Yo me voy del Manzanares (Por Alfredo Duro)
¿Os suena?
Por Alfredo Duro
Puestos a sacarle peros a este delicado asunto del cambio de estadio, algunos llegan a planear su estrategia de oposición en base a algo tan inverosímil, a la vez que legítimo, como tener que variar la letra del himno. Así es el Atleti. Me refiero al himno de verdad, al que canta el recordado José de Aguilar que, a diferencia de lo que hizo con el himno del eterno rival, en el que, aparte de aquello de “las mocitas madrileñas caminando a Chamartin”, no aparece mención alguna para el estadio Santiago Bernabeú, no tuvo la previsión de adelantarse al destino y cometió la insensatez de referirse al Vicente Calderón para hacer del estadio el centro de las emociones y pasiones del aficionado y el lugar “donde acuden a millares los que gustan del fútbol de emoción”. ¿Cambiamos entonces la letra? Mejor nos ponemos serios y, como dice el entrañable Petón, damos por indiscutible que, lo único importante es que el estadio, el que sea, le pertenezca al club, porque el Atlético de Madrid, como todos los grandes equipos del mundo, está por encima del estadio, del nombre que le pongan y, por supuesto, del lugar geográfico que ocupe.
Algunas de las voces más notables de la oposición a Gil y Cerezo han querido diferenciar desde el primer momento las dudas que a ellos le plantea la gestión económica de la operación y el posible beneficio que de ella puedan sacar particulares, de la viabilidad y mejora de recursos que un traslado le reportaría al club, con las posibilidades de expansión y crecimiento que significan el incremento del activo y patrimonio que a todo esto se le supone. La palabre clave para ellos, y para todos los demás, es y debe ser, TRANSPARENCIA. En esa transparencia le vá su crédito y su lugar en la historia del Atlético de Madrid, no sólo a Miguel Angel Gil y Enrique Cerezo, sino al resto de los actores que participan en la operación. En ese reparto de responsabilidades que eviten cualquier sospecha juega un papel fundamental el Ayuntamiento de Madrid, que debe actuar como garante ante los socios del Atlético de Madrid y toda la opinión pública del cumplimiento de las leyes en el desarrollo de una operación que, como todo en fútbol, pone a los sentimientos, por lo menos, a la misma altura de la rentabilidad económica. Progreso y crecimiento sí, pero bien explicado y sin tonterías ni rarezas.
El componente nostálgico y de impacto a la sensibilidad de miles de atléticos no impide afrontar las cosas con serenidad y sin necesidad de tergiversar. Desde el mes de noviembre de 2005, va para dos años, es de conocimiento público que el Ayuntamiento maneja un proyecto para los terrenos donde se ubica el estadio que, con diseño del arquitecto Ginés Garrido, tiene como objetivo dar vida vegetal a las orillas del río Manzanares, creando un puente de hierba y ajardinando el soterramiento de la M-30. Este proyecto, además, cuenta con el visto bueno de la antigua propietaria de los terrenos, que no es otra que la Confederación Hidrográfica del Tajo, organismo que, en ningún caso, permitirá que ese suelo se utilice para otros fines.
De lo otro, no tengan dudas. Pasados unos años, los atléticos se sentirán orgullosos de contar con un estadio ultramoderno, que será juzgado de manera más objetiva y desapasionada por jóvenes generaciones colchoneras que se habrían sentido defraudadas y engañadas si, como otras veces, sus mayores no hubieran ganado este partido.
Duro, ¿os suena?
Escrito por Matallanas | 3:16 p. m. | Enlace permanente