La excelencia (Por Alfredo Duro)
¿Os suena?
Existe en las altas esferas del Real Madrid el convencimiento de haber mejorado el equipo en todas sus líneas y, con ello, tener sembradas las bases que deben llevar al perfeccionamiento del juego, a la fantasía del toque, a la delicadeza en el pase, a la graciosidad en los movimientos, a la sublimidad del remate condenado a acabar en gol, lo excelso de la puesta en escena, el grandioso escenario para el divertimento, la... ¡la excelencia! Curiosa palabra ésta, llamada a ser el legado lingüistico que Ramón Calderón aporta al madridismo como principio fundamental del estilo que define su fútbol: “la excelencia en el juego”. A fuerza de oír como el presidente acaba por hacer de “la excelencia” una especie de dogma de fé, crece entre los aficionados la sensación de que, la llegada de Schuster al banquillo, garantiza el buen fútbol y lo envuelve con el brillo de la estética que tanto se ha reclamado desde algunos ilustres a la vez que interesados sectores cercanos al Real Madrid.
Si algo enseñó el fútbol del Madrid la pasada temporada, fue a saborear la excelencia de la superación, de ganarle a la adversidad y a los contrarios. Supo reconocerse para, en plena caída, encontrar en aquello que Capello denominó “el espíritu de la camiseta”, levantarse para recuperar el orgullo perdido y hacer que el mundo se tragara sus catastróficas profecías. A pesar de lo que muchos le quisieron negar, fue una hermosa lección de excelencia, diferente a la que los nuevos tiempos parecen proponer, pero excelencia al fin y al cabo.
La pretemporada del Real Madrid ha sido lo más alejado a cualquiera de los dos conceptos de excelencia que se han manejado en el club. Los eternos guiños de Guti al descomunal talento que atesora son los mismos que, durante el pasado año, sirvieron para aniquilar la resistencia de algunas de las defensas más afamadas y centros del campo más valorados del globo futbolístico, como bien pueden certificar desde Sevilla y Barcelona. El resto de imágenes veraniegas desnuda al Real Madrid hasta despojarlo de ese modelo de compromiso y furia desatada que le hizo ejemplo de competitividad y, llegado el momento cumbre, campeón de liga. Mientras el entrenador llora por la ausencia de bandas y reclama la llegada de más jugadores, el equipo parece haber retrocedido en el tiempo y ser víctima, en el campo, de la confusión en el camino a seguir. La derrota en Sevilla descubre un profundo agujero precisamente allí donde se hace más necesaria la aparición de la estética, y eso, parece algo más que un serio aviso para los que piensan que, la excelencia, es sólo cuestión de aroma.
Duro ¿os suena?
Escrito por Matallanas | 8:35 p. m. | Enlace permanente