mata-dor. artículo publicado hoy en marca

Jorge acaba de cumplir 9 años. Y es del Atlético de Madrid. A su padre no le puede preguntar aquello de “¿papá, por qué somos del Atleti?”, porque su padre no es del Atleti. La proximidad geográfica de su domicilio con el Vicente Calderón, vive en Piramides, y la pasión futbolera de unos vecinos, que son madridistas, pero tienen lazos con el conjunto rojiblanco, le hicieron desde antes de dar sus primeros pasos vivir muchos partidos en un campo teñido de rojiblanco.

Después de cada encuentro volvía a hombros del estadio del Manzanares tarareando el himno que dice “derrochando coraje y corazón” ante la algarabía y el entusiasmo de la riada de seguidores que disfrutaban con ese mico que les ponía la banda sonora de su equipo en el trayecto de vuelta del partido hacia Pirámides.

La noche que el Barça le metió 0-6 al Atleti en casa, en la que los sufridores colchoneros volvían en silencio, con los pies lastrados y el corazón herido por la humillación culé, ese rubiales sacó un vozarrón imposible y empezó a tararear con orgullo aquello de “Yo me voy al Manzanares, al estadio Vicente Calderón…”, ante la emoción generalizada y provocando que los cientos que andaban por el Paseo de los Melancólicos se unieran al chavalín en una escena mágica, propia de una de esas campañas tan bonitas y entrañables, que, por abusar de ellas, tanto daño han hecho al Atleti.

Jorge es tan del Atleti que en su clase hace dos años era el único colchonero. El resto eran madridistas. Ahora ha hecho a seis compañeros seguidores del Atleti y cada vez que hay cumpleaños baja con su madre a la tienda del Calderón y le compra al compañero del cumple un regalo con motivos rojiblancos y el escudo del oso y el madroño. “¿Pero tu compañero es del Atleti?” Pregunta su mamá. Y Jorge contesta seco: “No, pero se lo voy a regalar”.

El pasado miércoles, nada más empatar el Almería, Jorge, que cuando descendió el Atleti a Segunda no había nacido y no vio la campaña de Kiko rematando de chilena sobre las llamas, no pudo evitar exclamar: “¡Otro añito en el Infierno!” Los de la butacas de alrededor se quedaron sobrecogidos unos segundos. Luego, sacaron el pañuelo y gritaron al palco.