Del Bosque muestra su librillo en 'La Razón'
La complicada tropa del entrenador
Por Vicente del Bosque
Los clubes tienen una obsesión, sobre todo cuando se pierde, la disciplina. Parece cuestión sólo de los entrenadores. Dirigentes y allegados se alejan. El jugador de fútbol es un «empleado especial», que comparte trabajo con veintitantos jugadores más durante los entrenamientos, pero tiene una singularidad, respecto a otras profesiones, y es que en cada partido hay una elección por parte del entrenador que produce heridas en la sensibilidad de los jugadores. Las últimas semanas ha existido algún rebrote de este tipo de conflictos, tan viejos como el propio fútbol. Estos líos, generalmente, son individuales, pues hay que ser muy torpe para que haya rebeliones colectivas. Hay que entenderlo por el egoísmo natural de la profesión. Aunque sean habituales, no son edificantes. Los conflictos se producen por excesiva competencia o por escasa comunicación. Un entrenador sale reforzado o debilitado según sea la resolución del problema.
He escrito en otras ocasiones el momento de debilidad que viven los entrenadores. Están muy expuestos en ésa continúa toma de decisiones, más, siendo éstas públicas. El entrenador es muy observado por los jugadores, desde el primer día que entra en el vestuario; saben el color de los calcetines, el reloj que lleva o la colonia que usa. Si se fijan en eso, igual de críticos son en todo el desarrollo del trabajo de la persona que tiene la responsabilidad de dirigir un grupo humano y sacarle el máximo rendimiento.
Es obligación del entrenador crear un clima de convivencia, un marco de trabajo agradable y, al mismo tiempo, exigente. Hay que huir de la frialdad y del mercantilismo de hoy, del ordeno y mando desprovisto de todo sentido humano y futbolístico. Hay que ser comprensivo, flexible, paciente, tener aplomo, empatía y algo de sentido del humor, que es la mejor manera de encarar los problemas dentro de un grupo. Tiene que haber un equilibrio entre el grado de imposición y el de flexibilidad. Es una opinión, no es doctrina. El entrenador tiene que liderar una tropa complicada, en el sentido de influir, de convencer y hasta de seducir. Más cautivar que atemorizar.
Tuve un entrenador, bastante desconfiado, que no le gustaba hablar en la caseta porque decía que había mucha gente alrededor y que «las paredes oyen». Siempre nos hablaba en el centro del campo. Antes, todas estas batallas se resolvían en familia; ahora, ésta se ha hecho tan grande dentro de los clubes que es difícil mantener los problemas íntimos en secreto. Es imposible. El diálogo es impres- cindible. En cualquier caso, no soy partidario de resolver los conflictos con sanciones deportivas, que pueden perjudicar al equipo, ni me gustan los castigos económicos.
Escrito por Matallanas | 12:02 a. m. | Enlace permanente