tuvo Ramón Calderón durante las últimas elecciones fue cercanía con la gente. Supo manejar mejor que nadie la llegada a los socios de toda clase y condición. Se ganó el cariño y el afecto de los que entendían que el Madrid galáctico no representaba los valores más respetados y tradicionales del club. Fue entonces cuando a todos nos quedó claro que, llegado el momento, Calderón sería víctima de compartir con miles de aficionados un momento de exultante alegría. Un pecado grave comparado con pequeñas travesuras como las de diseñar con nocturnidad y alevosía la eliminación de un entrenador que acaba de ganar la liga y provocar la dimisión de otro que comprueba que los entrenamientos dependen de la agenda que el presidente les organiza a los jugadores. Cuestión de gustos.
La reacción social y mediática que ha tenido el minuto de oro del pasado sábado en Zaragoza y Barcelona ha sido directamente proporcional a la demostración de alegría que han demostrado presidente, cuerpo técnico y jugadores del Real Madrid. Aquellos que insisten en darle al paseo de Calderón etiqueta de inoportuno triunfalismo están en su derecho de hacerlo. En su rancia y caduca creencia pretenden que la imagen de quien ostenta la máxima representación de los socios esté, precisamente, alejada de los propios socios. En fín, nadie dijo que esto sería fácil.
Duro ¿os suena?
Escrito por Matallanas | 9:44 p. m. | Enlace permanente