El amigo invisible (Por Antonio Sanz)
el rincón de judas (columna publicada en el diario público el lunes 1 de octubre)
Por Antonio Sanz
Hacía mucho tiempo que en el Atlético de Madrid no se cuestionaba al entrenador a la tercera jornada. Aparcando los primeros años de mi añorado Jesús Gil y Gil, la calma preside los comienzos en los despachos del Manzanares. Se extiende aquella fórmula de que “probamos todo, menos la paciencia”. La misma que se destierra al final de cada campaña. Así desfilaron Manzano, Ferrando o Murcia. Cualquiera de los tres merecía seguir. Pero los tres perdieron la condición de apuesta ganadora. La trituradora mediática los había devorado antes de empezar el nuevo campeonato. Y ya se sabe. Determinados gestores del Calderón estudian de reojo las acometidas de determinados líderes de opinión. Por eso, sorprende, uno que habita entre ‘tierra santa’ -próximo al Manzanares- y ‘tierra próxima a conquistar’ -orillas del Mersey-, que se provoquen situaciones tan extrañas como que un entrenador en activo se ofrezca a reentrenar por cuarta vez al Atleti o que tras perder en el Bernabéu y dos empates consecutivos, al técnico se le cuelgue de una cuerda que parece que está más que estirada. Vamos, el clásico titular periodístico de ‘en la cuerda floja’. Tan estéril como provocado desde uno de los centros de mando.
No hubo consenso en la renovación de Javier Aguirre. El consejero-delegado estimó que era el momento de repetir técnico. Por fin. La grada dudaba, la plantilla aceptaba, la Prensa se amagaba y los nobles rojiblancos admitían renegando la imposición. Antes de arrancar, Aguirre se encontraba herido. Mala sospecha. Eso sí, desde el ático se le había administrado todo el arsenal deportivo que la caja permitió. El encargo era simple: construir un equipo con varios líderes evitando caer en la sombra de la ausencia. Sin embargo, se suscitó la opción de fichar a Riquelme. Por segunda vez. Todos olvidaron cuando el argentino tiró al cubo de la basura la propuesta de Toni Múñoz. Eso sí, bien que la utilizó para hacerse un poco más millonario con la familia Roig. Daba igual, todos valoraron la necesidad de reforzar el centro del campo. Todos esperaban un ‘revival’ de Schuster, ese organizador desaparecido desde los tiempos del germano. El señalado: Riquelme. Aguirre, con buen criterio, desestimó tirar a la basura catorce meses de trabajo. Pese a aceptar un ‘tête’ a ‘tête’ aconsejado por los dueños, el técnico lo tuvo claro. Y dijo no. Fue coherente. Con él y con su fútbol. En ese momento asumió que algún miembro del Consejo de Administración informaría sin rubor a todo aquel periodista que marcase su teléfono móvil: “Yo lo quería, pero el míster…”. Vamos, la universal táctica de barrer hacia fuera para que todo el polvo se esparza dentro.
En algunos vestuarios de clubes de fútbol, como en familias o grupos de colegas es habitual celebrar la fiesta del amigo invisible. En muchas ocasiones se convierten en regalos envenenados al tratarse de obsequios anónimos. Ese mismo presente que le tenían preparado a Aguirre con Riquelme. Muchas veces, pienso, es mejor conocer al remitente. La verdad es que aquí, todos conocemos al remitente. El mismo que debe empezar a pensar más en el Atleti y menos en su imagen pública. Pese a su empeño, Román está bien donde está y Aguirre, también. Pese a su empeño de enviar a Aguirre a la trituradora.
Escrito por Matallanas | 4:39 p. m. | Enlace permanente