Riquelme, según el Negro Adrián (El Butacón del Garci, por José Manuel García)
EL BUTACON DEL GARCI XXII
Por José Manuel García
Yo sé de alguien que, mientras espera al domingo para ir a la cancha de Boca y ver de nuevo a Román con la casaca (sagrada) de Boca, devora los minutos uno a uno y maldice con la vista la lentitud de los amaneceres. Se llama Adrián Martínez y es mozo de cuadras en el Hipódromo de San Isidro (Buenos Aires). Adrián es el Negro Martínez. Lo tiene casi todo negro, Adrián: ojos como luceros, pelo azabache, piel abetunada y retinta; una piel que el paso de los años ha respetado en su integridad, menos en los rebordes de los ojos donde aparecen muescas de una vida llena de sombras.
El Negro Martínez es hincha de Boca Juniors, o sea, bostero, bostero de Maradona y bostero de Román, Juan Román Riquelme.
Cuando Adrián supo del regreso del 10, su corazón le dio un respingo. Apenas con un mate en el cuerpo, casi de noche, el Negro viajó a la otra punta de la capital para reunirse con Mario, su viejo amigo, el taquillero de la Bombonera, que le reservó un boleto de la popular para el domingo, 18 de febrero, en el bendito año de 2007, “cuando Dios le abrió de nuevo las puertas de Boca a Román”.
Ese día el fútbol y Boca volverán al mismo sitio, al altar de los más grandes. El balón se cubrirá con las suelas del 10 de Don Torcuato y viajará al imposible. Ya verán esos tarados cómo sigue funcionando la cabeza de piedra de Palermo y esa sexta marcha de Palacios. Gardel y Sabina volverán a pelearse por un bandoneón auriazul, y a ese negrito del Adrián le dará por llorar de puro éxtasis.
La Bombonera, Boca contra Rosario Central, y Román con la casaca 10 más sagrada.
Y las palmas humeando y las gargantas de miles de negritos como el Adrián rugiendo, y las piernas saltando cortito, sin perder el compás.
Si los gallegos del Villarreal no quieren a Román Riquelme, el mundo algún día será cuadrado. El Negro Adrián no conoce que Fernando Roig tiene una caja registradora de corazón, tampoco que Llaneza pesa tonelada y media de hipocresía y que un tal Pellegrini es un mal payaso. Sólo conoce el Negro que estos gallegos andan cojitrancos con tanto número, aunque Dios los bendiga por sus miserias y por haberles devuelto a Román.
A partir de ahora, y aunque sólo sean por unos meses, Boca regresará a las grandezas y el fútbol tendrá ojos azul y oro. Quien sabe si también de celeste y blanco, ahora que la María ya sonríe. Riquelme duerme bien porque tiene el techo del galpón lleno de estrellas. Riquelme es de los nuestros, dice el Negro, de los que te brindan el mate y no bajan la mirada. Y volverá. Los grandes siempre vuelven.
Escrito por Matallanas | 1:40 p. m. | Enlace permanente