El chubasquero de Ramón (Por Alfredo Duro)
¿Os suena?
Por Alfredo Duro
Viento y frío. Mucho viento, y mucho frío. Tanto viento y tanta sensación de frío que a Ramón Calderón no le quedó más remedio que pedir que le subieran una prenda de abrigo al palco de Montjuic. Como la cosa no la había previsto ninguno de los presentes hubo que recurrir a los utilleros, y claro, se arregló con un chubasquero. Pero no un chubasquero cualquiera, no. Un chubasquero… del club. Con su escudo y sus rayas de adidas. Y ahí estaba el presidente, vestido para la ocasión como si se tratara de un ayudante de Schuster en tarea de visionado táctico desde las alturas. Se dice incluso que Calderón, metido de lleno en su nuevo papel, tranquilizó a su homónimo españolista ante la clara superioridad de los “periquitos” sobre el campo. Y de eso sí que sabe el presidente, que ha asistido este año, sin inmutarse, al vapuleo de Valladolid y el baño de Getafe como el que no quiere la cosa. Pero bueno, resultados mandan y el liderato ha magnificado durante algunas semanas un amago de cambio futbolístico que, por mucho que algunos se empeñen, no ha acabado de producirse. Las señales de exquisitez y buen gusto han sido tan escasas, que el sufrimiento crónico que se viene padeciendo fuera de casa desde que comenzó la temporada se ha convertido en algo natural y admisible. Se dijo “que esto” y ahora resulta “que lo otro”. ¡Hum!
En realidad, lo que se dice es que “el Real Madrid está todavía en proceso de construcción”. Deducción lógica desde el punto de vista más profesional y técnico de la cuestión. Se trata de ser reconocido por un estilo de juego que, en el caso del Real Madrid, quiere apuntar al brillo de la estética y la elegancia. El dominio en el juego a través de la posesión del balón y la iniciativa. La excelencia, que diría Calderón. Una aspiración tan legítima como extraordinaria, pero que no es sólo una cuestión de aroma. Si algo puede ayudar en esta metamorfosis conceptual es lo que otros denominaron como “el espíritu de la camiseta”. Esa implicación sin condiciones entregada por el vestuario durante la pasada temporada fue capaz de conquistar la liga y sentar las bases del cambio. Por la insistencia de los retóricos de siempre, aquello que está más ligado al trabajo y la disciplina ha pasado, en el mejor de los casos, a ser tan secundario como prescindible. Dicen que eso son cosas de una época ya superada y que ahora toca disfrutar. ¿Vuelve la barra libre?
Creo que Robinho se ha debido tomar al pie de la letra las señales de cambio que al parecer se vuelven a instalar en cierto sector del vestuario. El brasileño representa esa estirpe de jóvenes futbolistas a los que su entorno convierte en leyendas antes que en futbolistas. Llevo mucho tiempo discutiendo la capacidad de Robinho para entender y comprender aspectos elementales del juego. Su talento es descomunal. Sus condiciones naturales indiscutibles, pero acaba con dificultades las jugadas y le han explicado mal la teoría de sus bicicletas. Su estancia con la selección de Brasil durante estas dos semanas se resume en una pésima actuación ante Colombia y una espectacular jugada sobre un palmo de terreno ante Ulises de la Cruz, veterano lateral derecho de la selección de Ecuador, que a sus 33 años no parece el tipo de francotirador más fiable para poner a prueba tanto ingenio. Demasiado poco para esa otra exhibición que, al parecer, pueden acreditar los porteros de la discoteca Catwalk de Rio de Janeiro. Me cuesta creerme lo de los cuarenta chubasqueros (condones lo llaman otros de manera más didáctica). Que lo explique.
Duro ¿os suena?
Escrito por Matallanas | 4:30 p. m. | Enlace permanente