El Butacón del Garci (XIX)
Una fiera (inhumana) llamada 'Danialves'
Por José Manuel García
Silva cierra los ojos para no verle; Yeste se pone una peluca; Ronaldinho borra su sonrisa gaucha, cuadra botas y mofletes como lo haría un cabo de gastadores; Wagner baja los brazos y se hace tamborilero en los Alpes; Munitis se cambia de banda y dice sin morderse la lengua que para duelos ya estaba antes Gary Cooper; Roberto Carlos sufre insomnio pensando en la llegada del momento, ese 9 de diciembre de este año, cuando Nervión entera y rojiblanca le parezca la cueva del Lobo; Petrov corre de puntillas para no despertar a la fiera. Pero la fiera abre los ojos con el aleteo de una mosca. La fiera se llama ‘Danialves’, dicen los doctores que es de carne y hueso pero yo juraría que este bahiano le robó las pantuflas a geyperman. Porque no puede ser cierto que un humano corra tanto y no pare en el kilómetro 555.
Dani Alves sonríe y muestra la armadura de los brakes. No es el gigante de James Bond, es Hércules con metro setenta y tres y dos pares de narices. En la noche de Zurich, Daniel no hizo nada que no le conozcamos, sólo le dio al interruptor del corazón y comenzó a bombear fútbol. Un servicio de Luis Fabiano en las líndes del área suiza; O Fabuloso esperaba respuesta telegráfica de su paisano, pero Alves, ese Camarón ensombrecido, optó por la aventura; su tobillo izquierdo escondió la pelota, los dos defensas del Grasshopers andaban encelados con el cuero. Ellos esperaban la lógica más rotunda, el centro corto al área chica y se aprestaron a interceptar al contrabandista. Pero la cintura de ‘Danialves’ se hizo de goma y la bola y las piernas de aquel diablo desaparecieron. Tres metros más tarde, el arquero de Zurich buscaba el balón entre las redes y Balakov (el técnico) recogía los restos del naufragio junto al barro.
No sé si ‘Danialves’ es el mejor lateral del mundo y me importa un pimiento. Lo que me llena es una carrera suya, un regate, un centro al otro lado del océano (como aquel balón que le puso a Luis Fabiano en Eindhoven), la celebración sambera de sus goles. Una jugada de ‘Danialves’ es un suspiro de Gardel, una verónica de Morante, el quejío negro de Rancapino o un atardecer en la Caleta. Nervión encoge el corazón cuando por los raíles de la derecha se juntan dos ángeles de blanco. El uno es Jesús Navas, natural y vecino de Los Palacios. El otro nació en Bahía y toca palmas por sevillanas como la madre que parió al Farruco. Son amigos y militan en el SFC, equipo que baila en fútbol y hace que el cielo encienda farolillos.
José Manuel García
Escrito por Matallanas | 4:34 a. m. | Enlace permanente