Una diana llamada Pablo Ibáñez (Por Antonio Sanz)
el rincón de judas (artículo publicado en público el domingo 24 de febrero de 2008)
Por Antonio Sanz
Pablo Ibáñez nunca borrará de su cabeza el verano de 2006. Durante el transcurso del Mundial, sus entonces agentes, entre ellos dos representativos ex jugadores del Aleti, le comunicaron en Alemania la opción de formar parte de una candidatura que, de ganar el proceso electoral, le convertiría en nuevo futbolista del Real Madrid. Como Pablo, Joaquín y Reyes también fueron anunciados como futuribles. La suculenta oferta económica no les permitió reflexionar el complicado paso que estaban dando. Estaban tan seguros de que nada podía fallar porque Juan Palacios se presentaba como favorito. El valido de la operación: Camacho. El murciano, criado en Albacete, conoce a Pablo desde su etapa juvenil. Todo encaja. El Aleti juega la partida porque permite girar la ruleta aceptando poner un precio de salida al jugador. La duda no despejada aún, por las encontradas versiones de cada parte, consiste en saber si en el Manzanares desconocían que detrás de la salida de Pablo esperaba el Madrid -como afirman- porque ellos admiten que sospechaban que el destino del central estaba orientado a Inglaterra. Con la contienda abierta en Concha Espina, existía la posibilidad de que el candidato oficialista o el tapado, con nombre de estadio, dieran la vuelta en los sondeos al favorito, con quien habían firmado. Todos -representantes, jugador y club, sujeto pasivo- dejaron un cabo suelto. Un cabo que hundió el barco: Camacho anunció públicamente que si ganaban contaba con la rúbrica del manchego. Entonces, perdieron. Aquel día nadie calculó que un futbolista que transitaba entre los favoritos de la hinchada descendería al infierno para quemarse en la hoguera de las vanidades sociales y mediáticas.
Desde aquella rueda de Prensa de Camacho, un infierno para Pablo. Muy pocos le han perdonado su afrenta de idear cambiar de acera. Incluso, su gesto de abandonar a sus representantes, propietarios de gran parte de su pase cuando abandonó Albacete, ha sido mal entendido. Su rendimiento ha bajado porque cada partido en el Calderón en un examen. Pero ya está bien. Estamos ante uno de los mejores centrales de nuestro fútbol. Alto, rápido, expeditivo, valiente, algo desordenado tácticamente, dotado técnicamente y… buen tipo. Entiendo a la gente cuando le reprochó públicamente su actitud en el primer partido del campeonato. Pero hasta aquí. La persecución que sufre desde determinados altavoces es tan cruel como injusta. Su traición debe ser perdonada por el bien del equipo. Lo que me asombra es que esos mismos han perdonado a otros compañeros. Por ejemplo, a Reyes. Nadie recuerda que el sevillano pagó a Gil Marín para romper el acuerdo que le permitió jugar en el Real Madrid. Incluso, una de las grandes ovaciones de esta temporada se la llevó el delantero con gran parte del estadio en pie ovacionándole. Me consta que Pablo está arrepentido de aquel movimiento, como descolocados quedaron quienes diseñaron la operación. Muchos apuntan a que sólo le perdonarán cuando anuncien su traspaso. Me temo que el futuro de Pablo no pasa por el Aleti. Habrán ganado. Lamentablemente, no es un jugador que sobre. No olvidemos que hoy el fútbol es un negocio y que los sentimientos están cada día más aparcados. Pablo se equivocó. El lo sabe. Por eso, basta ya.
Escrito por Matallanas | 4:55 p. m. | Enlace permanente