"Mira Ronaldo, le dijeron que hiciera 20 flexiones y solo hizo cinco y Gattusso le dijo..."
"Míster, deja a Rony tranquilo"
Valdebebas. Ciudad del Madridismo. Una mañana de la semana pasada. Capello habla a sus jugadores. Va de enrollado. Y se pone a contar una anécdota. “Mira lo que me han contado de Milanello: le dicen a Ronaldo que haga 20 flexiones y hace cinco. Y llega Gattuso y se lo recrimina: ‘oye, que aquí se viene a trabajar”. Los ex compañeros de Ronaldo miran al suelo, al vacío. No tragan a Fabio. No soportan su falta de respeto y que todo lo sepa. Pero salta el de siempre. El que nunca se calla. Un chaval asilvestrado, de los que hace grupo, que cae bien a casi toods, pero también el típico plasta que no sabe cuando hay que parar la broma. Salta Cassano, amante de las estadísticas y de los palmarés de sus compañeros (por eso siente devoción por Raúl) para defender al Fenómeno. “Sí, hará cinco flexiones, pero es el máximo goleador en la historia de los mundiales. Es un fenómeno”. Capello echó una mirada a Cassano de esas que reparte entre los periodistas cada vez que le hacen una pregunta a degüello (algo habitual últimamente). Y tomó la palabra Roberto Carlos. “Deja ya al chico, míster, que ya está lejos”.
Con la anécdota le salió el tiro por la culata a Capello. Su obsesión por Ronaldo no ha desaparecido ni forzando su salida. Porque por más que repita que se fue porque quiso, Rony se marchó porque Capello le obligó a irse malvendido, casi regalado al Milan. Y le forzó faltándole al respeto. Porque le llamó ‘gordo’ delante de todos sus compañeros en el vestuario, el día del partido de Copa en el Bernabéu ante el Ecija. Le humilló delante de todos, de veteranos y noveles. Y Ronaldo no se levantó y le pegó un bofetón, que era lo que le pedía el cuerpo, por educación y por respeto a sus compañeros, sobre todo a los jóvenes, que le miraban con devoción al cambiarse a su lado en el vestuario. Se calló y fue tragando. Hizo dos goles en Kiev en Champions. Pero veía que no había nada que hacer.
Y llegó el Milan y se marchó. Al principio tuvo dudas pensando en los hinchas del Inter, que tan bien le trataron. Las dudas se le esfumaron de un plumazo cuando, al segundo día de estar en Milán, fue al cine con su representante Fabiano Farah. Iba caminando, con gorro y casi de incógnito, cuando le reconocieron tres viandantes. Le pidieron un autógrafo y le dijeron que eran tiffossi… del Inter. Rony vio la película ‘Diamante de sangre’, de Leonardo di Caprio, y se sentó en su butaca del cine, sin palomitas, satisfecho de su decisión de irse al Milan. Luego llegó el sábado, dos días después de la ‘didáctica’ anécdota de Fabio. y marcó dos goles al Siena. Y Capello sigue obsesionado con él. ¡Que se preocupe del Bayern!
P.D. “Yo adivino el parpadeo de las luces que a lo lejos van marcando mi retorno. Son las mismas que alumbraron…” Siempre hay un regreso. ¡Bien hallados!
Ejercicio de concisión
Este es el primer artículo que hice para Marca. Lo había escrito para llegar y volcarlo en página, pero tuve que reducirlo, en un siempre necesario ejercicio de concisión, ya que la extensión de la columna es menor que lo que había escrito. Pero como está escrito, me apetece colgarlo íntegro en un post. Escribiré en Marca de martes a sábado y, a lo mejor, vuelco aquí la columna al día siguiente de salir publicada. Pero no sé que haré...
Escrito por Matallanas | 12:01 p. m. | Enlace permanente