FIRMA INVITADA.Rodolfo Chisleanschi
EN LA ELECCIÓN ESTÁ EL PECADO
Vamos a creerle a Don Fabio, no hay por qué no hacerlo. Es bien sabido que de una pretemporada fuerte los futbolistas salen con la dureza suficiente como para aguantar los esfuerzos durante nueve meses, pero sin la chispa indispensable para encender la mecha de la magia. Lo repitió hasta el hartazgo Don Fabio en la rueda prensa tras el poco auspicioso estreno del Real Madrid en Liga: “ellos estaban más fuertes físicamente y a nosotros nos falta sutileza en el último toque y el uno contra uno”. Vamos entonces a pasar por alto que Cani asegurara que a los 60 minutos “estaba muerto”, lo cual pondría en entredicho la convencida afirmación del entrenador italiano; y vamos a suponer que el Villarreal utilizó los meses de preparación para trabajar velocidad en lugar de resistencia (la coartada de la Intertoto no vale, a los de Castellón los eliminaron a las primeras de cambio, hace más de un mes). Pero aun así, ¿alcanza con esto para explicar una actuación tan gris, tan opaca, tan carente de ilusión como la del debut madridista?
Al entrar al Bernabéu, algunos de los controladores habituales que cada año se ubican en las puertas de acceso al palco de prensa torcían el gesto ante las perspectivas de la temporada que se avecina: “tal vez ganemos algo, pero nos vamos a aburrir mucho”, decían a las 6 de la tarde, una hora antes de que la Liga echase a rodar. A las 9, en la despedida hasta el próximo partido, los mismos controladores fruncían el ceño, movían la cabeza de izquierda a derecha y levantaban los hombros, dejando claro que habían acertado en el presagio.
Y es que quizás Don Fabio todavía no se haya dado cuenta, pero el público español ha cambiado bastante en sus diez años de ausencia. Periodistas jóvenes y con más conocimientos, entrenadores que han sabido conjugar planteamientos estéticamente interesantes con buenos resultados y la posibilidad de ver y comparar nuestro fútbol con el del resto del planeta que aportan parabólicas y canales digitales han contribuido a modificar algo, tampoco demasiado pero sí lo suficiente, las apetencias y los gustos del aficionado. El engaño, en consecuencia, es más dificultoso. El hincha del Real Madrid sabe, y agradece, que el látigo de Don Fabio sirva para que sus huestes se apliquen en tareas defensivas, para que Cassano y tal vez Ronaldo disminuyan el grosor de sus respectivas cinturas, para que las líneas del equipo se mantengan lo más unidas posibles.
Pero el problema para el hombre llegado de Italia es que con esto ya no alcanza. Todos estamos sobre aviso, y cada decisión, pero sobre todo cada elección es medida al milímetro. Y es aquí donde Don Fabio ha provocado hasta ahora más ceños fruncidos que ilusiones, más resquemores que expectativas. Porque con casi 50 millones de euros sobre la mesa, cualquiera está en condiciones de elegir un modelo, un estilo, una filosofía y convencer al elegido de dejar lo que esté haciendo y aterrizar en el Bernabéu. Se puede poner el dedo sobre, pongamos por caso, Xabi Alonso, Iniesta o el argentino Gago para darles el armado del equipo; pero Don Fabio lo puso sobre Emerson y Diarra. Se puede buscar un delantero en la curva ascendente de su carrera, con varias temporadas por delante en el club, llámense el holandés Van Persie, el brasileño Fred o el mismo Guaje Villa, pero se apunta a Van Nistelrooy, de condiciones indiscutibles, pero que ya va recorriendo el camino inverso de sus años de fútbol. Se puede jugar el resto para encontrar un sucedáneo de Kaká si el mediopunta del Milan falla, pero se pide a gritos un nuevo marcador central. Se puede cambiar el sistema durante un partido trabado desarmando el doble pivote y dándole cancha a los Cicinho, Robinho, Baptista o Guti pero se mantiene a Emerson y Diarra contra viento y marea.
Entonces, un debut con un juego tan triste y desangelado como el protagonizado por el Real Madrid (el resultado es lo de menos, la opinión y las sensaciones serían las mismas) se convierte en la ratificación de los prejuicios, en la prolongación del escepticismo, en la confirmación de que el mal feeling que los controladores del Bernabéu tenían a las 6 de la tarde se va a convertir en realidad. Porque más allá de que Don Fabio diga la verdad y a sus soldados les falte sutileza en el toque, sus elecciones marcan una tendencia que el hincha sospecha definitivas y que suenan a pecado, a aburrimiento, a tardes de bostezos. Y esto no lo arreglan ni seis meses de rodaje.
Escrito por Matallanas | 6:08 p. m. | Enlace permanente