Aquella Semana Santa del 88
DE CUANDO VIAJÉ CON EL ATLÉTICO MADRILEÑO
Os decía ayer que quería contaros sensaciones. Las experimenté al llegar a Badajoz, principalmente al llegar al hotel Zurbarán. La memoria es un enorme armario en el que cuentas con un montón de ropa que has usado, que ya no te pones porque no te vale, pero que, de repente, te viene a la cabeza aquel pantalón de tenis que no te quitabas en todo el verano. Igual que me pasó en Valencia antes del Mundial al ver a la selección jugar contra un juvenil del Valencia (Galéría del MaTA-dor, ‘El día que marqué a Butragueño’), me volvió a suceder ayer al pisar ese hotel de Badajoz. El mismo hotel donde estuve alojado en la Semana Santa de 1988 con el Atlético Madrileño, entonces en Segunda B. Militaba en el tercer juvenil del Atlético y el segundo equipo necesitaba gente porque entre lesiones y jugadores que habían subido al primer equipo, Ovejero configuraba a duras penas la lista para jugar un partido de Liga ante el Cacereño. Y, como tenía un bolo firmado tres días antes del choque liguero en Valencia de Alcantará, tuvo que tirar de juveniles. El juvenil A estaba en Suiza en un torneo y el segundo juvenil, al que se llamaba entonces el juvenil M, se encontraba en otro torneo en Playa de Haro. Y ahí nos vimos cinco chavalitos de 16 años con el segundo equipo. Si no me falla la memoria, porque dudo en dos, vinimos Ayala, Jara, Blanco, Burgos y yo, no recuerdo si Jara se había roto ya los ligamentos y vino otro compañero, pudo ser Lozano. El caso es que jugamos aquel amistoso en Valencia de Alcantara (a mi me sacaron una tarjeta blanca, que por aquella temporada las sacaban, era menos que la amarilla, no recuerdo bien) y luego, tras una actuación correcta, me cambió Ovejero. Me duché con Quique Estebaranz, que acababa de marcar un golazo después de regatear a cinco rivales y que por entonces llevaba una año lesionado luchando por ser profesional (luego lo consiguió: Tenerife y ¡Barcelona!). Y tras el partido nos vinimos a una concentración de verdad con los jugadores del Madrileño. En el hotel, tras la cena, participé en una tertulia con Ramos Marco, que había venido a pitar el trofeo de infantiles (ahora son cadetes) de Badajoz, en la que Antonio Llarandi, utillero entonces del segundo equipo, le reprochaba el penalti que no pitó un año antes sobre Julio Prieto en la final de Copa Atlético-Real Sociedad que se jugó en La Romareda. Al día siguiente fuimos a ver al Real Madrid infantil y un chavalín escuchimizado hizo ¡cinco goles! Era un tal Alfonsito, que años más tarde, tras ganar la medalla de oro en Barcelona 92, no triunfó en el Real Madrid porque una lesión de rodilla, la aparición de Raúl y los billetes de Lopera le hicieron ser ídolo en el Benito Villamarín y hacernos saltar a todos los españoles con su gol en la Eurocopa 2000.
De aquellos días intensos no se me olvidará nunca las conversaciones con aquellos jugadores del Madrileño que peleaban por triunfar y meter al filial en Segunda. No se me olvidará nunca como dormía Jeús, aquel portero de San Cristóbal al que llamaban el ‘esponja’ (no por la bebida, ni mucho menos, sino por como caía al volar a por la pelota). Jesús dormía con las botas de fútbol puestas. “Para hacerlas”, decía mientras los compañeros se reían de su excentricidad. Jesús se mató con el coche en la M-30 semanas más tarde y el Atlético perdió un gran portero y la vida a un tipo entrañable. No se me olvidará nunca como miraba admirado a Julián cuando se cambiaba, cuando se ponía las espinilleras y se ataba las botas. Julian Romero Nieto ha sido, a mi juicio, uno de los mejores delanteros que ha tenido el Atlético en su cantera. Menotti le subió al primer equipo deslumbrado con sus condiciones, aunque al final no le hizo debutar. Luego dio pinceladas de su clase en el Racing, Las Palmas y el Getafe, quedando para los anales un golazo que le metió en Copa del Rey a Unzué en el Camp Nou.
Julián no triunfó como merecía. Ni Ayala, que fue el único de los cinco juveniles que se vistió en el partido oficial ante el Cacereño. Ayala, el centrocampista más completo que vi en mi vida (como Martín Vázquez, pero mejor), tampoco triunfó. A Jesús, el 'esponja', no le dio tiempo. Jesús, Julián, Ayala y Aguilera (ausente porque ya estaba en el primer equipo en aquella experiencia pacense inolvidable de aquel aprendiz de futbolista) eran de San Cristóbal de Los Ángeles, el mismo barrio de Raúl. ¡Menuda cantera!
Esta noche juega España en Badajoz. El hotel ahora se llama Husa Zurbarán y desde aquella primavera del 88 lo habrán reformado al menos dos veces. Pero cuando he desayunado esta mañana he recordado la obsesión de Ovejero porque nadie se echara mantequilla en las tostadas. Y cuando paso por el hall aún puedo ver a Jesús, el 'esponja', reírse y vacilar con Soco, el delegado del Madrileño. Recuerdos felices, tristes y alegres. Eso es la vida. Sólo vale la pena vivir, para vivir.
Foto con la Copa de Europa de 1964
Me puesto melancólico recordando esas sensaciones. Pero aquí en Badajoz, 18 años después de aquellos recuerdos, los enviados especiales nos reímos bastante. Hay buen rollito. Ayer nos hicimos una foto con la Copa de Europa que ganó España en 1964 (la de Marcelino de cabeza marcándole a Rusia un gol), con el único trofeo que ha ganado. Alcalá (Ser), Miguel Ángel Díaz, Miguelito (Radio Marca), Fernando Burgos (Telemadrid) y Javier Herráez (Onda Cero) y un servidor fuimos inmortalizados con mi cámara por Vicente Casado, director de marketing de la Federación, en la pista de aterrizaje del aeropuerto de Badajoz. A ver si nos hacemos otra fotito con el trofeo de la Eurocopa 2008. ¡Qué ya es horita!
Escrito por Matallanas | 2:22 p. m. | Enlace permanente