Crónicas Asiáticas. Día 6. Real Madrid, Asian Tour 2003. La evangelización. (Marca, 31-7-03)
Los nombres y la cocina china
“¿Cómo se puede llamar un chino Carlos? ¡Eso es imposible!”, comenta Carbajosa ante la carcajada general. Y junto al enviado especial de El Mundo nos enteramos el motivo: cada vez que los chinos estudian idiomas, en Europa o en una academia en su país, se cambian el nombre y adquieren uno habitual de la lengua que están aprendiendo. Por eso te encuentras a una Sofía, un Antonio, una Leticia o un Alain. Todos manejan perfectamente el idioma que han aprendido. Se saca la conclusión de que si uno sabe hablar chino puede hablar cualquier idioma. Pero, aunque el del restaurante chino al que sueles acudir a comer en España diga que se llama Antonio, siempre piensas que está vacilando hasta que en la misma China te encuentras un Pepe que realmente se llama Li Wang.
Hablando de la comida. Hasta ayer sólo hemos probado la del hotel. Sólo hubo tiempo el primer día para visitar brevemente la ciudad y sucedió como sucede siempre que estás en el extranjero: te entra hambre y ves, acto seguido, un McDonald a 50 metros. Aquel Big Mac ya está olvidado. Las viandas del hotel se dejan comer y salvo alguna cosa extraña e indescifrable, las menos, hay que felicitar al cocinero, aunque como en el chino de debajo de casa de mis padres no se come en ningún lado comida china, mire usted. Ya veremos si en Pekín, Tokio, Hong Kong o Bangkok descubrimos el atractivo de la cocina oriental. Aquí se le da mucho al arroz y al pollo. Y la tarta de queso que suelen poner de postre en la cena es un triunfo. Eso sí, el mejor día fue el que nos arrimó algo Ander Abrego, el cocinero del Txistu que ha fichado el Madrid para la gira asiática. Aquí no se puede decir, pero allí si se puede contar que picamos algo de jamón, lomo y salchichón. Poquito, para no perderle el gusto.
Ayer nos tocó a los periodistas que nos entregaran la llave la ciudad de Kunming. Y el teniente de alcalde se soltó el discurso con el que no pudo extenderse ante los madridistas el martes. ¡Qué pesado! Pero bueno, la llave bonita. Y una flor enmarcada que venía en la bolsa, preciosa para suegras y abuelas. También daban un libro de toda la región y los alrededores de la ciudad que por lo visto en las fotos tiene bastante encanto. Algún enviado especial, de esos a los que la línea enviada les sale a 100 euros a quien les paga el viaje, se tomó la mañana libre y pudo ver alguno de los hermosos paisajes. Periodismo de calidad, vaya.
“¿Cómo se puede llamar un chino Carlos? ¡Eso es imposible!”, comenta Carbajosa ante la carcajada general. Y junto al enviado especial de El Mundo nos enteramos el motivo: cada vez que los chinos estudian idiomas, en Europa o en una academia en su país, se cambian el nombre y adquieren uno habitual de la lengua que están aprendiendo. Por eso te encuentras a una Sofía, un Antonio, una Leticia o un Alain. Todos manejan perfectamente el idioma que han aprendido. Se saca la conclusión de que si uno sabe hablar chino puede hablar cualquier idioma. Pero, aunque el del restaurante chino al que sueles acudir a comer en España diga que se llama Antonio, siempre piensas que está vacilando hasta que en la misma China te encuentras un Pepe que realmente se llama Li Wang.
Hablando de la comida. Hasta ayer sólo hemos probado la del hotel. Sólo hubo tiempo el primer día para visitar brevemente la ciudad y sucedió como sucede siempre que estás en el extranjero: te entra hambre y ves, acto seguido, un McDonald a 50 metros. Aquel Big Mac ya está olvidado. Las viandas del hotel se dejan comer y salvo alguna cosa extraña e indescifrable, las menos, hay que felicitar al cocinero, aunque como en el chino de debajo de casa de mis padres no se come en ningún lado comida china, mire usted. Ya veremos si en Pekín, Tokio, Hong Kong o Bangkok descubrimos el atractivo de la cocina oriental. Aquí se le da mucho al arroz y al pollo. Y la tarta de queso que suelen poner de postre en la cena es un triunfo. Eso sí, el mejor día fue el que nos arrimó algo Ander Abrego, el cocinero del Txistu que ha fichado el Madrid para la gira asiática. Aquí no se puede decir, pero allí si se puede contar que picamos algo de jamón, lomo y salchichón. Poquito, para no perderle el gusto.
Ayer nos tocó a los periodistas que nos entregaran la llave la ciudad de Kunming. Y el teniente de alcalde se soltó el discurso con el que no pudo extenderse ante los madridistas el martes. ¡Qué pesado! Pero bueno, la llave bonita. Y una flor enmarcada que venía en la bolsa, preciosa para suegras y abuelas. También daban un libro de toda la región y los alrededores de la ciudad que por lo visto en las fotos tiene bastante encanto. Algún enviado especial, de esos a los que la línea enviada les sale a 100 euros a quien les paga el viaje, se tomó la mañana libre y pudo ver alguno de los hermosos paisajes. Periodismo de calidad, vaya.
Escrito por Matallanas | 11:21 a. m. | Enlace permanente