La explosión de Fernando Torres
JAVIER GÓMEZ MATALLANAS. Fernando Torres ha explotado en el Liverpool. Consiguió aumentar al máximo el caudal del Manzanares, pero se vio obligado a hacer un trasvase al estuario del río Mersey para demostrar y desarrollar su enorme potencial. Le han bastado 8 meses en el club de Anfield Road para demostrar que no era un futbolista sobrevalorado, para dejar claro que lo que hizo en el Atlético de Madrid no fue fruto de la casualidad y para evidenciar que en un equipo competitivo daría su verdadera dimensión como jugador y se colocaría como uno de los mejores delanteros del mundo.
Rafa Benítez apostó fuerte por su fichaje. Había tenido ofertas importantes en los últimos años (lo que le ofrecía el Inter de Milán hace una temporada no lo hubiera rechazado ningún futbolista del mundo, pero él aguantó para conseguir el sueño de jugar la Champions con el Atleti). La llamada de Benítez llegó en el momento justo y Fernando Torres, con un cierto halo de fracaso por no haber logrado los objetivos con el Atlético, aunque habiendo triunfado en el plano individual, decidió volar a Liverpool. Lo cómodo hubiera sido quedarse en su casa, lo sencillo hubiera sido seguir intentando con todas sus fuerzas que el Atlético volviera a ser un grande, pero prefirió apostar y dio el salto al Liverpool.
Fernando siempre siguió la máxima de Unamuno. En los momentos más dulces y más amargos siempre tenía muy presente aquello de que “quien tiene fe en sí mismo, no necesitan que los demás crean en él”. La mayoría de los atléticos le tenían fe ciega, pero en los últimos años le llegaron a silbar en el Calderón. Muchos de los aficionados españoles veían en él un producto de la prensa de Madrid. Y ha sido llegar al Liverpool y, a golpe de golazos, y conseguir la unanimidad de la crítica española y extranjera.
La explosión de Torres es una demostración del empequeñecimiento del Atlético de Madrid. De colchonero, su fulminante carrera se ralentizó porque la responsabilidad y la exigencia para él solo era contraproducente y perjudicial para su desarrollo, que, aún así, fue notable. Fernando se está entrenando como un campeón a las órdenes de Rafa Benítez. También lo hacía en el Atlético, pero los resultados colectivos no llegaban y ya no se valoraban los logros individuales. Sobreexpuesto y responsable de todos los fracasos, bien pagado por ello, sin duda, pero con un peso insoportable para seguir la progresión que debía por ser el símbolo de un equipo en horas bajas.
Han pasado muchas cosas en estos 8 meses. Ferguson quiso reaccionar cuando Benítez ya había cerrado su contratación. Mourinho se arrepiente ahora de no haberle llevado a su Chelsea. Florentino le sigue teniendo en su agenda como uno de los puntales en caso de regresar a la presidencia del Real Madrid (ya intentó su fichaje en dos ocasiones). Luis Aragonés ya no le volverá a sustituir en el minuto 55 sistemáticamente. Miguel Angel Gil le saludó cariñoso en Bolton. Cerezo estuvo frío en ese saludo, como resentido, cuando el que debía estar resentido, que no lo está y no se pierde un partido de su Atleti, era Torres por haberle obligado a irse a buscarse la vida por su nefasta gestión.
A Torres le han bastado 8 meses para cerrar bocas. No era lo que pretendía. Sólo aspiraba a reivindicarse, a hacerse un hueco en la elite, a que se le conociera en el fútbol mundial, porque sus apariciones internacionales se limitaron a los títulos juveniles con España, a una final de la Intertoto y a una espectacular primera fase en el Mundial de Alemania. El momento de hacer balance será a final de temporada, con la Premier y la Champions concluidas y con la Eurocopa disputada. Pero Fernando Torres se consagró en San Siro con ese control sereno, esa media vuelta pausada, y ese derechazo certero y limpio. Con ese gol que siempre ha tenido, desde que jugaba en el Rayo 13 de Fuenlabrada. Esos 26 goles que ha anotado hasta la fecha en el Liverpool son algo natural porque siempre ha tenido gol. En el Atlético jugó muchos partidos queriendo cambiar en cada jugada la gris historia en la que se ha instalado el tercer equipo de España en los últimas dos décadas. Fernando quería hacer un golazo en cada jugado para acelerar la vuelta del Atlético entre los grandes. Se echó a las espaldas los cien años de historia del conjunto colchonero y soportó la presión con naturalidad, pero decidió marcharse y le ha va bien. Está triunfando en el Liverpool. Y esto no ha hecho más que empezar. Y, no se olviden, también es el ‘9’ de España.
Escrito por Matallanas | 1:01 a. m. | Enlace permanente