Revolución blanca (¿OS SUENA? Por Alfredo Duro)
revolución blanca
Por Alfredo Duro
Flota en el ambiente una amarga sensación de fracaso y ruina que devuelve al madridismo la necesidad de plantearse el debate más trascendental y ambicioso de los últimos años. Un debate que apunta directamente a la plantilla de jugadores. A lo que ésta representa y a su capacidad para hacer frente al futuro. A su condición de equipo orgulloso y comprometido tal y como lo demanda su historia. A su predisposición al sufrimiento. A su firme voluntad de levantarse tras la caída y mirar con fijeza el destino. A su indomable espíritu de equipo ganador. A su enérgica negación de la derrota como posible. A su sagrado respeto al legado de sus mayores. A su conocimiento y comprensión de lo que significa vestir la camiseta del Real Madrid. A tantas y tantas cosas como parecen haberse perdido en el absurdo camino emprendido en tiempos recientes hacia el espacio exterior y los reinos que no son de este mundo. Un debate que debe concluir en el convencimiento y la necesidad de emprender un revolucionario cambio en la plantilla.
Una de las más graves conclusiones que se han determinado tras la caída de Munich apunta directamente al clima de resignación con el que estos jugadores parecen aceptar la cadena de derrotas que se acumulan. Escuchar buena parte de las declaraciones públicas y privadas de la plantilla y observar las actitudes y las formas con las que afrontan el día después confirma que, entre otras cosas, este equipo se ha acostumbrado a perder y no parece llevarlo tan mal. Durante años han tenido la complicidad del dedo acusador que siempre se ha dirigido al banquillo para encontrar el culpable. Ese caprichoso y amanerado dedo ha sido dirigido, además, por los responsables de haber escondido parte del problema. Justamente la parte que a ellos, los jugadores, les ha correspondido. En esa inconsciencia han sido incapaces de asumir su culpa y han logrado rebotar cualquier reacción institucional hasta el punto de provocar la dimisión de entrenadores. Camacho se hartó del mercado de vanidades que el club había tejido en torno a la plantilla y avisó de las consecuencias que aquello podía deparar. Aquí están las consecuencias.
Repetir la galería de errores que Fabio Capello ha ido acumulando en los últimos meses simplificaría el problema. Apuntar hacia la llegada de las más rutilantes megaestrellas del planeta futbolística genera derroche y un dispendio económico que no garantiza ningún resultado inmediato. Anunciar la consecución de títulos en base a las decisiones que van a tomarse es tan poco creíble como arriesgado. ¿Qué hacer entonces?
En el club saben que durante décadas el vestuario supo vertebrar las mejores virtudes que han hecho del Real Madrid lo que es. La cadena ha ido perdiendo eslabones hasta el punto de echar en falta a los jugadores que han garantizado su eficacia y ése es el punto de partida adecuado para iniciar la reconstrucción. Tan simple como conseguir que el vestuario del que hablamos, el del Real Madrid, no sea sospechoso de ausencia de madridistas. Casillas, Raúl y Sergio Ramos se convierten por ello en la principal esperanza del futuro del club. Tras ellos… los polluelos.
Duro ¿os suena?
Escrito por Matallanas | 3:06 a. m. | Enlace permanente