¿OS SUENA? Por Alfredo Duro
Mira quien habla
Por Alfredo Duro
Resulta especialmente desagradable la falta de elegancia y de respeto con la que algunos jugadores del Real Madrid han optado para reclamar minutos y partidos en el equipo. Resulta muy desagradable y muy fuera de tono. Sobre todo cuando ese disparatado punto de egocentrismo procede de tipos como Robinho y Reyes, cuyo rendimiento en los seis meses que han transcurrido de temporada es sencillamente ridículo e insignificante.
Los dos representan en este momento el tipo de jugador que mejor encarna la mediocridad aplaudida. Ese fútbol de mentira que sólo sirve para robar unos míseros planos de gloria en acciones intrascendentes y pésimamente acabadas. Jugadores de halago fácil por el brillo impactante que genera su puesta en escena, pero que caen en el abismo de la indiferencia cuando la acción se agranda y el tiempo se para en ellos. Pura bisutería. Sin ningún valor del que sacar partido. Y así le vá al Madrid. Cayéndose y levantándose como puede por la pesada carga de los Reyes y Robinhos de turno.
Robinho llegó al Madrid después de una larga y disparatada historia con tintes detectivescos, en la que no faltó un desagradable secuestro del que fue objeto su madre. Su millonario fichaje se presentó ante el madridismo como el último eslabón para cerrar la cadena galáctica. Esa en la que solo faltaba el joven heredero al trono. Poco menos que “el sucesor de Pelé”, y por tanto, la mejor inversión que ofrecía el firmamento futbolístico para garantizar un ciclo histórico de éxitos. Desde entonces hasta hoy una muy simple conclusión: primero Cádiz, después nada. Nada de nada salvo la demostración permanente de estar lejos de entender aspectos básicos del juego. Cada jugada se convierte en una interminable sucesión de adornos y filigranas que mueren de irrelevancia. Suficiente y tedioso.
Lo de Reyes no tuvo el toque delictivo del secuestro, pero su aterrizaje en Madrid condenó al exilio londinense a Julio Baptista. Además de fraguarse con alevosía y nocturnidad, su fichaje se produjo el último día de plazo y eso degeneró en un intercambio poco o nada sensato de cláusulas entre el Arsenal y Real Madrid. Tan poco sensato que la compra definitiva de Reyes (24 millones) le costaría al Madrid cuatro millones más de euros de lo que le supondría a los ingleses quedarse con “la bestia” (20 millones). Parece un buen negocio… para el Arsenal. Y a cambio de eso una decepción enorme porque Reyes, a diferencia de Robinho, sí que domina un buen número de recursos. Lo que ya parece irremediable es que Reyes y los suyos le pongan al fútbol y sus circunstancias el más elemental sentido de la coherencia. Cosas de la cabeza y de la vida.
Menos mal que, entre tanto comportamiento mentecato, aún aparecen demostraciones de sinceridad futbolística como la de Diarra. El portento físico de Mali, otra de las inexplicables decepciones de la temporada, ha frenado los impulsos necios de los que otros hacen gala y ha calificado su temporada de “mediocre”. Su franqueza y su espontaneidad merecen la consideración de aquellos a los que se dirige. Los mismos que están hartos de charlatanes inoportunos y embaucadores del balón. Que sean ellos los que les señalen la puerta de salida.
Duro ¿os suena?
Escrito por Matallanas | 12:16 a. m. | Enlace permanente