La cacería como táctica
La táctica no la inventó el Real Madrid en el Camp Nou. La cacería a Messi se ha producido con otros jugadores desequilibrantes por parte de muchos equipos. Se trata de repartirse las faltas para evitar que sea el mismo jugador el que cometa la reiteración de acciones antirreglamentarias y evitar así que sea amonestado. El entrenador no da la orden de que lesionen al figura del equipo rival, pero si de que le paren en falta. Lo hizo Aguirre con Guti hace dos temporadas en el Bernabéu, lo hacían siempre con Maradona, lo hicieron con Cristiano Ronaldo en la última final de Champions y ha sido una táctica repetida, mucho más eficiente en tiempos pretéritos cuando las cámaras de televisión no captaban hasta el más mínimo detalle y los partidos no eran televisados.
Siempre que se producen estas cacerías se abre un debate sobre la necesidad de proteger la integridad física de las estrellas por el bien del espectáculo. Esta vez lo hizo el Real Madrid, que apenas se ha prodigado en su historia con esta táctica, más allá de la presencia en sus filas, como en la de la mayoría de los equipos, de futbolistas duros que intimidaban a los rivales con sus duras entradas como el famoso Goyo Benito. Habitualmente eran los jugadores del Real Madrid, con equipos siempre abarrotados de gente de calidad, los que sufrían estas cacerías como le sucedió a Amancio, Juanito, Michel o Butragueño. Ver a los jugadores del Real Madrid dándose la vez para atizar a Leo Messi no dejó de ser sorprendente, pero futbolísticamente se puede considerar comprensible por la diferencia de calidad entre un equipo y otro, motivada por las numerosas bajas madridistas.
“Asústale en la primera entrada”; “anda tocado del tobillo izquierdo”; “es buenísimo, pero miedoso, hay que intimidarlo”. Consignas como estas se han escuchado en los vestuarios antes de empezar los partidos a lo largo de la historia. O confidencias al oído del tipo “¡cómo me la hagas, te mando al hospital!” o “¡a mi expulsan pero tu te vas a tirar una buena temporada sin jugar!”, también se han dicho sobre el terreno de juego, más en la época en que las teles no pillaban a los que extorsionaban con las patadas. Y se las decían entre grandes amigos, ex compañeros o compañeros de selección. Y acababa el partido y todos tan amigos.
Cuentan que la violencia con la que se empleaba los defensas del Athletic Club de Bilbao durante las dos ligas que ganó el equipo vizcaíno en los 80 con Javi Clemente en el banquillo ponía la carne de gallina. Los resúmenes de televisión de aquellos partidos apenas mostraban las salvajes entradas de los Lizeranzu. Goikoetxea y compañía. El Athletic ganaba 0-1 y para casa, cuando debía haber acabado con 9 jugadores como mínimo muchos de aquellos partidos. Sólo las graves lesiones que Goiko tuvo la mala fortuna de provocar a Schuster y Maradona señaló y sancionó aquella dureza extrema. También son recordados los defensas del Granada de los 70 por jugar siempre obviando el reglamento y rozando lo delictivo con sus entrados. En el Atlético también hubo escuela de grandes pegadores, desde Griffa a Arteche, pasando por Ovejero.
La cacería como táctica sólo puede ser frenada por los árbitros. Si en la primera entrada sacan amarilla, el nivel de violencia del partido habitualmente se rebaja. Porque si la zancadilla o la patada es merecedora de amonestación, lo es en el minuto uno y en el minuto treinta de partido. Hay que reclamar protección para los artistas, para los culpables de que la gente vaya a los estadios o se siente frente al televisor para ver partidos de fútbol. Hay que proteger a Messi, a Raúl, a Villa, a Negredo, a Llorente, a Torres, a Agüero, a Cristiano Ronaldo, a Kaká, a Valerón, a Luis Fabiano, a Jonatan Sesma, a Cazorla, a Sergio García, a Iniesta, a Guti, a Silva… a todos los jugadores de talento. Los árbitros deben aplicar tolerancia cero con las entradas violentas. Para eso se hicieron unas reglas para el fútbol. El oficio, el saber competir, las triquiñuelas siempre tendrán cabida en el juego del fútbol. Pero una cosa es ser listo y otra la violencia, la caza del rival para buscar el triunfo o, mejor dicho, para evitar la derrota.
Escrito por Matallanas | 1:55 a. m. | Enlace permanente