Raúl pone orden en la Liga (Por Alfredo Duro)
¿os suena?
Por Alfredo Duro
Cuando la pasada semana se abrió la puerta de uno de los despachos del estadio Santiago Bernabeú y asomó la cabeza de Raúl, la zona noble del club supo que el capitán había decidido ponerse al frente de las operaciones y que, bajo ningún concepto, estaba dispuesto a dejar escapar el título de liga. Exactamente en ese momento, cuando la inquietante visita del Sevilla era tomada por los más agoreros como el presagio de un golpe de gracia para consumar la caída del líder, justo ahí, fue cuando Raúl inició su final de liga particular y nos recordó a todos que los galones están para algo más que para sacarles brillo. Ese personal gesto, seña de identidad de la más pura esencia de madridismo que afortunadamente perdura en el vestuario, fue suficiente para generar una corriente de implicación que culminó con una de las victorias más redondas que el Real Madrid ha logrado este año. Una nueva demostración de la condición de caudillo de Raúl, que como ya ocurriera la pasada temporada, ha hecho del final de liga una cuestión de orgullo y un ejemplar ejercicio de responsabilidad.
Ha sido el propio Real Madrid, y curiosamente cuando mayor y más cómoda era su ventaja sobre el Barcelona, el que ha sufrido el trastorno más inesperado para su fútbol. Hablar de trastornos es hablar de inquietud, desorden y alteraciones. Un cóctel que se reduce a algo tan simple como pasar de ganar a perder sin que uno sea consciente de haber modificado su conducta y su método. Un conjunto de situaciones en los que se llega a poner en duda el modelo y a los que están al frente del mismo. La realidad es que la descomunal eficacia de la que el Madrid hizo gala durante la primera parte del campeonato no estuvo, casi nunca, emparentada con el buen fútbol que se esperaba con la llegada de Schuster, pero ahí estaban Casillas y Van Nystelrooy, demostrando su paternidad sobre esa cosa llamada acierto que tantos y tantos partidos le hicieron ganar al Real Madrid.
La desaparición de la escena de alguno de los jugadores más indiscutibles en la construcción del nuevo Madrid, empezando por el propio Van Nystelrooy, ha sido el principal motivo de la alteración y el desorden que llevó al trastorno mencionado. La difícil adaptación de Sneijder y los problemas de Gago para entender el ritmo de nuestra liga dejaron el talento de Guti como única fuente de inspiración en el mediocampo. Además, Casillas dejó de parecer invulnerable al mismo tiempo que Cannavaro recuperó su versión más sospechosa. Como Robinho no alcanza todavía la categoría de leyenda que algunos siguen empeñados en otorgarle y las lesiones han sido una constante en el aterrizaje de Robben, el Madrid ha acabado por instalarse en esa especie de ruleta rusa en la que ha sido necesario poner orden.
Precisamente para poner orden y algunas cosas más (exactamente esas que están pensando), ha aparecido en la escena Raúl. Cuando más necesaria era su presencia, ejerciendo de capitán y de bandera. Para servir de enganche de los mensajes que él hace creíbles en el vestuario antes que en los despachos y en la calle. Por eso, y por muchas cosas más, se sigue gritando “Raúl selección”. Y por eso sigue ganando ligas.
Duro ¿os suena?
Escrito por Matallanas | 9:00 p. m. | Enlace permanente