mario cumple seis meses

“A menudo los hijos se nos parecen y así nos dan la primera satisfacción…” Así arranca Serrat su manual de paternidad que tituló ‘Esos locos bajitos’. “Les vamos transmitiendo nuestra frustraciones con la leche templada y en cada canción”. Y así refleja en esa obra maestra, el gran Joan Manuel, con su clarividencia de lo cotidiano, el hecho de que la ascendencia y la influencia de los padres sobre sus vástagos. Cuando tienes un hijo escuchas la canción con otra perspectiva y cuando empiezas a ejercer de padre, en una función que aprendes día a día y para la que no hay ninguna universidad más que la convivencia y asistir al crecimiento, te planteas muchas cosas. Entre otras la de trasmitirle tus aficiones y gustos. ¿Tienen derecho los padres a hacer a su criatura de este o aquel equipo de fútbol por el simple hecho de que ellos sean seguidores de ese club? Parece inevitable que si a un padre le gusta un equipo su hijo acabe siguiendo a ese conjunto. Pero no se debe cumplir siempre y, sobre todo, pienso, no se debe impone. En mi caso, mi padre es muy madridista y mi abuelo materno (el auténtico Matallanas) muy atlético. Desde bien pequeño fui al Calderón y al Bernabéu. A los 13 años, decanté mi simpatía por lo colchonero por vivencias personales de jugador de la cantera rojiblanca. Pero, en un hecho que para algunos pueda desvirtúa mi pedigrí atlética, nunca fui ni seré antimadridista, por más que en ese antagonismo y rivalidad entre adversarios esté la salsa del fútbol y en numerosas ocasiones adopte la pose para picar, debatir y vacilar.

Por esto, cuando nació Mario decidí que el eligiera. Mi hermano Carlos fue al Calderón hacerle socio del Atlético a las dos horas de nacer y se encontró con que Antonio Sanz y Alonso Castilla ya le habían hecho socio dos horas antes. Mi hermano Gonzalo dijo que le haría socio del Real Madrid, mientras mi círculo íntimos colchoneros ponían el grito en el cielo y me espetaban a que se lo prohibiese. Aún no le ha hecho socio del Madrid, pero si lo hace yo no tengo ninguna autoridad para prohibírselo. Las dudas no surgen, que podrían, por el hecho evidente de la perdida de grandeza del Atlético, con la abismal distancia, una brecha brutal de potencial, que se ha producido entre el Real Madrid y el Atlético en las dos últimas décadas. Porque es un hecho que hacer a un crío del Atleti supone a día de hoy transmitirle una frustración en lugar de una ilusión. Por más que para mi el Atlético sea una película hiperrealista, reflejo de la vida misma, y el Real Madrid una película de Disney.

No obstante, nada garantiza que a Mario le vaya a gustar el fútbol ni este o aquel equipo. Hay precedentes, como el hijo de Enrique Ortego, uno de los mejores reporteros deportivos españoles, a quien no le mola nada de nada el fútbol, por más, o quizás por ello, de que ha crecido viendo a su padre cubrir la información de todo el fútbol español en el último cuarto de siglo. Aún así, Mario, que hoy cumple seis meses, es socio de Tigre desde el quinto mes de gestación (le hizo el Topo López, fanático del Matador). También es socio del Atlético de Madrid desde las dos horas de vida. Y desde los cuatro meses es socio del Club Atlético Boca Juniors. Es el socio número 150.252 de Boca (tengo que mirar si son tantos socios, ¡que pasada!). Le ha hecho socio de Boca mi amigo Gustavo Ortiz, fotógrafo argentino del diario Marca y el diario Olé, que hoy ha llegado a Madrid procedente de Pekín donde ha estado cubriendo los Juegos Olímpicos para Titan Sport, primer periódico deportivo de China donde le metí yo a colaborar. La foto que han puesto a Mario en el carnet es vestido de chulapo, así le vestimos en su primer San Isidro y se la mandé a Gus que se la dio a la gente de Boca para hacerle el carnet. Y el nombre que reza en su tarjeta de socio es el de Mario Matallanas. Otra igual. Es lógico que todos le llamen Matallanitas. Pero se llama Mario Gómez Renedo Matallanas Llana, por aquello de que mi firma en periodismo es mi segundo apellido.

No puedo negar que me mola que sea socio del Atlético y de Boca*. Me parece un hecho simpático. Y también me mola haberle conseguido, desde el embarazo, camisetas dedicadas por Kaká, Cristiano Ronaldo, Fabregas, Pelé o, por supuesto, Fernando Torres, con quien se retrató, enfundado en la roja, por supuesto, en Santander el pasado 4 de junio antes del amistoso España-Estados Unidos. Pero tampoco puedo dejar de reconocer que no sé si debo hacerlo. Ya lo veremos. Igual no le gusta el fútbol. O sí. Igual sí. De momento ya ha visto a España proclamarse campeona de Europa. Y con su camiseta puesta. Y hoy seguro que ayuda al Atleti a meterse en Champions. Es lo que hay. En estos casos, quizá Serrat haría otra versión: “Padre, ¡deja ya de joder con la pelota!”

*Aunque es otra historia, os cuento mis preferencias de fútbol argentinos, que han variado cual veleta y por mis amistades argentinas: era de Boca, hasta que el Mono Burgos y Simeone me dijeron que Racing de Avallaneda era más similar al Atlético, luego me alegré del triunfo de Estudiantes con el Cholo en el banquillo. Cuando el Cholo se fue a River le dije que no me haría gallina, porque en estos vaivenes de voluble inconsciente nunca dejaré de tener simpatía por los bosteros, pero me alegré por él de su nuevo título. Antes también simpatizaba con Rosario Central, por el Che y por Fontanarrosa. Y luego llegó el Topo con su Tigre, al que llaman el Matador y ahora igual me tengo que hacer de San Lorenzo por Solari, ¡qué lío, por favor!