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sábado, septiembre 29, 2007

El jefe de Luis (Por Alfredo Duro)

¿os suena?

Por Alfredo Duro

Anda nuestro fútbol en un permanente estado de enfrentamientos y tensiones que no parece tener fondo. Debe ser por eso que la llegada de Fernando Hierro a la dirección deportiva de la Federación Española de Fútbol ha sido recibida en determinados sectores con las mismas dudas que desconfianza. Además de interesadas insinuaciones sobre la influencia que este cargo ejercerá sobre el actual y el futuro seleccionador, se perciben algunos temores por lo que esto puede tener de posicionamiento de Angel Villar para ganar adeptos a la causa de su reelección. No es de extrañar por tanto, que se hayan desempolvado viejas diferencias y que, por simples motivos personales, se pretenda negar ahora la incuestionable necesidad de lavar la cara de la selección.

En los múltiples debates que la racanería del juego y los malos resultados de “la roja” han provocado, todos hemos coincidido en señalar al polvo acumulado en el fondo de armario de la Federación y, por extensión, de la propia selección, como elemento especialmente nocivo para el normal desarrollo del ambiente de trabajo en el que se ven obligados a vivir los jugadores. Entre la evidente degradación de las formas de Luis Aragonés y el inadmisiblemente aislamiento en el que insiste Angel Villar, pocas cosas mejores se me ocurren que la creación de una figura que sea capaz de coordinar las relaciones de nuestros jugadores con semejantes lumbreras. Desde ese planteamiento, entiendo la figura de Hierro como la de protector de aquellos que verdaderamente deben estar al margen de conflictos institucionales.

Pero si algo medirá en el tiempo la razón de ser del cargo de Fernando Hierro y su capacidad para ejercerlo, será, sin duda, la elección del nuevo seleccionador. Luis pondrá final a su decepcionante ciclo en los próximos meses (ni tan siquiera me atrevo a decir que después de la Eurocopa porque no hay ninguna razón futbolística ni biológica por la que no crea que Dinamarca está en condiciones de pintarnos la cara), y será entonces cuando el nuevo director deportivo podrá llevar a la práctica su amplio depósito de intenciones. Hasta entonces, su convivencia con Luis no pasará de ser ficticia y de guardar las buenas apariencias. El seleccionador pertenece a otro tiempo, y sólo vé en la llegada de Hierro un motivo más para alimentar su victimismo y esa extraña teoría de la confabulación que tanto le gusta emplear últimamente en las reuniones con su gente. Le han explicado el asunto y lo único que parece quedarle claro es que ahora tiene jefe. Y no le gusta. Y lo murmura entre dientes. Y se le nota. Pero tiene que tragar. Y traga.

Duro ¿os suena?

Escrito por Matallanas | 3:20 a. m. | Enlace permanente

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