El Butacón del Garci
Ciegos, sordos, cobardes, kamikazes (y las manos de Harpo Marx)
Por José Manuel García
En la Liga de las Estrellas, donde se mueven millones de euros en fichajes, los arbitros (una mayoría) de la mejor Liga del mundo mundial son de chiste. Más que mostrar goles y jugadas espectaculares de la jornada, los editores de los programas deportivos del domingo se ven obligados a dedicar un trozo enorme de los espacios a los tremendos errores de los colegiados. Estos señores, que cobran una buena soldada por actuar la jornada dominical, se destacan por ser mudos; en ocasiones, sordos y, la mayoría de las veces, ciegos. Una amplia representación de este colectivo que selecciona el jefe del negociado (Sánchez Arminio) aúna otro vicio: la ignorancia. Uno de los casos para la antología lo reflejó Alvarez Izquierdo. Dicho colegiado es ciego, sordo e ignorante. Arbitro del último Celta-Sevilla, confundió el choque de las cabezas del céltico Perera y el sevillista Javi Navarro como agresión de éste dentro del área y, por tanto, penalti.
El tal Alvarez fue el mismo que mostró tarjeta roja al levantinista Kapo por "exclamar con "Uooo" ante una decisión suya. No era "Uooo", sino "what" ("¿qué?"). Lo de este votante, además, es un fallo en cultura. Yo lo mandaría a las aulas y al otorrino.
Del género arbitral también destaco otro apartado: el de cobardes. Hay una buena pléyade de colegiados que no se complican un minuto de su vida mientras actúa. Antes de saltar al campo, el mencionado legionario echa un vistazo a la grada, la ve repleta de bufandas de un mismo color, una multitud jaleando al equipo del alma y vociferando contra el rival. Ante la perspectiva, el señor colegiado lo tiene muy claro: "Yo de aquí salgo como los toreros: a hombros y con dos orejas y rabo. El rabo del rival del equipo forastero. Que le pregunten, si no, a González Vázquez, el que abrió la puerta del triunfo del Barcelona frente al Recre con un penalti sobre Gundjonssen. El colegiado tachó de flagrante delito (derribo) el soplido del recreativista Mario sobre el cogote del islandés, que se cayó derribado por un misil gaseoso. Otro árbitro cagón es Muñiz Fernández, ese que quince días antes y en el mismo escenario anuló un gol al sevillista Escudé y se inventó penalti sobre Ronaldinho en la siguiente jugada.
Los kamikazes también existen en el arbitraje. Su mejor exponente es Megía Dávila. Megía ve un campo lleno hasta la banderola y se pone a mil. "Este es mi día", le dice su estómago. Y el colegiado da la tarde. Que le pregunten al Valencia. Lo malo de la audacia que propugna Megía es que se hermana con la ignorancia. El resultado es una bomba.
Y lo peor es que ya estamos cansados de tanta excusa, de tanto cargar la suerte a la mala suerte. ¿A quién le tocará este domingo? Tiembla, Deportivo. Agárrense… quienes sean. Estamos hastiados de sufrir cada jornada de fútbol un atracón de pésima vista o que nos caiga encima un balde de mala leche. Sobre todo, estamos hasta el colondrón de los superjefes. Y de la mano que mese la cuna. La de Villar. Las suyas son las manos de Harpo Marx.
Perdedores y ganadores
Tras resolverse el lío sainetesco de números, por fin se puede ver al Sevilla por televisión. Por mucho que algunos digan (o enmascaren), en este embrollo ha habido perdedores y ganadores. Perdió Audiovisual Sport (y sus socios). Los que ganaron: el Sevilla y los televidentes. Menos mal: en esta película de tiros, cuatreros, guapos y bufones ganaron... los buenos.
Escrito por Matallanas | 1:58 p. m. | Enlace permanente