columna publicada por kiko narváez en la razón el lunes 1 de octubre de 2007

Por Kiko Narváez

Con la sensación de estar haciendo mi primera columna en una playa nudista de Almería, empieza mi andadura en La Razón sin tapujos, libre y bastante suelto, motivo suficiente para aceptar dicho ofrecimiento. Lástima, por el bien del fútbol, que esta liberación y tranquilidad no la tenga a día de hoy Ronaldinho. El brasileño está pasando por unos momentos desconocidos para él. La desconfianza y las dudas que demuestran sus antes palmeros ha calado en la familia blaugrana que mira desconcertada y confundida sobre cuales son los verdaderos deseos de su estrella. No tengo intención de ir a la tienda del espía, ni de hacer pasar por el polígrafo al hermano de Ronnie para enterarme de los constantes susurros sobre temas extradeportivos, algo que me importa poco o nada.

Tengo clarísimo que estoy escribiendo de uno de los mejores jugadores del mundo, aunque para muchos la duda es donde encuadrarlo y con quien compararlo. Para mí, Ronaldinho es un jugador hecho para despreocuparse de seguir a nadie y, al igual que Guti o Riquelme, necesitan estar rodeados de compañeros a los que hacer mejor y una dupla por arriba con los ojos bien abiertos esperando un imposible en forma de manjar. Con esto no quiero justificarlo ya que por juventud, descanso sin Copa de América y plantilla los amantes al fútbol necesitamos no tirar de ‘dvds’ pasados y jugadas a balón parado en el presente para volver a disfrutar del crack Gaucho.

Ronaldinho hazlo por que vives en una ciudad bonita, soleada y con playa; hazlo porque en otra liga no disfrutarás tanto como en la española; hazlo porque los 90 mil te idolatran; hazlo porque tienes de compañeros a un grupo joven y espectacular; hazlo porque Messi quiere seguir creciendo contigo al lado. Hazlo por lo que sea, pero hazlo, cojones.

La dirección exigente que tomó el fútbol hace ya demasiados años, obligan a los cracks a estar física y mentalmente más cerca que nunca del futbolista terrenal, cosa que de ignorar la diferencia se disimula y termina por engañar al talento. Ronaldinho, ojalá no llegue el divorcio, los que te admiramos deseamos que sigas con el anillo de compromiso del fútbol español.